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Sueños económicos
En nuestro caso interno, el optimismo de Vernon Smith, Nobel de Economía en el 2002, se traduce en un lema de sentido común: se vale soñar.
En una reciente participación en un coloquio económico celebrado a principios de este año en México, el doctor Vernon Smith, padre de la economía experimental y premio Nobel de Economía en el 2002, compartía una visión optimista sobre el crecimiento global, a pesar de la crisis, a pesar de los rescates financieros, a pesar de la bomba de tiempo inflacionaria, a pesar de todo
En nuestro caso interno, donde la ausencia de instituciones competitivas y las cargas internas han significado la pérdida de oportunidades de crecimiento, el optimismo de Smith se traduce en un lema de sentido común: se vale soñar. En efecto, hace casi dos décadas se veía difícil superar el problema de la inflación. Y se logró. Hace tres décadas era impensable soñar en una economía abierta, integrada a varios mercados internacionales. Y se logró.
En materia de crecimiento, sin embargo, el resultado ha sido mediocre por excelencia, aun con las ventajas de una economía abierta, aun con la oportunidad de una unidad de cuenta estable. Para Smith, hay dos factores capitales que determinan el éxito de una economía abierta y con altas tasas de crecimiento sobre el tiempo: la especialización de actividades y las limitaciones propias que existen por razón del tamaño de mercados.
Ello significa, para efectos del eterno debate sobre cómo estimular el mercado interno, que la economía mexicana requiere políticas públicas que fomenten la especialización para hacer posible encontrar nichos de mercado, nuevas oportunidades de crecimiento, inversión en la innovación y, con ello, la generación de mayor riqueza.
Smith considera que los programas de ayuda financiera, tan populares ante los riesgos de deuda soberana alrededor del mundo, son poco útiles, ya que no incentivan el crecimiento sino que inhiben la búsqueda de las políticas que hagan posible el crecimiento interno sostenible. Hay países con escasos recursos que han crecido a ritmos explosivos, mientras otros, con una gran reserva natural, destacan por la mediocridad o la miseria.
Una política pública competitiva debe buscar mantener los mercado abiertos, donde sea fácil tanto la entrada como la salida del mismo. La lección de estos sueños económicos es que el crecimiento sostenible no depende de soluciones fáciles, como mayor gasto público, programas de rescate financiero, estímulos contracíclicos o medidas similares. El fin de la política económica es lograr un mayor nivel de vida. Ello, como dice Smith, es un sueño realizable gracias a las virtudes de la especialización.
rsalinas@eleconomista.com.mx