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Opinión

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Los kurdos no tienen a Barcelona

Chiitas y sunitas luchan en Irak, otros desean separarse.

El 25 de septiembre de 2017, el Gobierno Regional del Kurdistán celebró un referéndum sobre la independencia en la región kurda de Irak. Aproximadamente, 93% de los votos fue favorable a la separación. El gobierno de Irak, encabezado por Fuad Masum (un kurdo educado en la Universidad de Bagdad), declaró al referéndum contrario a la Constitución.

Llama la atención que el referéndum en el Kurdistán iraquí pasara desapercibido en la mayor parte de la prensa occidental. Ni siquiera esos que aplaudieron el referéndum catalán (más por el interés de quedar bien con el mundillo editorial, que por un auténtico compromiso con la República naciente) comentaron algo sobre el referéndum kurdo; apenas unas cuantas notas y uno que otro artículo sobre el tema, a pesar de que el kurdo es un pueblo que lleva más de 100 años deseando la independencia. Según datos del Instituto Kurdo de París, entre 36 y 44 millones de kurdos conforman la mayor nación del mundo sin Estado.

No la han tenido fácil; además, de los obstáculos puestos desde el gobierno iraquí, la oposición más intolerante a la creación de un Estado kurdo viene de los países en los que ese pueblo tiene asentamientos y que temen que el independentismo estimule la independencia en sus territorios: Irán, Turquía y Siria. Tampoco tienen el apoyo del resto de la comunidad internacional. Según António Guterres, secretario general de la ONU, el proceso de independencia kurda pondría en riesgo otros temas relevantes en la región: la derrota total del Estado Islámico (Isis), la reconstrucción de los territorios y el retorno de los refugiados. Los únicos países que apoyan la creación de un Estado kurdo son Israel y, con matices, Rusia.

Ante el fracaso político (que no electoral) de la independencia, el gobierno regional kurdo quiso hacerse del control de Kirkuk, una ciudad milenaria asentada sobre enormes reservas energéticas que hacen de ella una región codiciada por muchos. Y aquí aparece el gran problema: el petróleo y el gas. En octubre del 2017, la compañía rusa Rosneft y el gobierno del Kurdistán iraquí celebraron un contrato por el que la petrolera rusa compraría de 60 a 70% del crudo que exporta la región; y, el pasado mes de mayo, ambas partes firmaron un acuerdo por el cual la compañía rusa construirá y operará un gasoducto en el Kurdistán de Irak. Por supuesto, el gobierno de Bagdad desconoce tales acuerdos; y como siempre, la región queda paralizada con reducidos márgenes de maniobra para sus intereses.

Mientras tanto, del otro lado de la frontera, en Turquía, se celebraron elecciones presidenciales y parlamentarias. Ahí los kurdos llevaron un candidato a la presidencia que hizo campaña desde la cárcel. Su nombre: Selahattin Demirtas, de 45 años. En el 2016 fue arrestado después del fallido golpe contra el gobierno. Estamos en espera de los resultados. En todo caso, el kurdo —la mayor nación del mundo sin Estado— es un pueblo que tiene pelea para rato.

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