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La percepción de escasez financiera
Ninguna queja... es más común que la de la escasez de dinero.”
Adam Smith
En la última década se desarrolló y se ha investigado el concepto de escasez financiera, que hace referencia a la experiencia objetiva o subjetiva de percepción de carecer de los recursos financieros para enfrentar las necesidades (reales o percibidas) de las personas.
De acuerdo con distintas investigaciones, cuando las personas experimentan la percepción de escasez financiera, provoca que casi toda la atención se dirija hacia el o los temas que se perciben como problemas financieros, mientras que otros aspectos (igual o más importantes) tienden a ser dejados de lado.
La percepción de escasez financiera genera a su vez un efecto negativo sobre la capacidad cognitiva y tiene efectos adicionales emocionales y a alterar la percepción de “descuento temporal” del retorno de decisiones financieras, entre el corto y largo plazos.
De acuerdo con el estudio “The prospective associations between financial scarcity and financial avoidance”, de Hilbert , et al, existe una asociación entre la percepción de escasez financiera y la conducta de “evasión financiera”. Cuando las personas perciben que carecen de los recursos para enfrentar sus necesidades financieras más apremiantes, se genera un efecto de deterioro de la capacidad cognitiva y emocional, que frecuentemente es enfrentada mediante una conducta de “evasión”, que lleva a las personas a evitar pensar o enfrentar los problemas financieros. Ello a su vez conduce, ante la falta de acción, a una mayor profundización de las condiciones que afectan su estabilidad financiera, generándose un círculo vicioso y un deterioro más grave.
Lo anterior se debe en parte al hecho de que la percepción de escasez financiera tiende a generar un incremento en los niveles de preocupación de las personas, un incremento en la percepción de falta de capacidad de control sobre la situación financiera personal y propicia un mayor foco en las decisiones y procesos en el corto plazo, condiciones todas que son contrarias a los requerimientos para un adecuado análisis y decisión ante problemáticas financieras.
Típicamente estos fenómenos perceptuales se detonan ante eventos muy puntuales. Por ejemplo, la recepción de estados de cuenta, la notificación de cobro de deudas pendientes o postergadas. Para las personas en situaciones como las descritas, estos eventos se perciben como fenómenos de amenaza.
Evidentemente, existen factores de personalidad que permiten en mayor o menor medida enfrentar fenómenos de esta naturaleza. Pero para la mayoría de las personas, estos fenómenos siempre se presentan en mayor o menor medida.
Por supuesto, para personas pertenecientes a hogares con niveles de ingreso bajo, la recurrencia de estas condiciones de percepción de precariedad y escasez financiera son más frecuentes y objetivamente, más apremiantes. Sin embargo, estos fenómenos también pueden presentarse en personas que, en un sentido objetivo, deberían tener más libertad de acción financiera al contar con ingresos mayores.
Para las personas que enfrentan condiciones de percepción de escasez financiera, un primer elemento importante para enfrentar este proceso lo constituye un apoyo externo, amigo o familia, que ayude a darle objetividad al tamaño de la contingencia financiera y, consecuentemente, a ponderar de mejor manera la urgencia real y presión temporal existente; así como a las medidas de corto plazo que se pueden (y deben) tomar y a las medidas que de largo plazo es necesario implementar para resolver la situación de fondo.
Lo anterior es fundamental para evitar que en entornos de percepción de escasez financiera, agravada por conductas de evasión financiera, se tomen decisiones apresuradas de corto plazo, se caiga en parálisis de acción y así se profundice la gravedad de la situación financiera inicial.