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Opinión

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Si quiere, que no vaya. Pero el T-MEC se debe respetar

Hace casi 30 años que México, Estados Unidos y Canadá firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Esa decisión ubicó a nuestro país como uno de los principales proveedores de mercancías y materias primas del mercado más grande del mundo y le cambió la suerte para bien.

Fue tan acertada esa decisión de vincularse al norte a través del libre comercio que aquellos grupos llamados de izquierda, que tanto criticaron al gobierno de Carlos Salinas de Gortari por tomar ese paso neoliberal, lo primero que hicieron cuando llegaron al poder, en la persona de Andrés Manuel López Obrador, fue refrendar el pacto en la figura del T-MEC.

No hace falta que el presidente López Obrador suba a su tribuna mañanera a decir que el neoliberalismo no es tan malo cuando uno de los fundamentos básicos de su régimen es el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Lo que no puede hacer esta 4T es jugar con el destino de la economía mexicana por la gran cantidad de confusiones mentales e ideológicas que tiene este gobierno. Esos nubarrones dogmáticos del Presidente permiten liberar por completo la importación de maíz para hacer tortillas, pero quieren cerrar el mercado de los energéticos.

En Estados Unidos están ya encendidas las alertas del comportamiento errático del gobierno de López Obrador y las incongruencias entre lo que pactó en el T-MEC y las barreras que pone todos los días a las empresas estadounidenses.

La realidad es que la asistencia, o no, de López Obrador a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, el próximo mes, es algo que tiene realmente sin cuidado a La Casa Blanca.

Saben del temor que le genera al presidente de México el quedar expuesto ante sus pares, y el mundo, en foros internacionales y comprenden que su pensamiento atrapado en algún punto de mediados del siglo pasado lo acercan más al latinoamericanismo soviético del siglo pasado que al pragmatismo del Siglo XXI.

En todo caso, López Obrador se lo pierde. Lo que no pueden perder las empresas estadounidenses, sean del sector minero, energético o cualquier otro, es el estatus de empresa local que les da el acuerdo comercial.

La discriminación de la que han sido objeto las empresas de los sectores extractivos y eléctrico es claramente violatoria del T-MEC y cada vez queda más claro que la paciencia de Washington se acaba.

No es ninguna buena señal ver que el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar tenga que ir dos o tres veces por semana a Palacio Nacional a recordarle a México sus obligaciones legales en el pacto de América del Norte.

Si la 4T hubiera llegado al poder cortando esa relación de libre comercio con Estados Unidos y Canadá por considerar que iba en contra sus postulados nacionalistas, seguro estaríamos varios escalones más debajo de lo que ya estamos, pero el mundo habría sabido a qué atenerse con este régimen.

Pero jugar con las reglas que el propio gobierno de López Obrador firmó para acomodar todo a la conveniencia de su discurso político no es aceptable para nadie.

Tres décadas del acuerdo

La firma

Esa decisión ubicó a México como uno de los principales proveedores de mercancías y materias primas del mercado más grande del mundo y le cambió la suerte para bien.

La ratificación

A su llegada al gobierno, AMLO ratificó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el TLCAN, hoy  T-MEC, con lo cual reconoció la importancia de esta herramienta.

Las contradicciones

Andrés Manuel López Obrador ha tomado diversas medidas desde su llegada al gobierno que van en contra de los acuerdos asumidos por gobiernos anteriores.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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