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La vida después del medallero
La bandera de México se iza frente al podio. El nudo en la garganta, los ojos al borde del llanto, el corazón saliéndose del pecho, el dolor en las piernas empezando a sacudir el cuerpo, el cabello aún escurriendo sobre el uniforme y el cuello condecorado por fin con el sueño que nos hizo sacrificar tiempo, fiestas, relaciones, comidas, la vida “normal” desde que éramos niños.
Es el sueño de todo atleta y es una felicidad inconmensurable, plenitud. La meta ha sido cumplida, ¿y ahora? Incertidumbre. Apenas poner el primer pie bajando del avión, la vida se vuelve más complicada.
Pasamos de ser los ausentes, a ser “héroes nacionales”, figuras públicas, motivadores, símbolos nacionales. Dejamos de ser deportistas para ser celebridades. Nos preparamos toda la vida para subir al podio, pero no para bajar de él. Pasamos de perseguir un sueño a tener que buscar uno diferente a la mañana siguiente. Durante años hacíamos tiempo entre entrenamientos para pasar tiempo con la familia o los amigos, ahora pareciera que tenemos que hacer tiempo entre entrevistas para poder entrenar.
Nuestra identidad asume una nueva responsabilidad, una que le debemos a las nuevas generaciones de deportistas que, al igual que nosotros, se sentaron frente al televisor a vernos competir y dijeron “yo quiero hacer eso”.
Nos dedicamos a planear la medalla, el récord, el sueño; pero el después no está incluido en nuestro entrenamiento. De acuerdo con la psicóloga Kristin Keim, la clave para vencer esta sensación de melancolía y pérdida radica en desarrollar la identidad de los deportistas fuera del campo de juego. Es ahí donde, con la misma determinación con que se planea la competencia de nuestra vida, se tiene que planear qué sigue. No es un proceso fácil, y por experiencia sé que incluso puede ser intimidante. En mi caso, requería reinventar mi identidad; asumirme un novato en una área fuera de mi experiencia, después de haber escalado el Olimpo.
Los denominados “Post-Olympic Blues” es un fenómeno real al que nos enfrentamos todos los deportistas cuando dejamos esa etapa competitiva y es por eso que hay que ayudar a nuestros atletas a planear qué viene después.
A los deportistas que representaron a México en tierras niponas en estos Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020, después de un año de retraso en el cual tuvieron que guardar cuarentena, entrenar en condiciones sanitarias extremas, y en el caso de algunos, vencer el virus que causó la pandemia, les dedico mis siguientes palabras: Son grandes y han llenado de orgullo a nuestro país. La delegación mexicana ya ha demostrado el rojo de su sangre y el calor de su coraje y hasta hoy se ha colgado en Tokio 2020 tres medallas de bronce y en otras ocasiones, arañando la gloria del podio por milésimas y centésimas en puntuaciones, ya ha establecido récords en la historia del deporte mexicano. Los atletas son la representación más fiel del espíritu azteca: resiliencia y un hambre insaciable por el progreso.
Con la misma determinación que enfrentaron esta gran competencia, los invito a planear cual es su siguiente paso. Puede ser París 2024, que ya esta a la vuelta de la esquina; puede ser empezar un nuevo camino. Independientemente de su decisión los invito a reflexionar sobre sus siguientes pasos. Si el retiro del alto rendimiento deportivo esta en su futuro inmediato y necesitan alguien que los escuche o que los aconseje, siempre podrán contar con mi apoyo. Después de todo, entre atletas nos unimos y como diría mi buen amigo Taraje: “es momento que juguemos el juego después de Juegos”.
@ismaelpenta