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Opinión

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Fin de un sexenio

Más allá de los resultados del sexenio, el gobierno de López Obrador significó un cambio profundo y muy exitoso en la forma de hacer política. Desde el primer día quiso convertir su sexenio en un parteaguas en la historia del país con lo que él llamó la 4ta Transformación, comparándola con la Independencia, la Reforma y la Revolución. Tuvo sin duda la habilidad de hacer creer a la gente que el país vivía realmente una transformación y cansada del pasado compró totalmente la idea de un cambio, lo que se reflejó en su imagen positiva y en la votación en las urnas.  

La esencia de la 4ta Transformación para López Obrador era por un lado la política de “Primero los pobres” y por el otro el acabar con la corrupción. En el primer caso hubo, sin duda, un cambio profundo en la política laboral y social a favor de los trabajadores y de los pobres, lo que permitió avanzar en la recuperación del salario mínimo, en la mejoría de las condiciones de trabajo y los niveles de vida de los que menos tienen. Este discurso a favor de los pobres es probablemente el mayor éxito del gobierno Lópezobradorista y una de las políticas que más han apoyado, junto con los programas sociales, la imagen positiva del presidente. La política de “Primero los pobres” explica la política de austeridad, la desaparición de los fideicomisos, el combate a la evasión fiscal y otras muchas medidas para obtener los recursos para el aumento de los programas sociales.

En el caso del combate a la corrupción los resultados no son positivos, estoy convencido de que en la Presidencia no existe corrupción, pero no es lo mismo en el resto del gobierno. El gobierno federal no es menos corrupto que antes y ha sido preferible ignorar o tapar la corrupción antes que hacerla pública y denunciarla.

Pero volvamos a una evaluación del gobierno y del presidente, más allá de los resultados económicos, en salud o seguridad, el presidente López Obrador ha tenido un éxito sin precedente en términos políticos. Su popularidad está a niveles del 70%, logró un triunfo aplastante de su candidata y su partido y le entrega a Claudia una Presidencia con un poder que no había tenido hace muchos años.

López Obrador es un presidente muy exitoso y más que iniciar una campaña para desprestigiarlo en cuanto salga, lo mejor será ignorarlo. Darle vuelta a la página y tratar de establecer una relación diferente con Claudia Sheinbaum. Si bien le deja López Obrador una Presidencia con todo el poder, le deja un país con una situación económica, financiera y de seguridad muy complicada que la va a obligar a modificar el discurso y la forma de hacer política para acercarse al sector empresarial, a los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil.

El tiempo de López Obrador ya se acabó, deja una herencia y una imagen que no va ser suficiente para Claudia vivir solo de ella. Nunca va a romper con López Obrador y más allá de que su gabinete y el partido son básicamente lópezobradorista, la imagen del presidente es demasiado fuerte como para imitarlo o confrontarlo.

Por todo lo anterior no esperemos un cambio o un deslinde el mismo día de la toma de posesión como ha sucedido en todos los casos anteriores, el cambio, si se da, tendrá que ser paulatino y nunca a partir de descalificar al gobierno anterior.

Ciudadano interesado en las soluciones para el país y la Ciudad de México. Político mexicano, ha sido diputado federal (1988-1991), senador (2000-2006) y jefe delegacional de Miguel Hidalgo (2009-2012)

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