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Opinión

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La encrucijada de Europa

De cara a las elecciones parlamentarias de la Unión Europea el domingo 9 de junio, vale la pena detenerse a reflexionar sobre las lecciones políticas que el viejo continente brinda para México y América del Norte.

El próximo gobierno de México, gane quien gane la elección presidencial, debería promover la ratificación del tratado comercial entre Europa y nuestro país, que como decía en mi última columna, lleva al menos cinco años durmiendo en los cajones de Palacio Nacional y Bruselas. ¿Pero qué Parlamento encontrará el nuevo gobierno mexicano en Bruselas y cómo diseñar una estrategia para impulsar esta ratificación?

Una breve revisión de la última publicación del Eurobarómetro, así como de algunas cifras de las finanzas públicas de los principales países de la familia de los 27, arroja información muy interesante sobre los inmensos retos de cualquier Estado benefactor en el futuro inmediato.

Por un lado, la mayoría de los ciudadanos de Alemania, España y Francia, opina que ser miembro de la UE es positivo, y en estos tres más Italia los encuestados responden que su país se ha beneficiado de este acuerdo. Sin embargo, destaca que la satisfacción con la democracia es baja, y más grave aún, apenas una tercera parte de los ciudadanos piensan que la UE ayuda a “mantener la paz y la seguridad”.

A raíz de la invasión de Ucrania, toda Europa ha asumido el compromiso de incrementar sus presupuestos militares, cuando menos, a 2% del PIB; sin embargo, el reto post Covid-19 de sanear sus finanzas públicas sigue siendo una tarea pendiente. Salvo Alemania, las otras tres grandes economías europeas tienen déficits primarios y una deuda pública considerable.

Toda Europa gasta más de lo que obtiene vía sus ingresos fiscales. Si bien Francia recauda casi el equivalente a 52% del PIB de su economía, el estado benefactor galo gasta más de 57% del PIB en servicios públicos y ayudas económicas, es decir, una diferencia de 5% del PIB. Reducir este ritmo de gasto y subsidios será políticamente muy complicado, para quien sea que sustituya a Emmanuel Macron.

A todo esto, hay que añadir el clamor general en los ciudadanos Europeos por ganarle la guerra a Putin, contener la migración, mejorar los servicios de salud, resarcir el rezago académico legado de la pandemia, y acelerar la transición energética, entre otras demandas. Así pues, en medio de una altísima polarización, así como de exigencias de ciudadanos de izquierda, como ciudadanos de derecha, tienen a los dirigentes políticos europeos atrapados en un difícil equilibrio electoral.

El próximo gobierno federal de México también enfrentará estos importantes debates en la administración 2024-2030 porque son, en realidad, algunas de las grandes reflexiones sistémicas de esta generación. El tamaño de los retos es tal, que dejan poco espacio para los posicionamientos viscerales. Lo que exigen los ciudadanos europeos crecientemente en las urnas (como lo hacen también los latinoamericanos) son políticas públicas sensatas, de alto contenido técnico, que reflejen las mejores prácticas internacionales en cada materia y que, además, en su implementación no sacrifiquen ni los derechos humanos ni la democracia, la división de poderes, o el cuidado del medio ambiente.

Las y el candidato a la presidencia de la República deben reflejarse en el espejo europeo, pero deben hacerlo también todos los que se postulan a un puesto en el Poder Legislativo federal o local. Legislar, en los próximos años, demandará, en todos los países, altura de miras y capacidad de respuesta por medio de la alternativa legislativa.

Julio es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, con maestría en políticas públicas de la Universidad de Georgetown.

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