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Opinión

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Pemex (2024-2030)

No sólo se ratificó la trayectoria política que inició en 2006 y se hizo oficial en 2018. Se ha refrendado el conjunto de directivas que, una y otra vez, se han hecho públicas sobre Pemex y el papel que el petróleo debe jugar para México. Durante la campaña en 2006 se propuso la idea de no exportar más y de convertir en palanca de desarrollo nacional al petróleo. En los últimos años el concepto de “soberanía” se le añadió y se procesó, poco a poco, como un tema de “seguridad”. La narrativa de maximizar la renta, es decir, extraer lo más rápido y con el menor costo posible al petróleo, la rentabilidad como principal razón de petróleo y otros conceptos asociados, están de salida. El Pemex como estorbo, ineficiente, lleno de agremiados y sindicalizados que no hacen nada, el Pemex que miente con sus cifras y esconde cadáveres, ese ya no está en la “narrativa” o, al menos, no en la hegemónica. En el gobierno que está por concluir, ha empoderado a Pemex tanto simbólica como financieramente, quizá como nunca desde antes de 1982.

El gran reto ahora es técnico y programático. Los cuadros con que cuenta Pemex deben de ir en una dirección coordinada, consistente, sostenible y técnicamente eficiente. Las pequeñas y grandes acciones, la gestión energética y los resultados tangibles tendrán que respetar el programa estrictamente. Los planes, especialmente el de sustentabilidad, tendrán que cumplirse, mejorarse y ampliarse. La tarea es enorme y debe de dar resultados en poco tiempo, lo cual ya es un contrasentido en una industria como la fósil. Pero el empoderamiento de Pemex no puede ser futuro sin que se adicione el componente verde, por todos lados y en todos los procesos, a su operación. Si se logra un soberanía y seguridad energéticas “verdes” se podrá proyectar exitosamente.

Las grandes inversiones que se han hecho recientemente en particular en Tabasco y en otros estados con actividad petrolera deberán garantizar que las externalidades positivas no se tornen negativas en el corto plazo. El estímulo de las economías estatales y a varias regiones ha sido provechoso generando empleos, dándoles ingresos a personas y familias, incentivando el sector servicios, la proveeduría y un largo etcétera. El motor de las inversiones federales petroleras ya ha goteado y ha arrastrado a economías locales, estatales y aún regionales. El reto estará en cosechar y sembrar en otras áreas, aledañas a la exploración y explotación petrolera, las grandes inversiones del estado. La refinería y otras obras tendrán que generar cadenas productivas y de servicios que tengan una orientación hacia la diversificación, por imposible que parezca. El reto será despetrolizar lo más posible a comunidades, municipios y estados. El proyecto transístmico (en particular la Línea Z) y el tren maya, entre otros grandes proyectos pueden ayudar enormemente a ello.

El gran desafío será llegar a un punto de equilibrio, quizá subóptimo, entre las necesidades financieras del gobierno federal y Pemex y sus operaciones. Pemex no debe ser un agente financiero del gobierno federal, como alguna vez me lo dijo Carlos Tello Macías, el ex subsecretario de ingresos. Tampoco debe de ser el remedio de todos nuestros males ni desde luego un paliativo. Pero tanto tiempo priorizando la exploración y la producción ha dejado desorientada a la empresa para volver a la petroquímica, y a la transformación industrial en general. En efecto, su capacidad de refinación es grande y lo será mucho más, pero tiene muchos retos por delante en petroquímica y en todo ello, su vocación verde tiene aún que confirmarse.

El Pemex del 2024-2030 requiere construir capacidades y quizá voltear a otras latitudes para replicar lo que deba de tomarse prestado. Ya se han aprendido muchas lecciones, como lo ha dicho quien será Secretario de Hacienda, en años recientes. Se tendrá que argumentar que una rentabilidad estrictamente financiera no está peleada con una económica y social, siempre en un entorno de economías de escala, subnacionales como ya se ha dicho y regionales/territoriales. Pero Pemex debe ser contribuyente y aportar al erario y al país, porque los recursos naturales son bienes nacionales y retribuir al Estado. Una gran pregunta se centra en si deberá entregar recursos obtenidos de impuestos o regalías, y cuál sería la mezcla óptima entre ellas. También si estos recursos serán para dar liquidez como flujo, o para incrementar stock, como activos estatales. Las “presas” también son temas para discutir, esos fondos que acumulen recursos en tiempos de bonanza, pero el momento no lo exige. Pero no es posible ya imaginar un Pemex dedicado mayoritariamente a explorar, producir y exportar crudo. Pemex tiene que caminar sólo y ser punto de apoyo, para la política energética, la política económica y sin duda, para la política de estado.

*El autor es profesor de la Universidad de Georgetown en Washington, D.C.

gf7@georgetown.edu

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