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¿Y después de CNN qué sigue?
El video de Trump pasó de la crítica a la violencia. Ante el poder, los medios deben cumplir con una función de equilibrio en beneficio de la sociedad.
El modelo Trump de agresión a los medios de comunicación alcanzó una nueva escalada con el video difundido el fin de semana en el que aparece golpeando el logotipo de la cadena CNN. Las críticas del mandatario a los medios que no le simpatizan porque no dicen lo que él quisiera son cosa de todos los días, desde el primer día de su gestión no para con sus noticias alternativas y menos con lo que califica como fake news. El problema es que de la verborrea pasó a la agresión y eso, por quien lo emite, no se puede, ni se debe ver, como uno más de sus exabruptos; es un golpe violento contra la libertad de expresión.
Lamentablemente, como se ha apuntado en este espacio, el modelito ha trascendido Washington. En México en menos de una semana el presidente Peña Nieto amenazó con denunciar a los medios que acusen a su gobierno de espionaje. Días después el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, mejor conocido como el Bronco, cerró las puertas al diario Reforma por haber publicado una nota en la que se evidencia un contrato propagandístico.
Las relaciones entre los gobiernos y los medios de comunicación nunca son fáciles, no deben serlo, puesto que están en posiciones extremas, sin que se trate de una enemistad, las responsabilidades de cada una de las partes son diferentes. Ante el poder, público y privado, los medios deben cumplir con una función de equilibrio en beneficio de la sociedad.
Regularmente a la gente del poder le sobran escenarios. Por status, posición o fama pública dispone de canales suficientes para expresarse, no necesita de la complicidad de los medios; por el contrario, el maridaje entre poderosos y medios de comunicación siempre resulta nocivo para la sociedad.
Hace un año bastó con que Trump fuera aspirante a la candidatura republicana para que CNN le abriera espacios, fue uno de los medios que más cobertura le dieron a su campaña. Ya lo olvidó, al grado que ha centrado sus críticas en la cadena noticiosa más antigua de la televisión estadounidense.
No estamos ante un asunto intrascendente. Hay que insistir antes de que se produzcan males mayores. En tiempos de fanatismo el riesgo es que se justifiquen los excesos y lo vimos la semana pasada cuando los voceros y simpatizantes de Trump salieron a decirle al mundo que estaba en todo su derecho de expresar lo que le venga en gana sin importar investidura ni formas.
Lo de CNN no fue una anécdota, sino una secuela, la continuación de una conducta que ya tiene un año de duración, y lejos de atenuarse, va en aumento y, como vemos, seduce a otros.
Al Margen
Como por arte de magia, esta semana los medios, sobre todo los opinadores de los escritos, dieron rienda suelta a la candidatura del secretario de Hacienda, José Antonio Meade. Pareciera que la encuesta de Mitofsky publicada en El Economista la semana pasada caló en Los Pinos, al grado que Meade dejó de sonar para el Banco de México y apareció hablando hasta de la reunión del G20, hasta hace poco parcela exclusiva del canciller Luis Videgaray.
Aunque con menor intensidad, también subieron los bonos del secretario de Educación, Aurelio Nuño, mientras caían los del de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, según la encuesta de Roy Campos estancado en un distante tercer lugar.