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Opinión

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No todas las empresas resisten igual

Cuando este gobierno termine, México seguirá tomando cerveza. Cuando la 4T pase al juicio de la historia, América del Norte seguirá consumiendo esta bebida que tiene 9,000 años entre nosotros.

Eso lo sabe Constellation Brands, la empresa cervecera que sufrió los embates de la autocracia de la 4T y tuvo que cancelar la construcción de una planta industrial en Mexicali, Baja California, que llevaba un avance de 70% y una inversión de 1,400 millones de dólares.

Sin embargo, esta empresa, que posee los derechos para comercializar las marcas de Grupo Modelo en Estados Unidos, sabe que tienen un mercado muy fuerte y que ahí estará cuando este país vuelva a tener un giro político.

Claro que esa capacidad económica para volver a invertir más de 1,000 millones de dólares en otra planta, ese gran mercado cautivo y esa resiliencia de esta cervecera no la tienen todas las empresas, en especial aquellas de capital mexicano que operan en el mercado local.

La ventaja competitiva que tienen muchas empresas que surten el mercado de Norteamérica alcanza a compensar muchas de las pifias gubernamentales de la 4T. Será un reto mayúsculo para muchas de estas firmas si llega a pasar por el Congreso la contrarreforma energética propuesta, pero muchas podrán encontrar que su costo de oportunidad da para aguantar las políticas públicas actuales.

Pero es un hecho que los datos de inversión fija bruta y sus niveles alarmantemente bajos deberían encender los focos de alerta del gobierno federal, pero ocurre lo contrario.

Si hay poca inversión productiva en México es por la desconfianza que genera el actual régimen con medidas, por ejemplo, como la cancelación de la planta cervecera en la frontera norte por una decisión arbitraria.

Claro, el camuflaje de la consulta popular fue el mismo parapeto que usó el presidente Andrés Manuel López Obrador para cancelar la construcción del aeropuerto de Texcoco, pero el resultado es el mismo: desconfianza empresarial.

Y los números no mienten, la explicable caída por efectos de la pandemia de Covid-19 no logra una recuperación por los efectos de la desconfianza.

Los niveles de inversión fija bruta que reporta el Inegi dejan ver con toda claridad cómo este país empezó a perder esas inversiones de forma acelerada cuando López Obrador ejecutó su capricho de cancelar el aeropuerto de Texcoco.

Hay algo que escapa por completo a la comprensión oficial y es el hecho de que, sin un crecimiento económico impulsado por las actividades de los agentes privados, no hay manera de conseguir los recursos para los planes de gasto público, con todo y las obras faraónicas y el gasto asistencial, porque está sustentado en la recaudación.

El repunte en las actividades terciarias, consumo y servicios, encontrará un tope en la realidad de una economía en la que no se invierte y por lo tanto no crece. Eso se convertirá en un cuello de botella.

El peligro está en que, lejos de entonces entender la necesidad de alentar las inversiones, se podrían buscar alternativas tributarias para recargarse más en los contribuyentes cautivos para mantener el nivel de gasto que genera este gobierno.

Se requiere inversión

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Sin un crecimiento impulsado por las actividades de los agentes privados, no hay manera de conseguir recursos para los proyectos de la 4T.

Topar con pared

El repunte en las actividades terciarias, consumo y servicios, encontrará un tope en la realidad de una economía en la que no se invierte y por lo tanto no crece.

Desconfianza

Si hay poca inversión productiva en México es por la desconfianza que genera el actual régimen.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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