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Opinión

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Milei y Amlo, distintos pero iguales

Buenos Aires. La fuente de vitalidad de los presidentes de Argentina y México es la popularidad. Las encuestas son sus signos vitales.

Ambos desprecian el diálogo con la oposición.

AMLO no ha recibido a los líderes de la oposición durante cinco años de su Gobierno; Milei tiene un mes como presidente y desea reformar 1,028 normas y/o leyes (el decreto de necesidad y urgencia con 364 modificaciones, y la conocida como ley ómnibus, con 664 artículos), pero no quiere que la oposición en el Congreso les ponga obstáculos, pese a que su partido, La Libertad Avanza, es minoría.

AMLO y Milei desean encabezar cambios de régimen: el mexicano a través de su llamada Cuarta Transfomación; el argentino a través de la desregulación económica más ambiciosa en los últimos 100 años.

Milei y AMLO lanzan dardos contra las “castas” política y empresarial corruptas. (Fue Pablo Iglesias, fundador del partido español Podemos y vicepresidente de gobierno, el político que mediatizó la palabra “casta” para criticar a la clase política tradicional.)

Ambos, Milei y AMLO, usaron el eje temático de la corrupción durante sus respectivas campañas políticas.

La crisis económica catapultó a Milei a la presidencia. Su candidatura representaba la última puerta de emergencia. El mexicano fue catapultado a la presidencia por la corrupción de la clase política. Milei es un outsider de la política; AMLO, no, estuvo 20 años publicitándose como el líder de izquierda “moral y anticorrupta”.

Milei quiere hacer los grandes cambios a la Constitución desde el inicio de su Gobierno; AMLO optó intenta hacerlos, los más polémicos, durante la segunda mitad del sexenio, sin contar con la mayoría calificada en el Congreso.

Los dos viajan en aviones comerciales. AMLO lo ha dejado de hacer porque según dice, no quiere que la gente insulte la investidura presidencial. Milei viajará a Davos en un vuelo de Lufhtansa pese a que el avión que compró la administración de Alberto Fernández está listo para ser utilizado.

A Milei solo le interesan dos temas: inflación y déficit cero, el resto de sus responsabilidades las delega en la figura de Nicolás Posse, jefe de Gabinete. A AMLO solo le interesa sus conferencias de prensa. No hay figuras en su gabinete. Nadie puede hacerle sombra. Algo más. No usa tecnicismos porque desconoce lo mismo a la micro como a la macroeconomía.

Milei convirtió a su hermana Karina en jefa de su oficina, y al arquitecto de las reformas económicas, Federico Sturzenegger, en un hiperministro sin cartera.

AMLO apela a los subsidios para moldear y consolidar su popularidad. Milei construye su popularidad cortando subsidios. La motosierra la ha introducido al “quirófano” y con ella ha generado altísimas expectativas.

AMLO apuesta por obras públicas para vincular su imagen con trenes, aeropuertos y refinerías; Milei ha cancelado proyectos de obra pública.

Las relaciones con medios de comunicación son suigéneris en los entornos de Milei y AMLO: ambos han cancelado pautas publicitarias. El argentino, el 100%. Inclusive, ha puesto a la venta la televisión pública. El mexicano mantiene vínculos con La Jornada y Televisa, y ha socavado la pluralidad de la televisión pública.

Milei tiene de su lado el antikirchnerismo de la plataforma de noticias La Nación +.

Los rasgos presidenciales de AMLO y Milei convergen en el adanismo: ambos critican a toda la clase política que gobernó en el pasado. Con ellos se refundarán los estados argentino y mexicano, nos dicen.

Milei tiene el tiempo encima. Si la economía no mejora en los próximos seis meses tendrá que apostar doble para poder gobernar. AMLO se irá pronto, pero ha dejado todo preparado para que su figura permanezca en el entorno.

Milei y AMLO, distintos, pero iguales.

X: @faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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