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Israel y Hamás: el costoso tributo de la guerra
Las guerras en Oriente Medio han sido una constante fuente de preocupación y tragedia a lo largo de la historia moderna, dejando un doloroso rastro de pérdidas humanas y materiales.
Entre los más devastadores se encuentra el conflicto entre Israel y Hamás que, durante décadas, ha estado marcado por una serie de disputas territoriales, políticas y religiosas; así como ciclos repetitivos de escaladas y treguas inestables, que cobran miles de víctimas civiles, atrapadas en medio de la violencia.
Cada vida perdida es una tragedia y el dolor que esto causa es inmenso. Tanto israelíes como palestinos han enterrado a sus seres queridos y la comunidad internacional ha presenciado el sufrimiento que esta guerra ha infligido en la población civil.
Cada enfrentamiento deja un reguero de muerte y sufrimiento en ambos lados. Civiles inocentes, incluyendo mujeres y niños, son las víctimas más afectadas por la violencia, superando —incluso— el número de soldados muertos.
En la lucha contra el terrorismo, los esfuerzos por reducir al máximo las bajas civiles son esenciales, y se espera que todas las partes involucradas tomen precauciones para evitar dañar a no combatientes. La realidad es que, en medio de una guerra tan compleja y prolongada, las tragedias siguen ocurriendo.
El reciente bombardeo contra un complejo hospitalario de Al Ahli, en Gaza, es una prueba de ello. Habían más de cuatro mil refugiados y al menos 500 personas murieron durante el ataque. Esta es la mayor masacre en el enclave durante las cinco guerras que se han registrado entre las milicias palestinas de Gaza e Israel, desde 2008. Una tragedia.
Ni qué decir del impacto psicológico y emocional de la guerra. El conflicto ha dejado profundas cicatrices en las personas afectadas, dejando heridas emocionales que tardarán generaciones en sanar.
La población en la región sufre de traumas, estrés postraumático y ansiedad debido a la exposición constante a la violencia, el desabasto de agua y alimentos, la incertidumbre y el dolor de la muerte. Los niños, en particular, han experimentado traumas que afectarán su desarrollo y bienestar emocional a largo plazo.
Además, la guerra entre Israel y Hamás ha cobrado un alto costo en daños materiales. La infraestructura en Gaza, una región ya empobrecida, ha sido duramente afectada por los enfrentamientos. Edificios residenciales, hospitales, escuelas y carreteras han sido dañados o destruidos en los ataques aéreos israelíes y los lanzamientos de cohetes desde Gaza.
La reconstrucción de esta zona se ha convertido en un desafío monumental y la recuperación económica de la región se ha visto obstaculizada por la continua inestabilidad y el interminable ciclo de la violencia.
Ciertamente, la comunidad internacional ha instalado repetidamente un alto el fuego y la reanudación de las negociaciones de paz. Sin embargo, las tensiones se renuevan, los enfrentamientos se reinician y el ciclo de violencia continúa. La solución pacífica y duradera aún resulta inalcanzable.
Desde todos los rincones del planeta observamos en tiempo real los incesantes bombardeos, en la Franja de Gaza y las crecientes protestas realizadas en los países árabes. También se dejan sentir los efectos de las múltiples amenazas de atentados. Sólo en Francia, 14 aeropuertos recibieron avisos de bomba, en las horas recientes, y al menos ocho de ellos fueron evacuados.
Además, recordemos que, desde febrero de 2022, la invasión rusa del territorio de Ucrania también ha sido brutal, devastadora. Y eso lo he podido comprobar personalmente durante mi estancia en esta región del mundo.
Por todo ello, el mundo está en alerta máxima, la escalada de violencia continúa, parece que de la historia no hemos aprendido nada y volvemos a repetirla una y otra vez, quizás de la siguiente guerra solo queden palos y piedras.