Cop 16: "En Cancún no habrá imposición"

Al embajador Luis Alfonso de Alba no le tocó una tarea sencilla. Su trabajo, los últimos 10 meses, ha sido intentar recomponer las negociaciones que quedaron lastimadas después de la Cumbre Climática COP15 en Copenhague. Para ello, ha viajado por todo el mundo y se ha reunido en más de 230 ocasiones con funcionarios gubernamentales, representantes de organizaciones de la sociedad civil, sector privado, legisladores y académicos.

Entrevistado por El Economista, comparte sus impresiones hacia la próxima Cumbre Climática COP16, la cual se celebrará del 29 de noviembre al 10 de diciembre próximos en Cancún, Quintana Roo.

¿Cuál ha sido la estrategia mexicana como sede de las próxima Conferencia de las Partes COP16 después de Copenhague?

Lo primero que hicimos fue un ejercicio de reconstrucción de confianza. Luego de Copenhague muchos países se sintieron excluidos y hubo escepticismo sobre la propia capacidad del sistema de las Naciones Unidas para lograr un acuerdo. Reconstruir esa confianza fue nuestra primera tarea.

Desarrollamos una estrategia de consultas bilaterales, de participación en reuniones regionales y subregionales, y de ir hablando con los países que habían expresado inquietudes sobre el proceso. Ahora la confianza está creciendo.

¿Qué elementos conforman esta confianza?

La confianza en el contexto multilateral se da con garantías de inclusión y de transparencia para todos. Las decisiones serán tomadas de acuerdo con los procedimientos establecidos por la ONU. En COP16 no va a haber un acuerdo entre unos pocos que después se trate de imponer o forzar a los demás.

¿Eso pasó en Copenhague?

Ésa fue la queja de algunos países, sobre todo de los pertenecientes al ALBA -Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Cuba- que había un grupo pequeño que negoció y no había dado suficiente espacio en el proceso para la discusión entre las partes.

¿Qué vino después?

El segundo paso fue encontrar posibles formas de compromisos. La idea era hallar fórmulas que sean ambiciosas pero realistas, porque el otro problema que tuvimos en Copenhague fue que había una excesiva simplificación de lo que podíamos alcanzar.

Está hablando del famoso acuerdo global vinculante …

Sí. Uno de los problemas del proceso es que algunos lo simplificaron al punto de pensar que un tratado podía resolver todo. El acuerdo global vinculante debe entenderse como un conjunto de acuerdos, no un instrumento único.

Lo que México ha hecho es identificar los capítulos de la negociación: financiamiento, adaptación, mitigación, entre otros, para ver hasta dónde podemos llegar en cada uno y no cerrar la negociación. También era importante entender que debemos impulsar acciones de carácter vinculante y no vinculante. La visión mexicana de este proceso es que hay muchas acciones que no requieren de un instrumento vinculante porque son procesos que pueden echar a andar la comunidad internacional por la vía de decisiones de la Conferencia de los Estados Parte.

¿Algún ejemplo en particular?

El caso del financiamiento es claro. Hace un par de años México propuso la creación de un fondo verde. Esa iniciativa se puede retomar en Cancún sin que se requiera un instrumento vinculante.

¿Esto quiere decir que el fondo verde no está muerto?

No. El fondo verde es parte de los acuerdos en donde hemos avanzado más. Hay muchos detalles por acordar, pero ya hay un entendimiento sobre la necesidad de ese fondo, sobre la ubicación en el contexto del sistema financiero ambiental en su conjunto y sobre principios básicos de gobernanza.

El punto es que haya un acceso más rápido y ágil de esos fondos, sobre todo para los países más pequeños y menos desarrollados.

afvega@eleconomista.com.mx