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Opinión

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Paradojas de obamanomics

Donde no hay confianza hay desconfianza; y donde hay desconfianza no existen las condiciones para agilizar el empleo permanente o invertir a largo plazo.

La gran paradoja que prevalece sobre el renacimiento de la fórmula expansionista dentro de la administración de Obama es que a pesar de que en términos estadísticos la economía ya no sufre una recesión, el desempleo sigue su marcha, a la vez que la tendencia del desempleo a largo plazo se ubica en su nivel más alto desde la época de la posguerra.

Así, a pesar de la euforia neo-keynesiana que se generalizó en la ahora llamada obamanía, los hechos ex post demuestran que las dosis de estímulo fiscal apenas han logrado cumplir con su objetivo original. En el maravilloso ejemplo del economista Allan Meltzer, las transferencias de recursos han logrado alargar la temporalidad de ciertos empleos, pero no han podido generar los incentivos de productividad que requiere la constante generación de plazas de largo-plazo.

En ambos casos, el efecto neto sobre la demanda agregada es minúsculo, dado que agentes con empleos temporales tenderán a ahorrar para mañana, en vez de gastar en el presente, mientras que los agentes desempleados simplemente no cuentan con una expectativa a futuro. Empero, tal como expone Meltzer, el tema no es si las diversas modalidades de estímulo económico funcionan o no. El reto sigue siendo crear, o reconstruir, un clima de inversión de crecimiento estable, con tasas de inflación bajas.

El reto, pues, es de todos los países en la economía global, salvo los casos idiosincráticos como Venezuela, Corea del Norte, Cuba o Argentina.

Ésta es otra paradoja de la obamanía: identificar el ingrediente ausente en la ecuación de recuperación económica. No se trata meramente de dar soluciones creíbles al problema de déficit de las finanzas públicas, déficit, además, a todas luces insostenible. Meltzer, otra vez, nos dice: el gran enemigo de la recuperación es la incertidumbre. Sin duda, viendo hacia el futuro, siempre existe un grado de incertidumbre, pero los costos de mitigar futuros riesgos se ven afectados cuando no hay una expectativa sobre futuras tasas impositivas o futuras regulaciones, o futuras acciones que tengan que tomarse para hacer frente a los gigantescos hoyos fiscales generados por gastos contingentes en el sistema de salud, en las nuevas normas financieras, en el sistema de Seguro Social.

Valga la tautología, pero donde no hay confianza hay desconfianza; y donde hay desconfianza no existen las condiciones para agilizar un mercado laboral permanente o para invertir y, con ello, estimular en forma estructural la demanda agregada.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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