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Opinión

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Europa un ejemplo para lo que debemos evitar

El atentado de la semana pasada al primer ministro eslovaco de extrema derecha, Rober Fico, es otro botón de muestra de la violencia política que se genera en sociedades altamente polarizadas.

También la semana pasada alcanzaron un acuerdo político cuatro partidos de los Países Bajos para armar una coalicion de gobierno, en la cual Ronald Plasterk del partido del Trabajo sería primer ministro. Esto será gracias a que el candidato de extrema derecha  Geeret Wilders, del partido por la Libertad, aceptó declinar a dicho cargo a pesar de que su partido obtuvo en noviembre de 2023 el triunfo electoral.  El nuevo gobierno tendrá posiciones políticas muy distintas a las dictadas por Bruselas en materia de sustentabilidad, migración y energía.

También en Hungría el gobierno de Victor Orbán lleva años desafiando las directrices de la Unión Europea en sus políticas de seguridad, migración y justicia.

En resumen: se trata del evidente hartazgo de los ciudadanos con la política, el cual ha facilitado no sólo el fortalecimiento de la extrema derecha, sino su triunfo en la elección del Parlamento Europeo. La llegada de la derecha implicará propuestas nacionalistas en Bruselas y, al final del día, el debilitamiento de la integración europea.

Todo lo anterior ocurre mientras Rusia y China refrendan sus lazos económicos y políticos,  y las tropas de Putin avanzan en territorio ucraniano.  El ejército de Zelenski  se ha quedado sin municiones y con cada vez menos solados. La OTAN está considerando la necesidad de enviar personal para entrenar a las nuevas tropas, que tendrán que ser impopularmente reclutadas.

De cara a las elecciones parlamentarias del 9 de junio en Europa, las sociedades y gobiernos del viejo continente son un ejemplo que debemos observar para corregir el rumbo en México.   Un muy breve resumen de los grandes desafíos que alientan el pesimismo, y han desmoronado la confianza y el apoyo en las democracias liberales europas, particularmente entre jovenes, son:

  1. La noción generalizada de que en el futuro habrá menores niveles de bienestar y calidad de vida.
  2. La convicción de que los servicios públicos se han deteriorado; en particular la calidad de la educación y la salud.  
  3. La percepción de que el Estado ha renunciado a tareas que corresponden a lo “público” como energía, en beneficio de unas pocas empresas privadas.
  4. Si bien las tasas de desempleo han disminuido, los salarios son precarios y, en general, insuficientes para alcanzar el bienestar mínimo, por no hablar de la cada vez más lejana posibilidad de adquirir una vivienda.
  5. El reto de que las finanzas públicas como están no alcanzan para mantener el nivel de subsidios públicos, ni el monto de las pensiones; en un contexto en el que incrementar los impuestos se antoja como inviable.
  6. Y, por último, a todo lo anterior se suma la decreciente productividad y competitivadad de sectores claves de las economías europeas, en particular manufacturera y agrícola.

Este descontento es más agudo entre los votantes que menos tienen y viven con mayores presiones económicas y sociales (no pueden acceder a servicios privados de salud o educación, tienen los peores empleos, viven lejos de sus centros de trabajo, etc), población que se ha convertido en un claro botín electoral.

Este contexto en Europa lo han aprovechado los populistas de derecha, que no tienen reservas en ofrecer soluciones falsas, basadas en un diagnóstico equivoado y maniqueo del orígen de los problemas.

De ahí la gravedad de un discurso político divisorio, con acusaciones inapropiadas, ataques sin escrúpulos y antagonismo. ¿Cómo construir diálogo y consensos cuando los ataques “políticos” se basan en graves faltas de respeto o en acusasiones sin sustento ni evidencia?

Ante esta realidad ocurriendo del otro lado del Atlántico, frente a nuestros ojos, la próxima Administración federal debe, primero, enfrentar el hecho de que en México la polarización se sigue agudizando y que la primera tarea de la siguiente presidenta debe ser unir, no dividir. En segundo lugar, debe saber que tendrá que tomar medidas urgentes para atender los más graves desafíos de México, y que en cierto sentido tienen una gran similitud a los ya enunciados para Europa.

Tenemos que hacerlo para no llevar al país rumbo a un gobierno  como el de Milei, quien la semana pasada en España, en un evento de las ultraderechas europeas, afirmó que la “justicia social es un concepto aberrante” o que “los impuestos son un robo”, por citar tan sólo dos perlas de las aberraciones que estuvo declarando por Madrid.

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Julio es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, con maestría en políticas públicas de la Universidad de Georgetown.

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