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Presupuesto y salud
Las verdaderas prioridades de los gobiernos se reflejan más en el presupuesto que en el discurso. Considerando que la salud es uno de los temas que más importan a la ciudadanía y que ha sido uno de los temas señalados como prioritarios de este gobierno y en el que se han implementado importantes cambios, conviene reflexionar un poco sobre cómo queda la salud en el Proyecto de Presupuesto de Egresos (PPEF) enviado al legislativo.
Enfrentamos aún enormes retos en salud. Algunos vienen de tiempo atrás, como son la fragmentación e inequidad del sistema de salud y la cobertura incompleta y baja calidad. Sin embargo, hay otros de reciente creación o que han empeorado como producto de cambios en políticas y malas decisiones. Qué decir del efecto de la pandemia de Covid y la mala respuesta a ésta, cuyo impacto se mide en cientos de miles de muertes evitables.
Sería deseable que el proyecto de presupuesto reflejara no sólo la atención a cuestiones coyunturales, sino que contribuyera a crear las bases para alcanzar mejores resultados en salud para todos, ahora y en el futuro. Esto es particularmente relevante ante el ambicioso objetivo planteado por el gobierno de garantizar la cobertura universal de los servicios de salud y medicamentos gratuitos para todos, lo que requiere un esfuerzo financiero mucho mayor al actual. Considere que la población que carece de acceso a servicios de salud ha crecido de manera considerable: del 16.2% de la población en 2018 a 28.2% en 2020 según CONEVAL. El PPEF no lo refleja, de hecho, el proyecto considera un gasto en salud solo 4.2% mayor a lo presupuestado en 2022 -incluyendo lo que se va a la Secretaría de Salud, a estados y municipios y a las instituciones de seguridad social-. Esto representa 2.8% del PIB, lejos del 6% recomendado internacionalmente. El IMSS Bienestar, organismo que se encargará de aumentar la cobertura en sustitución del INSABI, tendrá un menor presupuesto el año que entra.
Importa no solo el monto sino en qué y cómo se utiliza. México Evalúa ha documentado como el número de consultas ofrecidas por el Insabi es considerablemente menor a las que había con el Seguro Popular. Además de la falta de cobertura, esto conlleva mayores gastos futuros por no diagnosticarse e iniciar el tratamiento de padecimientos de manera oportuna. También obliga a las familias a aumentar de manera significativa su gasto de bolsillo en salud. Por otra parte, el PPEF mantiene la inequidad en los servicios de salud, manifestada entre otros, en la gran diferencia en el gasto por paciente según la institución que ofrece los servicios. Además, a pesar del ampliamente documentado desabasto de medicinas, el gasto proyectado en medicamentos para 2023 es 15% menor que en 2022.
Particularmente alarmante es la escasa importancia que se le da a la prevención. La probabilidad de muerte por enfermedades prevenibles como las cardiovasculares, diabetes o enfermedades respiratorias crónicas, va en aumento al igual que la de si por elevada prevalencia de sobrepeso y obesidad, factor de riesgo para múltiples padecimientos, pero lo destinado a prevención así como a control del obesidad y diabetes aumenta sólo marginalmente. La vacunación es una de las medidas de prevención más eficaces y costo-efectivas. La cobertura con esquema completo ha caído drásticamente: de casi 80% en 2012 a solo 35% actualmente, y se empiezan a ver rebrotes de enfermedades que ya eran raras como sarampión y tuberculosis. A pesar de esto, el PPEF plantea reducir el presupuesto en vacunación a menos de la mitad, cuando debería ser mayor para atender el rezago.
Para alcanzar la cobertura universal con servicios de calidad es necesario considerar también dos grandes transiciones que atraviesa México y que tendrán implicaciones enormes sobre las necesidades de salud de la población y el gasto para atenderlas. Me refiero a la transición demográfica y el envejecimiento poblacional que conlleva, así como a la transición epidemiológica, que implica cambios en los patrones de enfermedad y muerte: pasar de enfermedades infecciosas trasmisibles a mayor prevalencia de enfermedades no transmisibles, como padecimientos cardiovasculares, renales y cánceres, que demandan atención más especializada y cara. El PPEF no parece reconocer estos cambios irreversibles. Por otra parte, la pandemia del Covid nos demostró que tenemos que estar mejor preparados y elevar la resiliencia ante futuras pandemias que seguro llegarán. Nuevamente, el PPEF no lo refleja.
La esperanza de vida de los mexicanos cayó cuatro años entre 2019 y 2021, un triste reflejo de los resultados en salud y otros factores. Ni el proyecto de presupuesto, ni muchos de los cambios en política de salud parecen afectados por ello.
*El autor es líder de la Unidad de Políticas Públicas y Salud del Institute for Obesity Research y de la Iniciativa de Políticas Públicas y Salud del Tecnológico de Monterrey.