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Opinión

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La rifa fue un éxito

Foto: ReutersFoto: Reuters

Me escriben en redes para defender la actitud de miles de mexicanos que sacaron 500 pesos de su cartera y compraron sin coacción un billete de lotería para la rifa que organizó Presidencia. Me dicen que no entiendo de qué se trata, me mandan reportajes con testimonios de ancianas que juntaron de 20 en 20 para ayudarle al gobierno, caballeros que soñaron con unos millones, millenials que se sienten cardenistas.

¿Qué son para ti esos mexicanos?, me pregunta uno. ¿Son tontos?, pregunta otro. ¿Te burlas de miles de compatriotas?, dice uno más.

Son buenas preguntas. Nos permiten reflexionar sobre el éxito de la rifa simbólica del avión presidencial y sobre el posible éxito de una consulta para enjuiciar a ex presidentes. 

Desde la perspectiva económica, no tiene sentido. El avión sigue costando a los mexicanos, la rifa costó también a los ciudadanos y no se consiguió el dinero ni para mantener el avión ni para contar con una bolsa extra de recursos para Salud. Apenas para sacar la rifa.

Lo mismo pasaría con la consulta que el Presidente propone para enjuiciar a cinco ex presidentes: no tiene lógica para hacer justicia como la rifa no tuvo lógica para hacer dinero. 

Y sin embargo, lo reitero: la rifa es un éxito y lo sería la consulta, si la Corte asombrosamente determinara que sí va. Lo entiendo así al responder -al responderme, en realidad- la pregunta que hacían en redes: ¿qué son todos esos mexicanos que se suman al juego presidencial? ¿Son tontos?

No, de ninguna manera. Son público. Espectadores activos que se suman voluntariamente al juego, poniendo sobre el tablero sus emociones y apostando a éstas. Desmenucemos esas emociones. En muchos casos fueron anhelos individuales, breves momentos de felicidad: ¿qué hacer si se gana una millonada? ¿A dónde ir, qué comprar, qué resolver? Son sueños que todos se permiten disfrutar: un salto al mundo bueno en un pestañeo. Una rifa no lo garantiza, pero permite pensarlo y esa es dicha inmediata.

En otros casos fueron sentimientos de solidaridad patriótica, que puede ser una respuesta conductual derivada de la admiración, el amor o la simpatía. La admiración a una idea de nación, a un personaje; la identificación con él y lo que representa. El mensaje recibido es: el Presidente necesita nuestra ayuda para hacer un mejor México. La respuesta es: si me llaman me formo como mexicano, como lopezobradorista. Que sepa que cuenta conmigo para hacer patria, ¿dónde pongo mis 500 pesos?

En este último caso, que es al que apelan los juegos presidenciales (tanto la rifa como la consulta) hay una exaltación de la identidad patriótica y de la lealtad a un personaje que encarna a una patria. Por eso no importa si hay avión o no, si la rifa genera dividendos al Estado mexicano, si se gana la lotería o si la consulta es necesaria para activar a la Fiscalía. Estamos equivocando las categorías de análisis: que si es constitucional que si no, que si es desvío de recursos, que si es innecesario, que mejor pasen el dinero directo a los hospitales, mejor hagan directamente la acusación; nada de eso es relevante en el juego que se está jugando. 

Lo que importa es estar ahí, con él. Responder que sí, que el pueblo responde si se le pregunta, que ser público tiene sentido y funciona en dos vías: le da fuerza al que monta al espectáculo y les da satisfacciones a quienes se suman al juego. Dinero no. Justicia no. Dichas homeopáticas sí, amor, admiración, anhelos, simpatía o salida al enojo. ¿Se puede juzgar a quien participa por un anhelo? Sí, claro. Pero no se puede negar que tiene su racionalidad y que esa es la que juega el Presidente. 

Por eso los juegos presidenciales son exitosos.

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