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Opinión

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¿Y cuándo la categoría Uno?

En este mes de agosto el equipo de auditores de la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) iniciaron reuniones virtuales con la Agencia Federal de Aviación Civil (AFAC) para discutir los problemas que impiden que nuestro país recupere la Categoría 1 de seguridad aérea.

En un oficio enviado al director de la AFAC, los auditores expresaron su consternación no sólo porque los 28 hallazgos que fueron reportados en mayo del 2021 no se hubieran solventado convenientemente, sino porque hubo otros hallazgos de no cumplimiento que suman 39 y que fueron reportados por el equipo de FAA en la Techincal Review después de su visita del 13 al 17 de junio pasado.

Aunque la FAA reconoció que la AFAC ha hecho “significativos” esfuerzos por adaptar sus procesos y operación a los estándares de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), en especial los que la agencia estadounidense supervisa en relación con los vuelos hacia ese país, lo cierto es que hay muchas “áreas de oportunidad” y aunque no son nuevas, ya que en la auditoría del 2010 se señalaron casi las mismas, no han sido corregidas de forma adecuada e incluso, se han agudizado algunos de los problemas que se derivan de no contar con un sistema 100% compatible con esas regulaciones.

Una falla común, que data de hace más de 20 años en la aviación mexicana, es la mala costumbre de legislar a través de circulares “obligatorias” que, por otro lado, pueden ser modificadas de un día para otro. Esto se empezó a hacer por la dificultad que entraña el cambio de Normas Oficiales y aún más, de modificar leyes y sus reglamentos. El camino es muy difícil, tardado, engorroso, en fin, insufrible. Pero eso le resta institucionalidad a las normatividades y eso va en contra del espíritu y la letra de los anexos de OACI.

Otros problemas se derivan de la estructura interna de una agencia que nació con buenas intenciones pero atrapada en el corset de la antigua DGAC, sin contar con los instrumentos legales y operativos para ejercer una autonomía real, no por falta de ganas sino porque la estructura no estaba bien diseñada, además de que el presupuesto no sólo era escaso sino decreciente por los recortes de austeridad.

Esto deriva en otros problemas que son recurrentes: sin presupuesto suficiente todo el esfuerzo que se haga por capacitar a los inspectores y por contratar nuevos, no tiene horizonte de largo plazo porque en la primera oportunidad de mejora el personal buscará mejores opciones. El círculo de rotación puede llegar a ser exasperante e induce a la parálisis.

El desastre de licencias fue todavía más claro durante la pandemia. La falta de recursos llegó a ser de tal magnitud que no había ni material para imprimir los plásticos, ya no digamos capacidad para vigilar los refrendos y algo similar se dio en el área de exámenes médicos.

La larga lista se extiende y pareciera que no habrá buen final, al menos no por ahora. De las reuniones que se celebren entre ambas autoridades se derivará un Plan de Acción Correctivo (CAP por sus siglas en inglés), aunque es casi seguro que la Categoría 1 no llegue antes de un año. Ni hablar.

raviles0829@gmail.com

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