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Así no Claudia
En un salón de la facultad de derecho que nos había facilitado la dirección, nos reunimos Antonio Santos, Carlos Imaz, Imanol Ordorica, Alberto Begné (a la postre presidente del partido Socialdemocrata de México) y yo. Discutíamos que camino podría tomar la respuesta primero y lo que sería el movimiento/respuesta (CEU), después, generado por las propuestas del rector, Jorge Carpizo, hacia una mejor universidad, derivado de su propuesta en un documento luminoso (ahora lo reconozco) respecto del futuro de la UNAM, bajo el nombre de “fortalezas y debilidades de la UNAM. Había, sin embargo, dos temas inaceptables: los exámenes departamentales y el aumento en las cuotas de los alumnos a la UNAM.
Los que estábamos ahí teníamos opiniones diversas sobre los exámenes departamentales, porque para efectos prácticos, acababan con la libertad de catedra. Obligaban a enseñar exclusivamente lo que se proponía en el plan de estudios y por lo tanto, nadie podría salirse del cartabón de una directriz externa. Pero lo grave, en realidad, es que la educación superior empezara a gravitar sobre un pago al que no podrían acceder los que, como ahora, no tienen familiarmente, un ingreso superior a los 20,000 pesos mensuales.
Así que acordamos, que defender el 3ero constitucional sería la mejor lucha posible.
Así comenzó el CEU (Consejo Estudiantil Universitario), que con muchos después, gracias a la enorme capacidad política de Ordorica, Imaz y Santos, luchaba por la realización de un congreso universitario, que podría discutir estos temas fuera del Consejo Universitario y democratizar la discusión con los más posibles. Entonces, los que estábamos reunidos en esas primeras reuniones, éramos consejeros universitarios, salvo Begné que era consejero técnico en la facultad de derecho.
El día de hoy se asombrarían de los participantes de entonces que se unieron al CEU. Martí Batres, Ciro Murayama, Jesús Silva-Herzog Márquez, Mauricio López, y muchos más que no me alcanzaría el espacio para mencionar, todos a la postre, participaron en política, en la administración pública, en la academia o como autoridades universitarias.
Defender la gratuidad de la educación, propuesta por nosotros los abogados, daba un golpe doble. Por un lado, golpeaba al discurso oficial y nos incorporaba de facto a una de las propuestas centrales de la revolución mexicana: la educación gratuita garantizado por el tercero constitucional. Por el otro acotaba el radicalismo que a algunos nos preocupaba, pues eso desvirtuaría al movimiento y a la intención, finalmente institucional, de ir a un congreso universitario en donde se debatiría sobre reglas y legislación universitaria. La posible radicalización del movimiento no era un tema menor. Estábamos cerca de la sucesión presidencial y nadie quería que el CEU se volviera parte de ese proceso. Además, ya se hablaba de radicales dentro de la facultad de ciencias y de ciencias políticas como Claudia Sheinbaum o Martí Batres, que preferían un enfrentamiento directo y una huelga de intenciones infinitas. Entonces a ellos dos se les dijo: así no, Claudia, a nadie le conviene. El congreso acabó realizándose y fue una muy edificante y productiva experiencia que llevo a la CNDH a Carpizo y luego a gobernación y a la mayoría de los estudiantes entonces a la vida pública. Cuauhtémoc Cárdenas fue llevado en hombros de aquel movimiento a el corazón de la UNAM, con el desenlace ya conocido.
El jueves de la semana pasada Claudia Sheinbaum, presidenta de México, advirtió que no acatará la orden de un juez, porque le asiste la razón del pueblo, de las urnas y su mayoría en el congreso, además de que sus dos “asesores jurídicos” decían que el juez no podía hacer una cosa así. Sabiendo, porque lo sabe, que la vía institucional para combatir una resolución de un juez es a través de un colegiado de distrito que revise y revierta o confirme la decisión del juez. Eso es lo que la legalidad y la institucionalidad indican para aquella persona que juró cumplir y hacer cumplir las normas y el estado de derecho mexicano.
Hay, sin embargo, quién puede salir de las asambleas para gobernar un país, pero su origen y visión de asamblea estudiantil jamás dejarte. Eso es exactamente lo que Claudia hizo el jueves. Pasarse la ley por el arco del triunfo, porque según ella hay un acuerdo mayoritario. Como si estuviéramos a las 3 AM en una asamblea en la facultad de ciencias y de entre los últimos que quedan, se apoderara de la relatoría de la reunión. Así no Claudia, a nadie conviene. Que alguien te resuma el libro de los recientes premios nobel Daron Acemoglu y James A. Robinson, “Porque fracasan los países” por el amor a tu pueblo, por favor. Nada más, pero nada menos, también.