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Integridad, un activo empresarial
La semana pasada tuve la oportunidad de asistir al XVII Congreso Industrial organizado por Cámara de Industria de Guatemala, que es uno de los organismos empresariales más importantes de ese país. Además de ser una ventana para que las empresas mostraran sus productos, el evento permitió la discusión de diversos temas de la mayor importancia. A diferencia de lo que ocurre en México, el foro fue atendido por las altas autoridades de gobierno, quienes ratificaron su compromiso con impulsar la competitividad de la economía guatemalteca y con realizar reformas que permitan atraer y no ahuyentar a los inversionistas.
Mi participación se dio en una mesa de discusión, junto algunas destacadas colegas guatemaltecas, sobre el tema de la ética e integridad empresarial, el cual fue abordado desde diversas perspectivas. El tema es importante en el contexto guatemalteco, pues en ese país el sector empresarial promueve la adopción de principios de gobierno corporativo, con el fin de impulsar el cumplimiento de las leyes y el desempeño empresarial sobre bases éticas, con el objetivo de que esos valores se trasladen al resto de la sociedad.
Como alguna vez he señalado en esta columna, los asuntos éticos no son fáciles de resolver, cuando se presentan situaciones en que se discute respecto de valores contrapuestos. En mi presentación cite un ejemplo que me parece ayuda a visualizar los dilemas éticos que enfrentan las organizaciones. Hace unos meses, la empresa Spotify se vio envuelta en una polémica, detonada por el célebre músico Neil Young, quien se quejó de la difusión en la plataforma del podcast de Joe Rogan, conocido por su postura de defensa de teorías conspirativas. El hecho que desató la molestia del músico fue la postura del podcaster respecto de la COVID y las vacunas.
La situación condujo a una discusión sobre la defensa de la libertad de expresión, bajo la que se escuda la desinformación digital, versus la responsabilidad social empresarial, de corroborar la veracidad de los dichos de los contenidos sobre bases científicas. Spotify resolvió retirar alguna de la música de Neil Young y respaldar los contenidos de Joe Rogan, por consideraciones de negocios. Los contenidos de Neil Young generaban pocas reproducciones y, por tanto, son irrelevantes en términos de los ingresos de Spotify. En cambio, la empresa había desembolsado una cantidad indeterminada por los derechos del podcast, que algunos medios señalan que fue cercana a los 200 millones de dólares. A la luz de los números, la decisión de Spotify parecía justificada.
Sin embargo, la empresa subestimó la importancia del músico en el ámbito cultural. En unos pocos días, a la queja de Young se sumaron otros músicos, celebridades, profesionales de la salud e incluso la Casa Blanca y se generó una bola de nieve, que fue acompañada de una respuesta ambigua de parte de la empresa, respecto de la supuesta existencia de lineamientos de contenidos. A partir del incidente, el valor de mercado de Spotify cayó más de 2 mil millones de dólares.
Más allá de a quien le asiste la razón, el incidente ilustra la necesidad de que las empresas cuenten con una política clara de comunicación de sus principios y valores. Desafortunadamente muchas empresas ven los temas éticos como una carga que les genera costos. En realidad, la claridad respecto de los valores organizacionales genera ventajas competitivas, que se traducen en mayores oportunidades de mercado, atracción de inversiones y retención del talento.
Cuando una organización incorpora sus principios éticos a su modelo de negocios de manera congruente, se torna resiliente y tiene mayor capacidad de enfrentar las turbulencias del mercado de una mejor manera. Los valores empresariales son un componente relevante para la construcción de modelos de negocio únicos y no replicables, que son el fundamento de la ventaja competitiva.
*Socio Director de Ockham Economic Consulting, especializado en competencia económica y regulación y profesor.
@javiernunezmel