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Regular a Facebook, tratar al futuro con astucia
Seguramente tú no sabes cuánto vale tu privacidad, pero Facebook gana una fortuna con ella. Si eres su “amigo”, hiciste un pacto con esa empresa: ella te conecta con tus amigos y con grupos que pueden interesarte. A cambio utiliza tu información para que se acerquen a ti empresas, partidos, gobiernos y muchos más.
¿Tienes derecho a quejarte? Esa es una de las grandes cuestiones. La otra es con quién podrías hacerlo. Lo que hace Facebook no está regulado con el detalle que merece. En México tenemos una Ley de Protección de Datos que apenas cumplió una década pero ya fue desbordada. No es un instrumento que sirva para ordenar a una industria que mezcla la ingeniería y la psicología para darte unos satisfactores que tú valoras mucho a cambio de quitarte algo que sólo es barato para quien no lo sabe tasar: tu persona digital.
¿Puedes prescindir de Facebook? Esto depende de tu grado de adicción a sus servicios. Lo cierto es que se trata de un cuasimonopolio que no tiene un sustituto perfecto. En eso radica gran parte de su poder: te tiene enganchado. Le da de comer a tu ego colocándote en el centro de un escenario donde eres el protagonista y también tu propio paparazzo. Tú le cuentas al mundo quién eres, tus filias y tus fobias. En el camino te conviertes en un producto que Facebook vende a los anunciantes.
La genialidad de empresas como Alphabet/Google y Facebook es haber encontrado la forma de convertir toda tu información en mensajes directos. Tú les dices qué te interesa y ellos te lo entregan. El “pecado” de ellas es no haber sido claras contigo: no explicarte qué hacen con tus datos ni decirte que su innovación consiste, en gran parte, en encontrar el modo de ordeñar tu persona digital, han conseguido que tú entregues ese territorio con gusto y convencido de que hiciste lo más cool. Después de todo, estas plataformas tienen muchas ventajas. Te sirven para ejercer tu libertad de expresión y te ayudan a vacunarte contra el riesgo de ser invisible.
¿Qué papel debe jugar el gobierno? Ésta es una cuestión que ahora se discute en todo el mundo. Está claro que se trata de una relación asimétrica y consensuada entre particulares, pero no hay una receta para resolver esto. ¿Consensuada? Tú aceptaste los términos y condiciones de uso. Recibes un servicio de calidad por el que no pagas en efectivo sino en especie: contándoles tu vida y dándoles permiso de usar partes de ella como ingrediente para un pastel del que no te tocan sino las migajas y a veces las excrecencias.
El escándalo de Facebook con Cambridge Analytica ha puesto a Estados Unidos a debatir sobre la necesaria regulación que requiere esta industria. Nuestros vecinos habían apostado por un modelo de libertad casi total, bajo la premisa de que eso no inhibiría la innovación y permitiría florecer una nueva industria. Tuvo tanto éxito que produjo una manada de unicornios, empresas tecnológicas que valen más de 1,000 millones de dólares.
Más allá del negocio, las señales de alerta se han encendido por el papel que estas empresas significan para la vida social y política. No son ajenas a la difusión de mensajes de odio, en la comunicación política y en la difusión de fake news. No son inocentes, pero no podemos afirmar que sean culpables.
Europa quiere ponerse a la vanguardia y tendrá nuevas reglas del juego a partir de mayo próximo. El derecho a la privacidad y a la protección de los datos quedará por encima de los derechos de esta industria a hacer negocio contigo. En la misma dirección se mueven Corea del Sur y Japón. ¿Qué hará México? Es un asunto que importa por las elecciones que vienen y por muchas cosas más. Ya está entre nosotros y no sabemos que hacer con él... pero Google y Facebook sí saben qué hacer con nosotros.