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Nunca segundas partes fueron buenas
El discurso de Claudia Sheinbaum en su toma de posesión como presidenta, deja claro que su gobierno será sólo una continuación de lo que llaman la 4ta transformación, debe tener claro, sin embargo, que nunca segundas partes fueron buenas.
Lo bueno de su discurso es que no hay nada que temer. No será una presidenta con un programa de izquierda radical, no va a haber expropiaciones, nacionalizaciones o invasiones a la propiedad privada como muchos decían. No es una persona radical y su discurso debe dar tranquilidad a todos, inversionistas, empresarios, propietarios, trabajadores, comerciantes y a la ciudadanía en general.
Lo malo es que su discurso tampoco provoca optimismo, es un mensaje conformista en donde deja de lado los graves problemas que enfrenta el país. Parece que para ella todo está bien, que la economía, la seguridad, la educación, la salud y en general el país va por el camino correcto. Parece que no se da cuenta de que la economía está paralizada, que no hay suficientes recursos en el gobierno para hacer frente al gasto, que los inversionistas tienen miedo por la falta de Estado de derecho y la reforma al reforma al Poder Judicial, que la gente vive con miedo por la violencia y la inseguridad y que la Guardia Nacional ha fracasado en controlar esa situación. Si bien su discurso en su toma de posesión y sus 100 puntos dan seguridad de que no va a haber cambios radicales, tampoco dan optimismo de que se van a enfrentar los problemas que existen en el país.
Lo feo de su discurso es que no parece que vaya a gobernar para todas y todos y que está dispuesta a heredar muchos de los conflictos y enfrentamientos que tuvo López Obrador durante todo el sexenio. Mala señal, en su primera mañanera descalificó a Calderón, Zedillo, Claudio X. González y Xóchitl Gálvez.
López Obrador pudo mantener su popularidad a pesar de la falta de resultados, culpando al pasado, ese discurso está agotado, si bien la nueva presidenta nunca va a culpar de nada a López Obrador, tiene en las acciones de su gobierno que pintar su raya. López Obrador no es el mejor presidente de la historia como ella dice, decirlo es una ofensa a Juárez, Madero y Cárdenas y a millones de mexicanos.
La mejor forma de medir a un presidente son los resultados, no las encuestas de popularidad y en resultados el gobierno de López Obrador está prácticamente reprobado en todo.
Claudia Sheinbaum no solo heredó a gran parte del gabinete, heredó también todo lo bueno y lo malo del gobierno de López Obrador. Cada seis años la gente espera un cambio del nuevo o nueva presidenta, si este no se da la confianza se irá perdiendo. Tiene que estar consciente que la popularidad no se hereda y si quiere realmente ser presidenta tiene que dejar claro ante la gente qué es lo nuevo que propone.
Si Claudia Sheinbaum quiere realmente mejorar las condiciones de vida de la gente, esto no se va a dar si no hay crecimiento económico. Para lograrlo la única forma es con inversión privada nacional y extranjera y esta no se dará tomando como base su discurso de toma de posesión. Claudia no puede apostarle a ser solo una continuación del gobierno de López Obrador, porque como escribió Cervantes en el Quijote, “Nunca segundas partes fueron buenas”.