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Opinión

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Los costos de la desintegración

Los siguientes pasos de integración deberán enfocarse en transporte, procesos aduaneros y en la integración de mercados de capital.

Uno de los efectos menos apreciados, de mayor importancia, del proceso de integración en la región económica norteamericana es la importación de una normatividad estable, la cual genera una relativa confianza sobre los prospectos de inversión en zonas, digamos la mexicana, que antes eran consideradas poco confiables.

Ello ofrece una explicación a la aparente paradoja de por qué a pesar de la ola de violencia o de la debilidad de derechos de propiedad bien definidos, se siguen materializando proyectos de largo plazo de inversión, incluso en zonas como los alrededores de Ciudad Juárez, por no decir varios puertos de la economía mexicana. En los debates sobre el futuro del comercio regional en la zona norteamericana se llegó a postular la tesis de la camisa de fuerza dorada, la cual vaticinaba la inevitabilidad de transformaciones institucionales importantes, en países donde el aumento en la calidad de las instituciones económicas sería necesario para mantener competitividad.No resultó así. No se han visto las segundas y terceras olas de reformas estructurales que se esperaban, ya sea en materia fiscal, en el apartado laboral, en desregulación, en energía, en mejora en los derechos de propiedad. Sin embargo, sí se aprecia un efecto de amarre institucional, que le da mayor certidumbre al régimen de inversión interno.

Los siguientes pasos de integración deberán enfocarse en rubros como la integración de los sistemas de transporte (por ejemplo, el famoso paso de camiones terrestres o un esquema de cielos abiertos), unificación de procesos aduaneros y, sobre todo, en la integración de mercados de capital.

En este último, la ausencia de un mercado profundo ha generado la paradoja de cuando a la pequeña y mediana empresa le va bien -o sea, hay aumentos importantes en la demanda de los productos que se ofrecen-, les va mal -no tienen la capacidad financiera para absorber la compra de insumos necesarios para proveer el aumento de demanda. Una línea de crédito tarda una cantidad de tiempo exasperante, mientras que las garantías que los proveedores financieros exigen prácticamente implican poner un gravamen sobre el alma de los integrantes de las empresas. Ya ni hablar de otros productos financieros, como el factoraje, que son verdaderamente complicados y prohibitivos. Éstos son los costos de la desintegración más visible cuando se realiza un proceso de apertura comercial.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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