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¿Se mantendrá el consumo en Estados Unidos?
A pesar de que la confianza del consumidor estadounidense es baja, el gasto del consumidor sigue siendo fuerte ya que los hogares gastan el exceso de ahorro acumulado durante la pandemia. Pero si bien esta tendencia por sí sola debería ser suficiente para evitar una recesión, también seguirá ejerciendo una presión alcista sobre la inflación
CAMBRIDGE – Algunos analistas predicen que la economía de los Estados Unidos se encamina a una recesión. Pero de ser así, alguien se olvidó de avisar a los consumidores. Aunque la confianza de los consumidores se derrumbó en agosto de 2021 y sigue en retroceso desde entonces, lo que la sitúa en el mismo territorio donde estaba durante la crisis financiera de 2008, hoy los hogares gastan mucho más que en aquel momento.
Cuando los consumidores responden encuestas, registran pesimismo; pero cuando se trata de comprar (por Internet o en persona), lo están haciendo a ritmo creciente. El consumo durante el segundo trimestre va camino de un crecimiento anualizado superior al 4%; sería uno de los mejores trimestres de las últimas décadas. La gran pregunta es cuánto durará este auge.
Al fin y al cabo, los consumidores tienen buenos motivos para el desánimo. La inflación está en un nivel máximo en cuarenta años, y el crecimiento real (deflactado) de los salarios se encuentra en un correspondiente mínimo en cuarenta años. El ingreso personal real disponible per cápita tuvo cinco meses consecutivos de caída antes de nivelarse en abril; quedó un 2,1% por debajo de septiembre. Al mismo tiempo, el consumo aumentó un 2% desde septiembre, más o menos el doble del índice anualizado normal.
¿Cómo es que los consumidores ganan menos y gastan más? La respuesta es que empezaron a gastarse los ahorros. La tasa de ahorro personal, que estaba por encima del promedio (que es cuando los hogares acumulan activos), se redujo a menos del promedio, cuando los consumidores echaron mano de sus ahorros para mantener un consumo uniforme a lo largo del tiempo.
Este estado de cosas puede sostenerse por un tiempo. Entre marzo de 2020 y diciembre de 2021, los hogares recibieron un adicional de ingreso personal disponible de 1,6 billones de dólares por encima de la tendencia previa (sobre todo por transferencias del Estado como el pago de incentivos y seguros de desempleo). Al mismo tiempo, la pandemia generó una reducción del gasto de unos 800 000 millones de dólares por debajo de las previsiones. Es decir que al empezar 2022, los hogares contaban con un excedente de ahorro de 2,4 billones de dólares; y esto sin tener en cuenta la enorme suba en los mercados de activos durante el final de 2021.
Este ahorro excedente aparece en forma directa como un aumento de los saldos en las cuentas corrientes, de las que JPMorgan Chase Institute lleva un registro permanente. Pero esos saldos son sólo la punta del iceberg, ya que muestran alrededor de una décima parte del ahorro excedente. Los hogares también usaron el adicional de dinero disponible que les dejó la pandemia para pagar deudas (de lo que se deriva una reducción de saldos de las tarjetas de crédito) y para acumular otros activos.
En síntesis, los últimos cuatro meses de ahorro inferior a la media restaron unos 100 000 millones de dólares a las reservas adicionales de los hogares, pero todavía quedan 2,3 billones. Es mucho dinero para gastar. Y una vez más, la cifra sería incluso mayor si se tienen en cuenta los mercados de activos, ya que las caídas de las cotizaciones en 2022 todavía no contrarrestan las enormes subas de los dos años precedentes.
Pero que los consumidores puedan aumentar el gasto no implica necesariamente que quieran hacerlo. Hay que tomar con pinzas cualquier predicción sobre su conducta futura. En condiciones normales, el gasto de los consumidores sigue de cerca el crecimiento del ingreso real disponible, que se representa como un flujo. Pero en los últimos tres años, el consumo dependió en gran medida de la actitud hacia la COVID‑19 y del deseo de mantener una trayectoria de gasto uniforme.
No hay que olvidar que después de la caída del gasto en 2020, muy superior a la mera restricción presupuestaria (porque los consumidores evitaron el uso de servicios con contacto personal), el incremento del gasto posterior fue inferior a lo que se hubiera esperado a la luz del aumento extraordinario de los ingresos en 2021. De modo que cuando se produjo la reciente pérdida acelerada de ingresos, los consumidores pudieron mantener el nivel de gasto. No hay modo de saber si esta búsqueda de uniformidad continuará; yo creo que sí, al menos lo bastante para que el crecimiento del consumo durante la segunda mitad del año se mantenga cerca del 2% anualizado.
El gasto de los consumidores representa unos dos tercios de la economía estadounidense, y si se mantiene firme, impedirá que el crecimiento general pase a territorio negativo y que la economía caiga en recesión. La mayoría de las recesiones de la posguerra se dieron después de al menos un trimestre de poco crecimiento del consumo, seguido de un crecimiento menor o incluso negativo durante la recesión misma.
Además, otros elementos de la economía presionan en dirección contraria a una recesión. Por ejemplo, la inversión fija está en aumento, porque las empresas todavía tienen acceso a capital relativamente barato para reconstituir sus reducidos inventarios.
Pero el marcado aumento que mostraron este año los tipos de interés hipotecarios debería limitar la inversión residencial. Y como Estados Unidos todavía importa muchos de los bienes que consume, el encarecimiento del petróleo y los problemas en las cadenas globales de suministro seguirán siendo motivo de inquietud. Muchos indicadores financieros dan señales de alarma, entre ellos el hecho de que las bolsas se aproximan a territorio bajista y que la curva de rendimientos está casi invertida (falta poco para que los tipos de interés a largo plazo sean menos que a corto plazo, lo cual es señal de preocupación de los inversores respecto del futuro). En los próximos meses puede pasar cualquier cosa, y el año entrante puede ser todavía más complicado, si la Reserva Federal de los Estados Unidos sigue subiendo las tasas en respuesta a una inflación persistente.
Por desgracia, incluso una desaceleración del gasto real de los consumidores puede ser insuficiente para frenar la inflación. Una gran desaceleración del gasto real puede darse en simultáneo con un aumento acelerado del gasto nominal, si precios y salarios mantienen un crecimiento firme en términos nominales.
Una desaceleración o incluso una recesión pueden presionar a la baja sobre la inflación, pero no necesariamente más de medio o un punto porcentual. Es decir que bajar la inflación puede resultar incluso más difícil que mantener el crecimiento.
El autor
Es profesor de Práctica de la Política Económica en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard e investigador superior en el Instituto Peterson de Economía Internacional, presidió el Consejo de Asesores Económicos del presidente Barack Obama entre 2013 y 2017.
Traducción: Esteban Flamini
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