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Opinión

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Oportunidades hacia la COP27 en Egipto

A principios de noviembre próximo se celebrará en Egipto la 27 Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Esta reunión dará seguimiento a los compromisos anunciados apenas hace un año durante la emblemática COP26 en Glasgow, Escocia.

Con la vorágine de noticias que nos anuncian todo el tiempo la inestabilidad internacional, además de la posibilidad real de que Estados Unidos y China -los dos mayores motores de la economía mundial- entren en recesión, parecería que el tema del cambio climático ha pasado a segundo plano. Estos eventos además generan dudas sobre si en Egipto se podrá construir sobre los resultados de la COP26, antes de que alguna tragedia generada por el cambio climático nos haga dicha tarea impostergable.

Lamentablemente, es posible que esa tragedia no esté lejos. La COP27 tendrá lugar en medio de graves eventos climatológicos: incendios en el sur de Europa, inundaciones en Paquistán y temperaturas récord en Estados Unidos. Los costos asociados a estos eventos ascenderán a miles de millones de dólares, además de que desplazarán a un número importante de personas de sus lugares de origen.

A pesar de lo urgente y evidente de estos problemas, la COP27 competirá con otras prioridades del mundo, y la decisión no será sencilla. Primero, aunque la pandemia redujo significativamente las emisiones durante el año 2020, éstas repuntaron en la medida en que las actividades económicas se reanudaron –de hecho, las emisiones del 2021 se incrementaron hasta alcanzar los niveles históricos más altos-. Adicionalmente, la invasión de Rusia a Ucrania ha disparado los precios de los energéticos, incluyendo el gas natural, lo cual ha obligado a que se utilicen fuentes de energía menos amigables con el medio ambiente; el invierno en el hemisferio occidental verá sin duda un incremento en el consumo del carbón y la madera.

En tercer lugar, los compromisos ambientales cuestan dinero. Si bien los países desarrollados pueden dedicar enormes cantidades de recursos para la transición energética como parte de los paquetes de estímulo fiscales que han implementado, estos mismos países no se ha cumplido con el compromiso de financiar la transición energética en los países menos adelantados. Sin esos recursos, es difícil que los países en vías de desarrollo puedan avanzar en la reducción de emisiones – no solamente porque no pueden financiar la tecnología para dicha transición, sino porque además los limitados recursos fiscales que sí poseen son utilizados para otras necesidades igualmente urgentes, como la salud y la alimentación.

Aunque no parece estar en la agenda de discusiones, una conversación que seguramente sucederá en los pasillos de la COP27 será la manera en que el combate al cambio climático podría derivar fácilmente en un proteccionismo comercial disfrazado: tanto en Europa como en Estados Unidos, así como en otros países desarrollados como Canadá y Australia, se debate si deberían establecerse impuestos a la importación de productos que sean fabricados con una alta huella de carbono. Aunque la idea suena noble, incluso deseable, no hay que olvidar que si estos esquemas llegaran a implementarse, los países pobres serían los más afectados, ya que estarían privándolos de un ingreso económico importante.

Entonces, ¿qué podemos esperar de la COP27 en Egipto? Siendo realistas, me parece que lo mejor que podría suceder es que como resultado de esta cumbre se dirija el foco de atención –y el eje de las actividades futuras– en lo que necesita el mundo en desarrollo, principalmente financiamiento. Estos países son los que resienten con mayor fuerza los efectos negativos del calentamiento global, aunque sean los que menores emisiones aportan.

Adicionalmente, sería un gran éxito si más países (México incluido) actualizaran sus metas originales de reducciones, aunque esto es poco probable. Al momento de escribir estas líneas, apenas unos pocos países han anunciado mayores compromisos de reducción, lo cual aún es insuficiente para aminorar la temperatura promedio del mundo según los objetivos del Acuerdo de París.

En conclusión, no puede haber un tema más urgente que el combate al cambio climático, pero ni siquiera este rubro se encuentra aislado de la realpolitik mundial. Ante esto, renovar el llamado a que los gobiernos del mundo enfoquen sus prioridades se vuelve urgente.

El autor es académico de la Universidad Panamericana; previo a eso, desarrolló una carrera de veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.

Juan Carlos Baker es académico de la Universidad Panamericana. Durante veinte años trabajó en la Secretaría de Economía, en la Subsecretaría de Negociaciones Comerciales Internacionales, de la que fue titular entre 2016 y 2018.

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