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Opinión

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Sin medias tintas para el 2023

¿Cuáles pueden ser los límites del régimen de Andrés Manuel López Obrador que hay que aceptar sin que los efectos de su llamada Cuarta Transformación empiecen a afectar los fundamentos de un país democrático, con economía abierta, con buenas relaciones internacionales, sin problemas de estabilidad macroeconómica, vamos, sin un régimen totalitario?

Dejar pasar el estilo de gobierno debe tener el límite mismo que marcan las leyes que este país ha construido en tantas décadas, muchas muy difíciles, y que han conformado un país lleno de defectos, muchas injusticias, pero en un camino que no planteaba un retroceso como el actual.

López Obrador no logró una mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso en la elección presidencial del 2018 y en las intermedias del 2021, lejos de conservar y aumentar su mayoría calificada con los diputados, la perdió. Esa es la señal que mandó una mayoría de ciudadanos y eso es lo que se tiene que respetar por parte de quien juró cumplir y hacer cumplir las leyes desde el poder Ejecutivo.

El poder Judicial goza de autonomía constitucional y no puede ser vulnerado con presiones de ningún tipo. La chicana que usó la Suprema Corte para permitir que sobrevivieran las inconstitucionales leyes secundarias en materia eléctrica será una mancha histórica. Pero pueden ensuciar más a ese poder si dejan pasar, por ejemplo, las evidencias contundentes e irrefutables que inhabilitan a la ministra Yasmín Esquivel.

Es totalmente previsible que el régimen acelere sus intentos de hacerse de todo el poder, el arranque del 2023 va a estar marcado por la intentona de anular al Instituto Nacional Electoral y al Tribunal Electoral del Poder Judicial como los artífices de procesos electorales que se habían ganado la confianza de todos, incluso de los que con esas reglas ganaron el poder y hoy quieren dinamitar el puente.

Conforme se cierre la pinza autoritaria, los efectos se empezarán a sentir en todos los ámbitos de la vida cotidiana, empezando por el terreno económico. Sin confianza no hay inversión y por lo tanto crecimiento. Eso es lineal.

La polarización social dejará ver cada día con más fuerza a grupos que no dudarían en violentarse. Hoy ya, después de las palabras presidenciales de que el atentado en contra del periodista Ciro Gómez Leyva pudo haber sido para afectarlo a él, ese discurso de odio en contra de los comunicadores y los medios lo escuchamos cada día más estridente y más cercano.

En el 2023 y en adelante ya no habrá márgenes para permanecer en la indefinición y en la desatención de lo que le está pasando a este país.

La primera buena reacción es no caer en la trampa de esa polarización que invita a la violencia. Andrés Manuel López Obrador es el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y merece todo el respeto y reconocimiento como máxima autoridad. Representa a nuestro país y porta una investidura que hay que cuidar.

Ese necesario respeto no significa que perdamos el derecho de defender nuestras ideas y los valores universales de un país democrático como México. No significa que hay que quedarnos como simples espectadores de la destrucción de nuestro propio país.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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