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Opinión

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La Cultura de la Paz, Expresión Pacífica en Defensa de la Democracia

Mi ideal político es el democrático. Cada uno debe ser respetado como persona y nadie debe ser divinizado.     

Albert Einstein

El domingo pasado se realizaron en más de cincuenta ciudades del país y de otras naciones sendas marchas ciudadanas para defender nuestra democracia. Todas se desarrollaron en paz, de manera respetuosa, sin actos de vandalismo y de manera multitudinaria. Sólo en la Ciudad de México se calcula que participaron más de quinientas mil personas. Se trató de hacer saber a los legisladores, primeramente a los diputados, el rechazo de millones de mexicanos en torno a trastocar las instituciones responsables de los procesos electorales en nuestro país. No fue una marcha contra el inquilino de Palacio Nacional.

Tristemente, mientras el presidente recomienda a sus correligionarios no caer en el insulto, el agravio o la humillación y les sugiere que se ofrezcan disculpas, muy lejos de mostrarse como estadista y se congratulara de la expresión ciudadana en las calles, el mandatario declaró en su monólogo matutino de ayer que esas marchas se realizaron como excusa para proteger la democracia pero que en realidad se trató de hacerlas en contra de la supuesta transformación que lleva a cabo en el país y a favor de los privilegios que, según el mandatario, se tenían antes del gobierno que preside. Como lo ha sostenido desde antes del domingo, indicó que se hicieron a favor de la corrupción, del racismo, del clasismo y de la discriminación. 

Es muy probable que una buena parte de quienes marcharon hayan sido motivados por el descontento derivado de los nulos resultados del actual gobierno; el crecimiento de la pobreza; el aumento de la violencia; el mayor endeudamiento del país; la militarización, y la aprobación de un presupuesto de egresos para el próximo año que redujo partidas en materia de salud, educación, becas y otros servicios básicos para aumentar las erogaciones para las obras prioritarias del mandatario.

Le alegró al presidente que, según él, a pesar de la gran convocatoria para la marcha del domingo “no participó mucha gente”. Agregó que “para tener una idea, yo calculo que por eso no vinieron al Zócalo. No hubiesen llenado ni la mitad del Zócalo, debieron ser como unos 60, 50,000. El Zócalo se llena con 120,000. Ojalá y le sigan, que se propongan llenar el Zócalo.” Para su fiel jefa de gobierno de la Ciudad fueron unos cuantos miles de personas. Obviamente han minimizado las marchas, pero están plenamente difundidos los alcances de los eventos del pasado domingo y su rotundo éxito.

Insiste el mandatario en que su iniciativa de reforma electoral busca fortalecer al INE y a la democracia porque todavía hay “riesgos de fraudes electorales”. Evidentemente es un engaño más, pues se sabe que su pretensión es desmantelar el INE y que el gobierno sea quien opere los procesos electorales para que los supuestos riesgos de fraude electoral regresen a nuestro escenario electoral amparados por el partido oficialista y su gobierno.  

Conviene recordar que en la iniciativa presidencial se propone, entre otras, lo siguiente:

  • Desaparecer al INE para dar lugar a un instituto nacional de elecciones y consultas; 
  • Que los integrantes del instituto propuesto y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sean electos vía voto popular, lo cual acabaría con la imparcialidad de esos funcionarios;
  • El control de comicios recaiga en el gobierno federal, afectando la gestión presupuestal, eliminando la autonomía y la imparcialidad partidista que hoy existen; 
  • Trasladar el padrón electoral a otra institución distinta del INE;
  • La desaparición de los partidos de oposición para convertir al partido oficialista en partido único, además de afectar la representación y el equilibrio de las minorías y mayorías, y
  • Una eventual prohibición de coaliciones, de creación de nuevos partidos políticos y de asociaciones políticas nacionales para acabar con la actual oposición del partido gobernante.

Es muy grave que las instituciones democráticas que hemos edificado se quieran destruir desde el gobierno. Es un error que el presidente crea que se pueden centralizar todos los procesos electorales en sólo dos instituciones como lo prevé su iniciativa. Nadie le ha alertado de la imposibilidad que sólo el instituto nacional de elecciones y consultas y el Tribunal modificado puedan realizar con eficiencia y confiabilidad lo que hoy organizan el INE, el Tribunal, los institutos y tribunales locales en las 32 entidades federativas. 

Por lo pronto, como ocurrió también el año pasado, el INE habrá de padecer un fuerte recorte a su presupuesto por 4 mil 500 millones de pesos, en violación a lo que dispone sobre ese tema la Constitución, además de las descalificaciones que le profesan el mandatario y sus correligionarios.

No podemos arriesgarnos, como recordó José Woldenberg, a que en las próximas elecciones se adolezca de las mismas garantías con las que hemos contado en los procesos recientes, tales como un padrón electoral confiable, una mayor equidad en las condiciones de la competencia, imparcialidad de los funcionarios electorales, conteo de votos y resultados preliminares ciertos en la noche del día de la elección. Desde luego es indispensable que el triunfo de los contendientes sólo sea definido, como en la actualidad, por el voto de los ciudadanos. 

La reacción del presidente que se vio ayer, como consecuencia de las marchas del domingo, parece atender al complejo de avestruz, que ocurre cuando alguien se siente amenazado y esconde su cabeza creyendo que con dicha actitud está a salvo. Existen personas que ante lo que consideran un peligro o riesgo prefieren evadir las adversidades soslayándolas con nimiedades, en este caso con descalificaciones y toda clase de insultos. 

La sobrevivencia de nuestra democracia está en manos del bloque opositor que frenó la reforma eléctrica en la Cámara de Diputados y, en su caso, del bloque de contención en el Senado. 

El inquilino de Palacio Nacional y sus correligionarios han mostrado desprecio a la propuesta de la sociedad y pierden de vista que la soberanía radica en el pueblo, mismo que puede ser capaz, como lo hizo el domingo de manera ejemplar y pacífica, de desafiar al gobierno con la fuerza de un arma tan ancestral como pacífica: la solidaridad.

*El autor es abogado, negociador y mediador.

phmergoldd@anmediacion.com.mx

Twitter: @Phmergoldd

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