Lectura 3:00 min
Viraje a la izquierda
La llegada a Colombia del “gobierno de a pie”, el de “las manos callosas” como el propio candidato triunfador le ha denominado, es un desenlace electoral para algunos insospechado que lleva al poder por primera vez en 214 años a un gobierno de izquierda. Este resultado deviene de un largo proceso de deterioro social que a su vez motivó un escenario de polarización que, Gustavo Petro, el ganador, supo aprovechar en el último tramo para capitalizar el voto de aquellos ubicados en una situación económica pobremente favorecida. Pero la división no tiene antecedente inmediato, fue un proceso que comenzó por partir en dos el parecer de los colombianos ante el plebiscito de 2016 impulsado por el entonces presidente Santos.
En aquel año, la pregunta para dar paso al acuerdo de paz con las FARC recibió una votación dividida al extremo; prácticamente un 50 y 50% de los colombianos se manifestaron en las urnas donde, finalmente el NO al acuerdo fue el ganador por un margen mínimo. Ya a varios años de distancia, los departamentos que habían sufrido con mayor intensidad los daños del conflicto armado y que precisamente fueron aquellos que votaron por el SI a la paz, no pudieron elevar su nivel de vida y, por el contrario, continuaron en la marginación que creó varios polos de pobreza. Exactamente ese público electoral, fue aquel que le dio el triunfo a Petro.
Es en la segregación percibida o real, donde se generan caldos de cultivo para gestionar el descontento y llevarlo a las urnas en la promesa de una reivindicación social. En ello, los experimentos latinoamericanos en muchas ocasiones han caído en la grave tentación del actuar autoritario y tiránico, para bordear los marcos legales y la actuación institucional con tal de dar un resultado que permita el apoyo a los más desfavorecidos. He ahí los casos de Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina y un ya amplio etcétera que ahora suma a un gobierno que, al menos en el avizoramiento hacia el horizonte, bien tendría la misma tónica de actuar populista.
Bien podemos destacar el acompañamiento que se tendrá con una vicepresidenta que, por igual, despierta sentimientos de reivindicación. La primera vicepresidenta afro ascendente que, además, construyó una narrativa sólida y empática donde se destaca la larga lucha personal por la inclusión. Al desarrollar sobre dichos pilares su candidatura, pudo llevar a la identificación plena con su causa a una población mayoritariamente ubicada en la costa pacífica, pero, además, pudo poner sobre la mesa un problema social ancestral que con vergüenza se escondió con sigilo; Colombia aún conservaría remanentes perniciosos de un clasismo racista.
La expectativa es alta, el escenario complicado y sin embargo el clamor de los reales estadistas es que la única vía de progreso siempre serán la democracia y el sano actuar de las instituciones. Que venga lo mejor para Colombia.
Twitter: @gdeloya