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Instituciones y desigualdad
Recientemente se publicó en español Naturaleza, Cultura y Desigualdades, una cátedra del economista francés Thomas Piketty sobre su trabajo de investigación, en el que defiende la idea de que lo contribuye a explicar el nivel de desigualdad de las sociedades son las trayectorias institucionales (historia, cultura, pensamiento y sistema político, organizaciones), y no otros factores como el talento individual, el nivel de capital humano, la tecnologia o los recursos naturales. Para Piketty no son fenómenos como las guerras, las pestes u otros desastres naturales los que generaron cambios en favor de la desigualdad, sino que el punto de inflexión fue la movilización social, y política, la sindical, y la capacidad de poner en marcha nuevas soluciones institucionales en cierto momento histórico. Son las instituciones elegidas por cada sociedad, producto de factores políticos, culturales, históricos e ideológicos los que determinan que tan desigual es una sociedad.
Piketty argumenta que instituciones como el legado colonial marca todavía la alta desigualdad en muchos países, como es el caso de America Latina. Esto es, la desigualad responde a patrones de dependencia marcados por fenómenos históricos. En Estados Unidos, el pasado esclavista determina mayores niveles de desigualdad con respecto a otras naciones de riqueza similar, que eliminaron primero la esclavitud, o la que no se presentó ese fenómeno de manera reciente en un sector amplio de la población. En Sudáfrica, un país que hasta hace poco mantuvo un régimen de separación racial, el 10% más rico posee el 70% de la renta, mientras que en Francia este porcentaje es 32 por ciento.
Piketty señala que es el estado social el que explica la reducción de la desigualdad en Europa en la primera parte del Siglo XX. Desarrolla un enfoque para entender la reducción de la desigualdad basado en el acceso a derechos como educación, sanidad y participación política, lo que incluye formas de participación social en las propias empresas, así como en la fiscalidad progresiva. De hecho, la construcción de este estado social inicia con la mayor recaudación pública durante la primera década del siglo pasado. La tributación progresiva en occidente se consolida después de la Primera Guerra Mundial, luego la tasa marginal sobre la renta se incrementó después de la segunda, y disminuyó a mediados de los 80’s, cuando se revierte la tendencia de reducción de la desigualdad. La tributación progresiva permitió pagar por políticas como incrementar por 10 el gasto en educación en los países occidentales.
Por otro lado, el estancamiento en el gasto educativo en Estados Unidos, medido por la inversión por estudiante, desde los 80’s, como parte de las reducciones fiscales y de gasto promovidas por Reagan, explican el crecimiento de la desigualdad y la perdida de competitividad de ese país. Lo que el estado social permite es desmercantilizar, y, por tanto, distribuir mejor, no exclusivamente por la vía de mercado, servicios como educación y salud, pero también otros como las pensiones, infraestructuras como agua, electrificación y transporte, así como la vivienda. Cuando servicios como la salud se proveen fundamentalmente por la vía del mercado, como en Estados Unidos, los costos crecen y los resultados en términos de salud pública son desastrosos.
Cuando el estado social falla, entonces se genera desigualdad en sectores desfavorecidos por las instituciones sociales preexistentes. Piketty hace referencia a indicadores de desigualdad de género medidas por la proporción de las rentas totales por trabajo (salario e ingresos laborales por cuenta propia) que corresponden a la mujeres. Ese indicador ha mejorado ligeramente en Europa de 30, a 35%, (en los 70’s esa proporción era del 20%) pero sigue dejando a los hombres con una gran proporción de ingresos. En algunos países, como el Este de Asia, la proporción de rentas totales por trabajo de las mujeres, con respecto a los hombres, continúa siendo de 20%, por que no existe un estado social adecuado y por instituciones sociales que discriminan a las mujeres.
El otro tema en el que insiste Piketty es que la desigualad por patrimonio, es siempre peor que la que se genera por la renta. En el caso de la renta, el 10% más rico ostenta el 25% de la renta en Suecia y el 70% en Sudáfrica, los dos extremos. Pero en el caso de la riqueza, la proporción es de 60% para Suecia y 90% en Sudáfrica. En realidad, el 50% de la población más pobre no posee prácticamente nada en términos de riqueza, 5% en Francia, 2% en America Latina. La tendencia hacia mayor igualdad se ha presentado en algunas naciones, en Europa claramente, en términos de ingreso, pero no es el caso de la riqueza, inmobiliaria, financiera, profesional.
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