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Opinión

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Un temperamento razonable

Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz: Benito Juárez.

Parecería que el entorno sociopolítico en nuestra historia moderna se reduce a la disputa entre liberales y conservadores- por lo menos ante los ojos de la sabiduría convencional. Sin embargo, este es un ramo donde definiciones bien articuladas, aunque no necesariamente precisas, evitarían el desperdicio de mucha tinta intelectual, con el correspondiente desgaste derivado de disputas semánticas vacías.

La mejor forma de entender el significado del liberalismo es como un temperamento, como una actitud de humildad ante el conocimiento. En las palabras del filósofo Jan Narveson, el liberal recomienda que las decisiones normativas en una sociedad sobre qué hacer, y cómo hacerlo, deben ser tomadas en una forma que sea independiente de una previa concepción de cómo se debe vivir la vida. Esto, en términos del liberalismo juarista, equivale a decir que el respeto al derecho ajeno es la paz. Sin embargo, a pesar de la dicotomía tradicional entre los liberales y los conservadores, hay un aspecto importante de conservadurismo en la concepción del liberalismo, no como doctrina,o como ideología, sino como temperamento ante la fatal arrogancia de pensar que podemos planear y predeterminar las acciones humanas coordinadas en una sociedad.

El gran antirracionalista, Michael Oakeshott, compartía la noción de que, en la tradición oral de la conversación civilizada, no existen voces con una autoridad predeterminada en el intercambio de ideas. El objetivo de la conversación no es científico, en el sentido de descubrir la verdad absoluta de las cosas.

Los políticos que presumen de hablar con la verdad resultan ser las criaturas más peligrosas en una sociedad abierta. Los profetas de la verdad tienden a perfeccionar la guillotina. En una sociedad abierta siempre hay diferencias. Pero el temperamento liberal respeta esos desacuerdos y aprende a vivir con ellos. Un individuo que exhiba esta disposición es crítico y cuidadoso con respecto a propuestas de un cambio radical. Un bien conocido merece el beneficio de la duda sobre uno desconocido.

En este aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio haríamos bien en revisar premisas que obstaculizan un temperamento más allá de liberal conservador, de razón y conversación ante la disputa y la diferencia de opinión.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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