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La sorprendente superpotencia futbolística
Cuando yo tenía 15 años me mudé de México a los Estados Unidos. Sentí que me habían llevado a otro planeta, desconectado del universo en el que existía y lo que más me importaba entonces: el futbol. En aquellos años de los ochenta, en un país dónde se acostumbra proclamar a los campeones de ligas domésticas como “World Champions'', el aislacionismo deportivo estadounidense era formidable. No había liga local de futbol, no se podían ver otras ligas en la televisión, nadie entre mis compañeros sabía del club América o del Cruz Azul, ni siquiera del Bayern o Barcelona. Ni de los Mundiales, a los cuales Estados Unidos no calificaba. Nada.
Cómo han cambiado las cosas. Mi hijo tiene casi la misma edad que yo tenía cuando migré, y él y sus amigos en su preparatoria en Maryland se la pasan jugando en la cancha o en la versión FIFA de video, tienen acceso por streaming a todas las ligas importantes del planeta, y se la pasan debatiendo que si el Real Madrid o el Liverpool, o Messi contra Ronaldo. Viven conectados, a diferencia de previas generaciones estadounidenses, con el resto del mundo en cuanto a lo deportivo.
Estados Unidos hoy en día, ya es el país económicamente más importante en el ecosistema de la FIFA, a pesar de que los qataríes hayan secuestrado este Mundial (que se le hubiera otorgado a los Estados Unidos sin la intervención de ciertas mañas que pospusieron el Mundial norteamericano hasta el 2026).
No importa lo que se mida, Estados Unidos, aunque frecuentemente no se aprecia, ya es potencia futbolera. Junto con China, los Estados Unidos es el país con el mayor número de jugadores juveniles en el mundo. Ya es el país donde la FIFA obtiene los mayores ingresos por la venta de los derechos televisivos para el Mundial. En los dos últimos Mundiales, también ha sido el país de origen del grupo más grande de aficionados al torneo que venían de fuera del país anfitrión. Y sigue siendo por mucho la principal sede de las marcas patrocinadoras indispensables para la FIFA como Coca-Cola, McDonald’s, VISA, y demás.
Más allá de los Mundiales y de FIFA, estamos presenciando un proceso de globalización de los grandes intereses deportivos estadounidenses. Tal como pasó con otras industrias en su día, vemos que la industria deportiva está creando conglomerados transnacionales que operan franquicias en diferentes ligas, inclusive en diferentes deportes. En la Liga Premier de Inglaterra, la liga deportiva más globalizada del mundo, cuatro de los seis clubes grandes – Liverpool, Arsenal, Manchester United y el Chelsea – comparten dueños, respectivamente, con los Boston Red Sox, Los Angeles Rams, Tampa Bay Buccaneers y los LA Dodgers. Y la adquisición de más y más clubes por inversionistas estadounidenses en el Reino Unido, Francia, Italia, y otras ligas se va acelerando.
Estos inversionistas entienden lo que Hollywood y otras industrias de cultura popular han entendido por mucho tiempo – que el mercado global ofrece mayores ganancias y crecimiento que el mercado exclusivamente doméstico. Los medios estadounidenses también entienden la importancia del futbol para conectar con el resto del mundo, como lo muestran la cantidad de ligas que televisan, o el éxito de programas como “Ted Lasso” en Apple TV+ o los documentales de “All or Nothing” en Amazon Prime.
El primer Mundial en los Estados Unidos en 1994, se puede describir como un esfuerzo externo de impulsar el deporte en este mercado emergente, incluyendo una nueva liga de la MLS. Aún entonces, el torneo fue un éxito, batiendo récords de asistencia en los estadios, con ayuda de comunidades inmigrantes y el arma secreta del deporte en EU: las jugadoras y fans femeniles, que se apoderaron del deporte en los colegios y las universidades.
El Mundial del 2026 que Estados Unidos compartirá con México y Canadá será una consolidación del futbol en Norteamérica. Y esta vez, las sedes estadounidenses son todos estadios de la NFL, cuyos dueños están conscientes de lo importante que es para ellos el otro futbol. Jerry Jones, dueño de los Cowboys, dijo recientemente en una entrevista que quizá sea más importante para Dallas ser sede de una final mundialista que de un Super Bowl, lo que han cambiado las cosas.
Hay mucho escepticismo en otras partes del mundo sobre el poderío futbolístico estadounidense, y la popularidad del deporte en este país. La NFL sigue siendo mucho más popular como espectáculo televisivo, el equipo varonil estadounidense no deja de ser mediocre, la MLS no está entre las primeras ligas del mundo.
Todas estas observaciones son correctas, pero desde el punto de la FIFA e inversionistas, son más indicios del potencial para el deporte en los Estados Unidos, muestras del futuro brillante que le aguarda. No sólo es el país más importante comercialmente para la FIFA, sino también uno de sus mercados donde habrá más crecimiento.
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