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Con Trump, desempolvar el manual del populista
Nadie más bravucón con Donald Trump que el candidato Andrés Manuel López Obrador. Le dedicó un libro en el 2017, “Oye Trump”, donde se descoció en contra del republicano.
Pero nada más llegaron los dos al poder y López Obrador pasó de aquella opinión sobre el muro de Trump de: “rechazamos la erección de ese monumento a la hipocresía y a la crueldad porque no queremos familias separadas”, a desplegar a la Guardia Nacional en la frontera para evitar la migración ilegal.
Y cuando a finales de mayo del 2019 el gobierno mexicano recibió por parte de Trump la amenaza de aranceles si no detenía el flujo migratorio ilegal, López Obrador acuñó aquella de, no creo en el ojo por ojo y diente por diente porque todos nos quedaríamos chimuelos o tuertos.
Apagó una crisis aplicando el control de daños que sólo el maestro de la propaganda podía capitalizar a su favor, porque no solucionó el problema, sí tranquilizó a la bestia republicana, pero hoy México padece un crimen organizado empoderado y extendido.
El punto de partida de la relación actual con América del Norte no tiene que ser el posicionamiento de Canadá o la posibilidad que sí tiene Justin Trudeau de tomar el avión oficial y volar de inmediato a Mar-a-Lago.
Canadá fue puesto en la misma canasta que México y eso no es correcto, porque los problemas bilaterales no son los mismos.
México no tiene un dilema con Estados Unidos por una diferencia de visiones en la OTAN, o por las posturas a seguir en el G7, mucho menos por el Círculo Ártico.
Pero Canadá no enfrenta el tamaño de problemas de migración y narcotráfico que sí tiene México en su frontera común con Estados Unidos.
Ahí están los datos, los agentes de aduanas y protección fronteriza de Estados Unidos (CBP) decomisaron durante el último año 19 kilos de fentanilo en la frontera con Canadá y en la división con México fueron casi 10,000 kilos.
En noviembre pasado la oficina de control migratorio (ICE) detuvo a 47,000 inmigrantes ilegales a Estados Unidos en la frontera con México, mientras que en la división con Canadá fueron 700.
El gobierno mexicano no puede sentirse ofendido porque Canadá se defienda como gato boca arriba de Trump, ni puede amenazar con que a un arancel le sigue otro arancel en respuesta.
Canadá va a hacer su trabajo y México no se puede sentir menospreciado por ello. Nuestro país tendrá que hacer lo suyo en los temas que interesan a Donald Trump; ni hablar, esa es la realidad.
Tiene que haber algo más que unas cuantas bolsas de fayuca en Izazaga, más que desintegrar una caravana migrante, incluso más que conseguir un boleto en un vuelo comercial a Miami para llegar a Mar-a-Lago.
Si se lo propone el gobierno mexicano, hoy tiene posibilidades de encontrar soluciones a problemas reales, como el narcotráfico, la migración ilegal y el comercio desleal de China en dos personajes centrales: Omar García Harfuch y Marcelo Ebrard. Son dos activos del presente gobierno.
Mientras tanto, que desempolven el manual del populista del sexenio pasado y eviten engancharse con un bully del tamaño de Donald Trump.