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¿Hemos medido el retroceso educativo?
El Covid-19 ha significado un retroceso muy grave en la comprensión de lectura de niños y niñas de primaria en casi todos los países mundo. Sin embargo, no todas las naciones tienen el rigor de medirlo. La evaluación realizada por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) en 2021 así lo refleja.
Según la IEA “desde 1958, la IEA ha evaluado el rendimiento de los estudiantes en áreas como matemáticas y ciencias, comprensión lectora y educación cívica y ciudadana; ha investigado la competencia digital de los estudiantes, y ha estudiado la educación infantil, así como la formación del profesorado [1]”.
Desafortunadamente México nunca ha participado en esta red. Así pues, no sabemos cómo estaba nuestro país en 2006, 2011, 2016 y 2021, años en que el IEA ha realizado esta medición. El más reciente Estudio Internacional de Progreso de Comprensión Lectora (PIRLS) difundido la semana pasada muestra que en la mayoría de los países donde sí se realiza esta evaluación, tuvieron caídas importantes en el Covid: Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Italia, España, Francia, por citar algunos, retrocedieron en la evaluación que se realizó a niñas y niños al final del cuarto año de primaria [2]. Ello a pesar de que estos sistemas escolares tuvieron clases presenciales desde septiembre de 2020 (aún sin vacunas), mientras que en México el ciclo escolar (2020-2021) continuó siendo a distancia, y buena parte del siguiente (2021-2022) también.
¿Cómo habrá sido el impacto en México? Tomemos Brasil, que si participa en esta evaluación, como referencia, para compararnos con un país latinoamericano. Mientras que los alumnos con mejor desempeño en la comprensión de lectura en el mundo obtienen arriba de 550 puntos (de un máximo de 800), los estudiantes brasileños sacan apenas 419, muy por debajo de la media de la OECD de 533. ¿Qué evaluación tendrían nuestro sistema escolar? Tras Covid los brasileños descendieron 5 puntos (es decir, en 2016 sacaron 424). ¿México estará como Brasil, o como Egipto y Marruecos, que tienen evaluaciones de 378 y 372 respectivamente? No parece que podamos aspirar a una calificación como la de los estudiantes de Turquía, de 496 puntos.
¿Cómo corregir lo que no se mide y lo que no se conoce? ¿Qué esfuerzo académico realizar para atender el rezago cuando estamos a ciegas?
¿Qué podemos esperar académica e intelectualmente de una generación de niñas y niños que no entienden lo que leen? ¿De dónde aprenderán a reflexionar, a formarse una opinión, a entender su entorno, la cultura o la política?
Numerosos estudios pedagógicos son contundentes con respecto a los beneficios asociados con una mayor capacidad de comprensión de lectura: un mejor y más amplio vocabulario, mayores habilidades y claridad para escribir, mejor expresión oral, pensamiento crítico y creativo, ayuda en la seguridad personal e inteligencia emocional; y otro gran beneficio: más y mejor capacidad de atención y concentración.
En un mundo al que Buyng-Chul Han llama de “comunicación sin comunidad”, ahora potenciado por la inteligencia artificial, con algoritmos que nos acosan y datos que no son conocimiento, es indispensable tener capacidad de atención y concentración para alcanzar el desarrollo intelectual y profesional de las personas. Pero, además, es indispensable para que —en una era tan cambiante, de información fugaz y superficial— los niños y los jóvenes puedan crear herramientas para el conocimiento y la reflexión a través de la lectura de textos fundamentales, lo cual les permitirá construir un esquema de valores y principios con base en los cuales definir el propósito y rumbo de su vida. Esta es, sin duda, una tarea fundamental en nuestro sistema educativo. Para comenzar, hagamos el esfuerzo de medirnos.
[1] https://www.iea.nl/es/intro
[2] El estudio se realizó en 57 países y con una muestra de 400,000 estudiantes.