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México y China: 50 años de vínculos diplomáticos
El 50º aniversario de relación diplomática con la actual hegemonía internacional en ascenso plantea una oportunidad para reflexionar sobre las acciones que México puede emprender para aprovechar y resistir cualquier producto de la relación misma. En 1972, China se encontraba en una posición internacional fuerte, pues recién se había integrado a la ONU gracias a la resolución 2758 votada en la Asamblea General, e iniciaba un proceso de normalización de relaciones diplomáticas con dos de los países más fuertes en Asia-Pacífico: Estados Unidos y Japón. Precisamente, esto último es lo que permitió, en gran medida, el establecimiento de las relaciones diplomáticas sino-mexicanas. De igual modo, México se encontraba en una posición internacional fuerte, resultado de sus gestiones para consolidar el “Tratado de Tlatelolco” en 1967, así como de la construcción de la imagen internacional impulsada por el entonces presidente Luis Echeverría (1970-1976).
Los cambios sistémicos de las dinámicas del capitalismo transnacional de la época, aunado a turbulencias culturales, políticas y sociales –el inicio de la posmodernidad– abrieron paso a cambios en las ideologías entonces imperantes. Por el lado de China, esto se vio con el cambio de actitud frente a Estados Unidos, pues el gobierno bajo el liderazgo de Mao Zedong había pasado de denostar fuertemente a Washington a invitar a Nixon al país asiático –por cierto, el 2022 también marca el 50 aniversario de esta visita–. Por el lado de México, esto se vio con el “descongelamiento” de la relación con Cuba a inicios de la década de 1970, la visita de Echeverría a la Asamblea General de Naciones Unidas en 1971, además de la visita a Chile en 1972. Es decir, a nivel de estructura se dieron las condiciones para al establecimiento de relaciones. China emprendió profundas reformas integrales que dieron a pie al “socialismo de mercado”, denominado así por los mismos líderes chinos. Por su parte, México también emprendió profundas reformas en el ámbito económico fuertemente influidas por el modo de producción capitalista en su fase neoliberal. Se podría decir que China resistió el peso de la estructura mundial, mientras que México, adoptó los nuevos principios económicos de la década de 1980.
La lección más importante de la experiencia china de desarrollo es que es una experiencia única, adecuada a sus condiciones culturales, económicas, políticas y sociales nacionales. Esto explica que el desarrollo chino sea un desarrollo “integral”, no limitado a considerar al crecimiento económico, la estabilidad macroeconómica o la captación de inversiones como fines en sí mismos. Pero, ello también explica que la política exterior china sea una política sumamente particular, misma que recientemente ha provocado incomodidades y suspicacias por la tenaz defensa de los intereses de China en el mundo; la llamada “diplomacia guerrero-lobo”. En este tenor, no es posible distinguir a la experiencia mexicana de desarrollo de los procesos globales característicos del modo neoliberal de producción capitalista. Por esto, la agencia internacional de México reproduce los patrones estructurales sin distinción alguna, lo que explica que la política exterior mexicana tenga un marcado acento económico-comercial y priorice el establecimiento de acuerdos comerciales.
Para el año 2022 China se encuentra en una posición internacional sumamente fuerte, por no decir dominante, con una agencia capaz de definir procesos internacionales, e incluso estructurales –ostentando el 18% del producto interno global para 2021, diez veces más que México.
Quienes asumen que China representa una oportunidad comercial para México, han perdido de vista la asimetría en la relación bilateral. Esto implica repensar seriamente nuestras herramientas para adoptar una agencia suficientemente capaz de lidiar con la China del siglo XXI.
*Profesor de la UAM Xochimilco.
@EdCamCan