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Opinión

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¿Un plan económico de economía de la oferta?

Tras la lectura de Econoclasts, the Rebels Who Sparked the Supply-Side Revolution and Restored American Prosperity, de Brian Domitrovic (ISI Books, Wilmington, 2009) y la narración de la exitosa presidencia de Ronald Reagan, promotor de la “suply-side economy” o economía de lado de la oferta, es bueno plantearse ante la estanflación de la economía mexicana si un modelo similar sería aplicable para México. 

Como su nombre lo indica, la economía de la oferta procura estimular la oferta en lugar de la demanda, más en línea de la propuesta de Say (la oferta genera su propia demanda) que la de Keynes (que a través del gasto público busca estimular la economía y la demanda agregadas). La supply side economics persigue especialmente a través de la contención del gasto público (menos déficit) y el recorte de impuestos. El menor gasto gubernamental se compensa con el estímulo de la economía derivada del dinero fruto de la disminución de impuestos. Al recortar impuestos, se estimula la actividad privada, que genera mayor actividad económica y por ende, mayor recaudación. Esto tiene su correlato en la curva de Laffer, que en pocas palabras señala que hay que encontrar el óptimo en el cobro de impuestos, que no deben subir más allá de lo necesario para no desincentivar la economía. 

¿Tendría éxito en México la economía de la oferta? Los impuestos no han subido con López Obrador, pero la recaudación ha aumentado por la persecución de los grandes contribuyentes, lo que ha permitido que el déficit fiscal sea menor. ¿Qué pasaría si hubiera un fuerte recorte impositivo? Por un lado, que el déficit público aumentaría a tasas que el mercado no tolera (México tiene poca capacidad recaudatoria) y podría suceder algo similar a lo que acaba de pasar en el Reino Unido: el déficit debe cubrirse o bien con mayores ingresos o con un recorte del gasto; de no hacerse la economía puede estallar. Por otro lado, el pedazo de pastel que el gobierno dejaría de comer debería traducirse en mayor actividad privada y mayor empleo. Es la teoría del goteo, que economistas como Stiglitz y Krugman se han encargado de refutar, en particular este último en su libro Vendiendo prosperidad, en el que analiza el falso crecimiento económico que se generó en las presidencias de Reagan y Tatcher. Estados Unidos y Reino Unido se encaminaron a una cadena de privatizaciones y disminución de gasto público (especialmente gasto social), junto con un aumento en el gasto en defensa. El gasto en defensa es necesario -no estamos de acuerdo con pacifistas a la Carlos Díaz, que proponen la desaparición de los ejércitos nacionales-, lo que la guerra de Ucrania acaba de confirmar. Pero también es verdad que el gasto en defensa no suele llevar a una mayor competitividad de la economía, puesto de relieve por economistas como Michael Porter. 

Trasladar los monopolios públicos a monopolios privados -como hizo Tatcher- sólo genera un cambio de propiedad, pero no se traslada en mejores servicios a los consumidores y en mayor empleo. La desregulación económica es positiva si se dirige especialmente a favor de las Mypymes, como señala Gabriel Zaid, pero desregular por desregular no tiene sentido; se debe alcanzar un óptimo. 

De todo lo expuesto podemos aventurar las conclusiones para México: en nuestro país hace falta promover la actividad empresarial, que López Obrador está destruyendo a marchas forzadas; es necesario incrementar la inversión de índices del 18% a por lo menos un 25% del PIB (en los países asiáticos la inversión alcanza niveles del 40%); el gasto del gobierno debería incrementarse en ocho puntos porcentuales (por lo menos, como propone Alicia Puyana): los recortes de impuestos no parecen ser el camino. Pero se puede fomentar la empresarialidad de muchas otras maneras. Y en eso nos ha quedado a deber el gobierno de López Obrador. 

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