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La última milla de Amazon
Drones, vehículos eléctricos y datos, muchos-muchos-datos. Amazon tiene un plan para aligerar la última milla, la distancia que separa a su almacén del domicilio de los consumidores:
El plan incluye entregas con drones en menos de una hora desde que el comprador realizó su pedido y movilizar a sus repartidores en camionetas eléctricas provistas con información sobre casi cualquier cosa, como el número de semáforos, cruces peatonales, sanitarios de acceso público o los límites de velocidad que un conductor encontrará en la ruta hacia el destino final.
Todo conspira en relación con tiempos, costos y satisfacción de los consumidores en un mundo con exceso de apetito por la velocidad.
El capitalismo es conveniencia. Y Amazon está en el corazón del capitalismo del siglo XXI: tecnológico, impaciente, del futuro. “Nunca estamos satisfechos”, dijo David Carbon, vicepresidente de Amazon Prime Air, la división de entregas aéreas del gigante del comercio electrónico. Carbon hizo una presentación a la prensa de sus desarrollos de drones —aparatos voladores controlados vía remota con capacidad para transportar paquetes de casi 2.5 kilogramos.
La última milla es un concepto de viejo cuño para los profesionales del comercio electrónico y es uno de los mayores desafíos para servir a los consumidores. “La última milla se inicia en la estación de entrega, pasa por la ruta de entrega y regresa a la estación. Es la parte de la logística más cercana a los consumidores”, me dijo Mai Le, vicepresidenta de Amazon Last Mile Technologies, durante una visita de prensa a la fábrica de robots de Amazon en Boston, Massachusetts.
Noticia latinoamericana: los drones y los vehículos eléctricos no serán pronto una realidad en las poblaciones atendidas por Amazon en América Latina.
Los desafíos para su implementación no son menores y, por el momento, estas tecnologías están enfocadas para sus negocios al norte del río Bravo.
La imprevisibilidad distingue a la ciudad latinoamericana (con excepciones): reglas de tránsito que no funcionan; manifestaciones y estallamientos sociales; robos, asaltos y secuestros; sucesos naturales; infraestructuras al borde del colapso; perros correlones, registros de drenaje sin tapa y cables de luz, teléfono, internet y fibra óptica colgando sobre la cabeza de las personas como lianas o bejucos.
Mientras que en Estados Unidos, Amazon puede realizar unas 250 entregas promedio al día, según Mai Le, en México es imposible saberlo.
Aquí un recordatorio cotidiano: “Con el terremoto (del 19 de septiembre de 2022 en la Ciudad de México) se cayó la red de AT&T y perdimos contacto con nuestros repartidores”, dijo en septiembre un empresario del sector durante una charla sobre logística patrocinada por la revista Wired.
La capacidad instalada de Amazon en México no es menor. Tiene 11 almacenes (5 en el centro del país, en Cuautitlán y Tepotzotlán) y 36 estaciones de entrega que le permiten llevar mercancías el mismo día en 10 ciudades y al día siguiente en 86. Es el segundo operador de comercio electrónico por volumen de ventas; Mercado Libre es el líder, de acuerdo con la firma de investigación de mercados Euromonitor International.
Amazon reparte sus paquetes en América Latina a través de una red de más de 100 proveedores y contratistas guiados por el software, los algoritmos y las reglas corporativas de Amazon.
La tecnología analiza el tamaño de los paquetes y el número de entregas, los medios de transporte (camionetas, motocicletas), las predicciones del clima y de los tiempos en las rutas, el cálculo de millones de rutas posibles en relación a la cuota de paquetes a entregar y detalles geográficos, de tráfico y hasta de usos y costumbres. Datos, muchos datos.
Con eso basta por ahora en América Latina, debido, principalmente, al tamaño del mercado, dijo Rafael Caldas, ejecutivo de Amazon Logistics.
La tecnología de punta como drones y vehículos eléctricos está fuera del radar en América Latina, pero la programación y la explotación de datos no tienen fronteras y permiten a Amazon controlar su última milla de una manera, digamos, más tradicional.
* Conocí los planes de Amazon para la última milla en Boston, Massachusetts, a donde viajé por invitación de la compañía, que pagó mi vuelo de ida y vuelta desde la Ciudad de México.