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Destellos en la obscuridad
La Navidad en el mundo cristiano es para muchos un tiempo de esperanza y renovación. El inicio simbólico de un nuevo ciclo, en términos religiosos, precede en el mundo occidental la llegada del año nuevo que, simbólicamente también, abre nuevas posibilidades para construir un mundo más amable y justo. En estos tiempos de conflictos y polarizaciones, sin embargo, ante la inminente toma de posesión de Trump en Estados Unidos, el ascenso de la extrema derecha en Europa y los autoritarismos en América Latina, en Argentina e incluso en México, imaginar un tiempo de paz y concordia, mantener la esperanza es difícil.
El año que termina ha sido, según fuentes independientes citadas por el Washington Post, uno de los más violentos, con conflictos armados en 56 países y más de 230,000 muertes provocadas por estos. Destacan la invasión rusa de Ucrania, los conflictos bélicos en Medio Oriente y las guerras internas en países como Sudán o Mianmar. Para 2025, expertos consultados por el diario prevén un aumento de la violencia política y bélica que, como en este año, alcanzaría niveles nunca vistos desde la segunda guerra mundial. Estas guerras, externas o internas, conllevan actos de barbarie, violencia sexual contra mujeres y niñas, destrucción de ciudades y sitios históricos y, en algunos casos, políticas de exterminio, azuzadas por el odio y la deshumanización de “los otros”.
Si no estamos al tanto de conflictos armados como los que devastan Sudán desde 2023, se debe en parte al sesgo de los principales medios tradicionales que, en vez de ampliar nuestra perspectiva del mundo, la reducen a Estados Unidos y Europa Occidental - o América Latina si se publican en la región. El agotamiento mediático o la “falta de novedad” pueden explicar (pero no justifican) que la atención se concentre en la guerra más reciente, “olvidando” las atrocidades que siguen sucediendo en otros países. El peso de ciertos conflictos en la geopolítica o en la economía de las grandes potencias, los conflictos internos en países como México, contribuyen también a esta visión limitada del mundo.
La manipulación de los medios alternativos, en particular redes sociales como X, daña también nuestra percepción de la política y de la vida. Son conocidas las campañas rusas para influir en las elecciones de Estados Unidos y otros países, el impacto de Trump y el uso nefasto que ha dado a X Musk, el hombre más rico del mundo. Pareciera que en esta época de oligarquías ansiosas de poder político no hubiera salida.
Centrarnos, sin embargo, en la vorágine de la violencia bélica, las noticias falsas y la proliferación de discursos de odio es también limitar nuestra comprensión del mundo en que vivimos. Aún en estos tiempos obscuros persisten la resistencia a la opresión, el deseo de cambio y la necesidad de imaginar “otra forma de ser”.
Pensemos, por ejemplo, en las protestas masivas en Georgia, casi ignoradas en nuestros medios . Durante 26 días y noches, cientos de miles de personas se han unido en protesta contra el fraude electoral que llevaría al poder a un partido subordinado al Kremlin, con consecuencias nefastas para la vida democrática, bien conocidas por la población de este país antes perteneciente a la Unión Soviética. El deseo de la sociedad de unirse a la Unión Europea y la fortaleza de la presidenta impulsan una admirable resistencia contra la oligarquía autoritaria. El ansia de preservar la libertad supera al miedo.
Pensemos también en quienes, en México, resisten ante la tormenta de balas y amenazas que devasta amplias regiones, ante la apatía o colusión de las autoridades. Quienes denuncian, quienes buscan a sus seres queridos desaparecidos, quienes documentan actos de injusticia y crueldad resisten a la impunidad, la indiferencia y el olvido.
Estas protestas y expresiones cotidianas de resistencia son destellos en la obscuridad, luces que alimentan y llaman a la esperanza y a la acción.
rrg