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Opinión

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Joe, el populista

El tipo de impulsos populistas y nacionalistas que se destacaron de manera tan prominente en el discurso del presidente estadounidense Joe Biden sobre el Estado de la Unión casi siempre conducen a una mala política. Estados Unidos necesita dejar atrás la “economía del agravio” que ha prevalecido desde la crisis financiera del 2008

Washington D. C. – El populismo se disparó en respuesta a la crisis financiera del 2008. En la izquierda política estadounidense el movimiento Occupy Wall Street (Ocupa Wall Street), la rimbombante preocupación por la desigualdad del ingreso y los resultados inesperadamente favorables a Bernie Sanders en las elecciones primarias presidenciales de 2016 señalaron un gran desplazamiento desde la política más centrista previa a la era de la Gran Depresión. En la derecha, por supuesto, Donald Trump se subió a la ola de las quejas populistas, la xenofobia y el nacionalismo para desembarcar en la Casa Blanca.

Con la promesa del regreso a la normalidad Joe Biden venció a Sanders en las elecciones presidenciales primarias del Partido Demócrata en el 2020 y derrotó a Trump en las generales. Sin embargo, en su reciente discurso sobre el Estado de la Unión, presentado hace unos días -que representa el mapa de una potencial campaña para la reelección- también él ofreció una abundante porción de populismo. A pesar de haber derrotado a un presidente en ejercicio en 2020 -una proeza poco frecuente en la historia de EU-, parece que Biden cree que las elecciones del 2024 se tendrán lugar en un mundo a la Trump-Sanders.

Analicemos cómo se posicionó en cuatro cuestiones clave. En primer lugar, alentó políticas de “compra local” para los contratistas gubernamentales, abogó por los trabajadores de la industria manufacturera estadounidense y criticó a los gobiernos previos por no ocuparse lo suficiente de esa cuestión. Luego anunció “nuevas normas que exigirán que todos los materiales de construcción utilizados en los proyectos federales de infraestructura” -desde la madera, el vidrio y los paneles de yeso hasta los cables de fibra óptica- sean “estadounidenses” y declaró “Mientras yo esté a cargo, las carreteras, los puentes y las autopistas estadounidenses se harán con productos estadounidenses”.

En segundo lugar, Biden abogó por “la cantidad récord del personal que trabaja para garantizar la seguridad en las fronteras, que arrestó a 8,000 traficantes de personas y confiscó más de 23,000 libras (10,400 kg) de fentanilo tan solo en los últimos meses”. Luego instó al Congreso a aprobar su “plan para conseguir el equipamiento y los funcionarios para proteger las fronteras”.

En tercer lugar, adoptó un tono más duro hacia China: afirmó que Estados Unidos ahora está “en la situación más sólida en décadas para competir” con el país asiático. “Ganar la competencia contra China debiera unirnos a todos”, aseveró.

Finalmente, Biden criticó a los republicanos porque supuestamente desean recortar el gasto en Medicare y la seguridad social, posicionándose como protector de esos programas. “Detendré a quienes intenten reducir la seguridad social”, declaró. “Y detendré a quienes intenten reducir Medicare”.

Trump estaría de acuerdo con todo eso.

Por supuesto, el presidente y su equipo rechazarían cualquier comparación con su predecesor. También podrían señalar que además de aumentar la seguridad en las fronteras, Biden solicitó la posibilidad de que ciertos inmigrantes obtengan la ciudadanía, mientras que Trump demonizó a los inmigrantes y limitó su número. También podrían señalar que no reducir el gasto proyectado para la seguridad social y Medicare es, desde hace mucho, una de las posiciones dominantes del Partido Demócrata, aun cuando el presidente Barack Obama estaba dispuesto a considerar esos recortes.

Pero incluso reconociendo esas diferencias, el mapa para la reelección de Biden tiene muchos puntos en común, tanto en su figura como en su tono, con la marca de nacionalismo económico de Trump.

También comparte mucho con el populismo de izquierda de Sanders: Biden criticó a las grandes corporaciones y a los milmillonarios por no pagar “lo que justamente les corresponde” y condenó a las “grandes petroleras” por sus “exorbitantes” ganancias. Enfrentó directamente al “pueblo” contra “las élites” cuando dijo: “Creo que muchos de ustedes, desde sus hogares, coinciden conmigo en que nuestro sistema tributario actual es sencillamente injusto”. Luego solicitó un “impuesto mínimo para los milmillonarios” y la cuadruplicación del impuesto a la recompra de acciones.

Ciertamente, algunas de las políticas que destacó Biden tienen sentido. Ofrecer una solución para que los inmigrantes ilegales que ingresaron al país cuando eran niños (los llamados dreamers) obtengan la ciudadanía a cambio de más medidas para garantizar la seguridad en la frontera debiera ser algo obvio. De manera similar, una postura más agresiva frente a China se ha tornado razonable.

Pero los impulsos populistas y nacionalistas casi siempre desembocan en malas políticas. El “compre estadounidense” no creará empleos, solo aumentará los costos para los contribuyentes y resultará en menos proyectos de infraestructura. Los impuestos a la recompra de acciones no estimularán las inversiones sino que llevarán a que las corporaciones canalicen el exceso de efectivo hacia el pago de dividendos. Y el presidente debiera alentar la aparición de más multimillonarios en vez de alimentar los conflictos de clase demonizándolos por su éxito y castigándolos con impuestos.

Finalmente, quien haya mirado los datos sabe que hay que recortar el gasto proyectado en Medicare y la Seguridad Social para que esos programas sigan siendo viables para las personas de edad avanzada con bajos ingresos y escasa riqueza, quienes más dependen de ellos. Si la tendencia actual continúa, ambos programas -y los pagos de intereses por la deuda- devorarán al presupuesto federal y reducirán el crecimiento de la productividad.

Estados Unidos debe superar el populismo, nacionalismo y “la economía de la queja” del pasado. Distribuir favores a sectores y empresas específicos, negar la realidad fiscal, retirarse del mundo, y demonizar a las empresas y personas exitosas no ayudará al trabajador u hogar típicos.

Ambos partidos debieran estar compitiendo para encontrar la mejor manera de fortalecer la economía y aumentar la participación en la vida económica. Su punto de partida debiera ser una postura de optimismo para el futuro. Debieran aceptar la realidad empírica de que trabajar duro produce resultados y que los estadounidenses tienen agencia. Y debiera rechazar el pensamiento de suma cero basado en el conflicto sobre el que se erigen todas las variedades de populismo y nacionalismo económico.

Biden no es ni Trump ni Sanders. Pero está anunciando una campaña para su reelección que sonará demasiado a ellos. Se suponía que nos sacaría del capítulo inútil que comenzó con la crisis del 2008. Dé vuelta la página, señor presidente.

El autor

Michael R. Strain es director de Estudios de Política Económica del American Enterprise Institute.

Copyright: Project Syndicate, 1995 - 2023

www.projectsyndicate.org

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