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Política

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Manuel Bartlett Díaz, el hombre del sistema que está de regreso

El proceso electoral de 1988, el descarte del que fue objeto, la disciplina de mantenerse como hombre del sistema y su desempeño al frente de la Comisión Federal Electoral marcaron para siempre a Manuel Barlett, quien a partir del 1 de diciembre será un funcionario clave en el gobierno de López Obrador.

Foto: Cuartoscuro

Manuel Bartlett Díaz es un hombre del sistema; brillante; un miembro de la llamada vieja clase política del PRI que fue relegada de la cima del poder en México que hoy regresa. A partir de la lectura de su extenso currículum en el servicio público se desprenden un montón de “fue”. Hoy se apresta a dirigir la Comisión Federal Electricidad, cargo encomendado desde ya por el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador y que ha generado una nube de controversias en torno a este personaje.

Quienes dicen conocerlo se refieren a él como un hombre de mano dura, formado en la escuela del pensamiento político francés; de carácter fuerte; contrapunteado con los tecnócratas. Alguien que estuvo a un paso de alcanzar la candidatura a la Presidencia en los tiempos en que eso implicaba el pase directo a Los Pinos, pero se quedó al lado del camino, aguantó la derrota y, en algún momento, se reinventó y se pasó al bando de quienes fustigaron el sistema del cual fue pieza clave portante.

Nació y la política ya estaba en casa

Cuando Bartlett Díaz nació, hace 82 años, su papá, Manuel Bartlett Bautista, ya había sido diputado local en Tabasco y pronto sería ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y luego gobernador de esa entidad.

Hay quienes cuentan que Bartlett Bautista fue un “alemanista” recordado porque tuvo que renunciar a la gubernatura tabasqueña por presiones políticas y manifestaciones callejeras que comprometían la gobernabilidad en la entidad durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines.

El hecho es que Manuel Bartlett Díaz abrevó la política desde su casa, donde dispuso desde entonces una red de contactos cultivados por su padre y que acrecentó en sus tiempos de universitario.

Estudió la licenciatura en Derecho por la UNAM entre 1954 y 1959. Incluso el último año de sus estudios de licenciatura dio clases en la propia facultad de la que era estudiante.

Inmediatamente después, entre 1959 y 1961, hizo un posgrado en Derecho Público en la Universidad de París, Francia, aunque también tiene un diplomado en administración pública por la Universidad Victoria de Manchester, Inglaterra.

Regresó a México y se ocupó como catedrático en la UNAM. Fue profesor adjunto de Derecho Mercantil en la Facultad de Comercio y profesor de teoría general del Estado frente alumnos de Derecho.

Su incursión en el servicio público ocurrió en 1962 cuando fue admitido como asesor de la Dirección de Estudios Hacendarios de la Subdirección de Asuntos Económicos de la Secretaría de Hacienda, donde permaneció alrededor de un año, pues probó suerte como secretario de la Comisión de Reglamentación de la Aseguradora Nacional Agrícola y ganadera en 1963, aunque fue por un breve lapso, porque fue designado Comisionado ante la FAO con sede en Roma.

Ese mismo año hizo una especialidad en Derecho Comparado en la Escuela de Derecho de Estrasburgo, Francia.

A su regreso a México, en 1964 se afilió al PRI y se convirtió en un miembro activo. Incluso se desempeñó como auxiliar de la Secretaría General de la Confederación Nacional Campesina.

El ascenso en la burocracia priista

Ahí comenzó su ascenso en la burocracia priista. En 1965 fue nombrado secretario auxiliar del secretario general del CEN del PRI. En ese tiempo realizó sus estudios de posgrado en Manchester y luego, en 1969 se incorporó a la Secretaría de Gobernación como subdirector de Gobierno.

Para entonces empezó a acumular experiencia y poder pues al año siguiente fue designado presidente y secretario de la Comisión Federal Electoral (la primera CFE que dirigió en su vida) y a la par director general de Gobierno.

Cuando inició el sexenio del presidente José López Portillo fungió como director para asuntos políticos de la Secretaría de Relaciones Exteriores y luego asesor del secretario de Programación y Presupuesto Miguel de la Madrid Hurtado. Ahí participó en la formulación del primer Plan Global de Desarrollo.

Durante el último año del sexenio de López Portillo fue nombrado secretario general del CEN del PRI, cuando el líder nacional era el hidalguense Adolfo Lugo Verduzco. Cuando se dio el “destape” de Miguel de la Madrid como candidato del PRI a la Presidencia, Bartlett Díaz fue designado coordinador general de esa campaña presidencial.

Era el inicio del camino por las cúspides del sistema político mexicano. Cuando comenzó el sexenio de la Madrid lo designó Secretario de Gobernación, cargo en el que permaneció todo el sexenio y amasó un importante poder en el gabinete.

Muchos políticos y periodistas que atestiguaron esa parte de la historia del país señalan, sin lugar a dudas, que al finalizar ese sexenio los dos hombres fuertes para suceder a de la Madrid eran Carlos Salinas de Gortari y Bartlett.

De aquellos años son los distanciamientos de políticos priistas que luego se convertirían en sus grandes contrincantes políticos y ahora, algunos, de sus compañeros de lucha y, todo parece indicar de equipo de gobierno (el de López Obrador).

1988 y la etiqueta que lo marcó de por vida

En 1987, cuando se acercaba la nominación del PRI a la Presidencia, y cuando Bartlett y Salinas eran punteros en la contienda interna, Cuauhtémoc Cárdenas y otros prominentes políticos como Porfirio Muñoz Ledo conformaron la Corriente Democrática que tenía como intención influir en la nominación del candidato presidencial. No lo lograron y terminaron abandonando el partido.

Muchos reprochan al entonces presidente y a su secretario de Gobernación Manuel Bartlett no hacer la suficiente operación política para que esa fractura no ocurriera. Y tuvo consecuencias.

Incluso hay quienes se preguntan por qué Bartlett no hizo efectiva su amistad con Cárdenas para evitar el rompimiento.

Algunos textos como “La Herencia” de Jorge G. Castañeda, que por cierto lleva como subtítulo “Arqueología de la sucesión presidencial”, destacan la amistad entre Cárdenas y Bartlett, a grado tal que doña Amalia Solórzano, mamá del primero, llamaba al poblano: Manolo.

En ese sentido, Raúl Trejo Delarbre en un texto publicado en Crónica en 2003 dice que no habría por qué extrañarse de esa cercanía si al final eran parte de la misma elite política.

Lo cierto es que el proceso electoral de 1988 marcó las vidas de ambos personajes.

A Cárdenas porque fue lo suficientemente hábil para construir una candidatura que, si bien oficialmente no ganó, buena parte de la población cree que así fue y le robaron la elección, mientras que a Bartlett la decisión de apagar las computadoras que estaban recibiendo la información de la elección la noche de los comicios, lo marcó como el orquestador de un fraude que para muchos estuvo en otro lado y no en los sistemas de cómputo del Registro Nacional Electoral.

Los medios informaron que a poco después de las 7 de la noche de aquel 6 de julio no se daría información sobre el resultado de la elección presidencial.

Bartlett llamó a la calma y ofreció reanudar la sesión de la CFE a las 10 de la noche y para entonces ya se ofrecería información.

Eso no ocurrió así. La sesión se reanudó después de la 1 de la mañana del día 7 de julio sin que se diera información alegando “congestionamiento de las líneas telefónicas”. Por eso no se pudo conocer los resultados de las 50,000 casillas instaladas a lo largo del territorio nacional de manera oportuna.

En cambio lo que sí ocurrió aquella madrugada fue que el presidente del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, salió a proclamar el “triunfo rotundo” de su candidato, Carlos Salinas de Gortari.

Ahí comenzaron los reclamos, el repudio, y fue cuando se le colocó la etiqueta de orquestador del fraude de la cual no se pudo despojar ni porque en 1995 publicó un libro (Elecciones a debate, editado por Era). Alegó que lo que se decía de aquella elección era una falsedad y que el proceso estuvo ajustado a la ley y legítimamente documentado. Incluso el político poblado ha dicho en su defensa que en realidad lo que ocurrió en 1988 fue el nacimiento de un contubernio entre el PRI y el PAN, para decirlo más claro, lo marca como la fecha de nacimiento del PRIAN con el argumento de que fueron los panistas los que validaron el triunfo de Salinas y luego, ambos partidos se acoplaron para instaurar y mantener el modelo económico neoliberal contra el cual él se asume en contra y uno de sus férreos contrincantes.

El caso es que ese tema se convirtió en una leyenda robustecida con las demostraciones de investigadores como Juan Molinar Horcasitas, que argumentaron por qué sí se cometió un fraude.

Ese episodio etiquetó a Bartlett, lo confrontó con la oposición o lo colocó en una situación comprometida para ejercer con eficiencia como secretario de Gobernación.

Pasado el proceso quedó en evidencia que ese año el presidente Miguel de la Madrid se decidió por el hombre que le garantizaría impulsar el proyecto económico que había ideado para el país.

Bartlett se disciplinó no sólo ante el nombramiento, sino ante la designación de Manuel Camacho Solís para operar el control de daños del conflicto poselectoral.

Ese año, ese proceso, ese descarte y esa disciplina lo marcó para siempre, pero continuó como hombre del sistema.

Al asumir Salinas de Gortari la Presidencia fue designado como titular de la Secretaría de Educación Pública, en la que estuvo al frente hasta 1992 cuando buscó y obtuvo la gubernatura de Puebla.

Gobernó su entidad natal hasta 1999, cuando volvió a ser mencionado como aspirante a la candidatura del PRI a la Presidencia. No tuvo suerte en ese lance, pero sí consiguió una senaduría.

Pasaron seis años y volvió al Senado, donde es coordinador del PT. Ahí trabó una alianza con Andrés Manuel López Obrador, a quien defendió en tribuna, salones y pasillos.

El 27 de julio pasado el virtual presidente electo anunció que será el director de la Comisión Federal de Electricidad, lo que ocasionó algo así como un corto circuito: su imagen volvió a estar en los cartones y ahora en los últimos meses volvieron a recordarle su pasado incómodo, con todo y sus etiquetas.

Es un miembro de la llamada vieja clase política del PRI que fue relegada de la cima del poder político en México; hoy se apresta a dirigir la CFE

En 1987 Miguel de la Madrid se decidió por el hombre que le garantizaría impulsar el proyecto económico que había ideado para el país Carlos Salinas y dejó a la orilla del camino a Manuel Bartlett

diego.badillo@eleconomista.mx

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