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Refinería de Dos Bocas: ¿más grave que cancelar el aeropuerto?
La refinería de Dos Bocas tiene un par de cosas en común con el aeropuerto de Santa Lucía: tiene luz verde a pesar de los riesgos de construcción y de los problemas financieros que puede causar al país
Ninguna de las cuatro constructoras convocadas por el gobierno pudo garantizar la construcción de la refinería de Dos Bocas en tres años, con un presupuesto de 8,000 millones de dólares. Por eso, se declaró desierto el concurso. Pudo haberse cancelado el proyecto, pero el gobierno decide duplicar la apuesta: Dos Bocas sigue y lo hará Pemex, bajo el liderazgo de la Secretaría de Energía.
El peso perdió unos centavos luego del anuncio, mientras se encarecía el costo del seguro contra los defaults de la petrolera mexicana. ¿Por qué los mercados reaccionan así? Pemex es una empresa muy endeudada y se está aferrando a un proyecto que tiene altas posibilidades de fracasar. La reacción de ayer es una cachetadita, comparada con lo que puede venir: baja en la calificación de la deuda de Pemex y de la deuda soberana de México. Turbulencia en los mercados.
La refinería no gusta por muchas razones, empezando por el proceso de construcción. Pemex se hará cargo de la obra, a pesar de que no es una constructora ni cuenta con un área especializada en construcción, desde que la que tenía fuera desmantelada hace más de 25 años. ¿Podrá hacerla con mejores tiempos y costos que las mejores constructoras del mundo? AMLO piensa que sí.
Más allá de la construcción, los riesgos más importantes tienen que ver con la operación. En el mundo, el negocio más rentable para las petroleras es la producción de crudo. Genera dos o tres veces más ganancias que la refinación en el mundo. En México, la cosa es peor: la refinación sólo genera pérdidas. Aquí las refinerías utilizan 10 veces más personal que en Texas. Tienen costos 30% superiores que en Colombia o Brasil. Para justificar la decisión de seguir con la refinería, la secretaria Nahle no presentó estudios de factibilidad que justifiquen la inversión de 8,000 millones de dólares ni tampoco puso esta decisión en el contexto del plan de negocios de Pemex.
Para qué presentar un plan de negocios, si tenemos una narrativa que entusiasma a los que votaron por nosotros, supongo que pensó la secretaria Nahle. La refinería marca el renacimiento de la ingeniería petrolera mexicana… se trata de dejar atrás esa mentalidad perezosa que decía que no podemos ni debemos, explicaba Nahle en entrevista a Joaquín López Dóriga.
En la conversación, Rocío Nahle hizo una defensa de la decisión que ahonda las dudas, más que despejarlas. El plazo de tres años se justifica porque la refinería de Cadereyta se hizo en ese tiempo… hace 40 años. El costo lo compara con el de la planta Etileno XXI, hecho en Coatzacoalcos por Idesa y Braskem (filial de Odebrecht). La funcionaria no dedicó ni un minuto a las características del terreno, que es diferente al de Cadereyta. El lugar elegido es pésimo para construir la refinería, propenso a las inundaciones. Tan malo, que los expertos estiman que el proyecto costará más de 12,000 millones de dólares y tardará mínimo cinco años en construirse.
En todo el día, no hubo una sola declaración de parte de Hacienda. Sabemos que el subsecretario Arturo Herrera no quiere volver a hablar de refinerías, pero hace falta una voz que explique cómo manejarán el riesgo financiero que nace con este plan B para la refinería. Los mercados tienen preguntas y está claro que el silencio no es una respuesta.