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Opinión

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La inflación está de vuelta

¿La inflación está de vuelta? Llevamos tres quincenas consecutivas de crecimiento en el índice inflacionario. Con el 4.63 registrado en la primera quincena de abril, queda claro que la meta del Banco de México se aleja. Considerando nuestra historia económica, donde hemos conocido una inflación superior al 100% en los ochenta, no estamos en un territorio que nos obligue a prender los focos rojos, pero no podemos relajarnos. Es evidente que el Banco de México no ha derrotado a la inflación y quizá necesite ayuda, por ejemplo de la Secretaría de Hacienda, para que el gasto público deje de ser un factor de presión inflacionaria. La batalla que comenzó hace casi 30 meses no ha terminado. La inflación sigue entre nosotros, pero la del 2024 es un animal diferente al que vivimos en 2022.

Es diferente, en primer lugar, porque no estamos enfrentando tasas cercanas al 10% como las de hace dos años. En 2024 nos preocupa una inflación que está entre 4 y 5 por ciento. La preocupación deriva de que el impulso desinflacionario parece haberse agotado. La transición del 9 al 4.5% fue imparable, pero ya llegamos a la zona donde bajar un punto requerirá más esfuerzo y, quizá, más astucia. No hemos logrado romper el piso del 4% y ahora enfrentamos nuevas presiones inflacionarias.

Hace dos años, para explicar la inflación, hablábamos de la invasión rusa a Ucrania que desajustó los mercados de petróleo, gas, fertilizantes y trigo, entre otras. Nos referíamos también a disrupciones en el abasto de semiconductores y a algunos fenómenos inéditos, como la escasez de contenedores para mover mercancía en los puertos de Estados Unidos.

¿La inflación del 2024 es un animal muy diferente a la del 2022? Los factores que presionan la inflación pueden ser parecidos, pero no son los mismos. La invasión rusa sigue, pero el mundo aprendió a convivir con ella. Ahora, tenemos una crisis en Medio Oriente que ha prendido un foco rojo en el mapamundi y ha elevado los precios internacionales del petróleo. La tensión entre China y Estados Unidos se mantiene y, con ello, se ha perdido una parte del poder desinflacionario que aportaba China al mundo.

Hemos hablado del contexto internacional, porque México está totalmente integrado a los flujos comerciales mundiales. Son importados más de la mitad de gasolina y granos que consumimos. Gran parte de los insumos de nuestras fábricas también viene del exterior. No podemos perder de vista lo global, pero debemos poner más atención a las presiones inflacionarias que tienen que ver con factores internos. Después de todo, tenemos una inflación que es mayor que la de nuestros principales socios comerciales. Estados Unidos registró 3.5% anualizada a fines de marzo. China, que es nuestro segundo socio comercial, tiene una tasa de 0.6%, medida en una base anual.

¿Es el futuro del superpeso un riesgo inflacionario? Es posible que los 16.50 alcanzados a principios de abril sean el tipo de cambio más bajo que veremos. Ahora estamos en 17.15 y los analistas coinciden en que el movimiento de ajuste no ha terminado. El fortalecimiento del peso ayudó a controlar la inflación en 2022 y 2023. El 15 o 20% que ganó el peso frente al dólar abarató nuestras importaciones. Queda por ver si un debilitamiento de la moneda mexicana complicará el esfuerzo desinflacionario. Mucho dependerá de cuánto se deprecia el peso. Por lo pronto, podemos gritar: “Que no panda el cúnico”, como hacía el Chapulín Colorado.

¿Cuánta presión inflacionaria genera el gasto público? El Presupuesto de Egresos de la Federación 2024 incluye un gasto de gobierno superior a los 9 billones de pesos, de los cuales más de 2 billones de pesos corresponden a transferencias a personas y familias como parte de los programas sociales. En el primer bimestre esas transferencias crecieron más de 30% respecto al mismo periodo del año pasado. No me quiero desviar a discutir las virtudes y vicios de estos programas en tiempos electorales, sólo destacar que la entrega masiva de recursos por parte del gobierno federal genera presión inflacionaria que encarece los bienes y servicios y, de paso, hace más complicada la chamba al Banco de México.

¿Qué pasará con el impacto inflacionario de la inseguridad? El cobro de derecho de piso a comercios y restaurantes encarece los precios de los bienes que compramos. Lo mismo que el cobro de parte de los cárteles a las empresas de transporte que mueven las mercancías y a los productores de bienes agrícolas, como limón y aguacate. Sabemos que la extorsión ha crecido y ha llegado a zonas donde antes no estaba. ¿Cómo ajustan su tarifa los “empresarios” de la extorsión? ¿Acaso toman en cuenta el INPC o el incremento de los salarios mínimos? Carecemos de un índice de precios de la extorsión para saberlo.

Las presiones inflacionarias no se agotan con el gasto público, el tipo de cambio y la inseguridad. Están los costos laborales y los problemas relacionados con el abasto de agua, también. En las próximas semanas, veremos qué impacto tienen los 544 aranceles a productos que vienen principalmente de China. Todo suma y no hemos terminado de hacer las cuentas. Por eso, decimos que la inflación está de vuelta.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario PÚBLICO de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio. Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas.

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