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Política

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Vapeadores, ¿qué es mejor: prohibirlos o regularlos?

El presidente Andrés Manuel López Obrador presentó ante el Congreso de la Unión una iniciativa de reforma para prohibir desde la Constitución la producción, distribución y venta de vapeadores y cigarrillos electrónicos en el país.

Foto EE: ArchivoFoto EE: Archivo

El pasado 5 de febrero, el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó una iniciativa de reforma para prohibir definitivamente la venta de vapeadores y cigarros electrónicos en México. Hasta ahora solo existía un decreto sujeto a suspensiones vía amparos, pero con la propuesta se busca la prohibición constitucional.

La idea es contundente, restringir la producción, distribución y enajenación de cigarrillos electrónicos, vapeadores y demás sistemas o dispositivos electrónicos análogos. Para ello, se plantea la adición de un párrafo quinto al artículo cuarto y un párrafo segundo al artículo quinto de la Constitución.

De acuerdo con la exposición de motivos del proyecto entregado a la Cámara de Diputados, el fundamento de esta iniciativa se encuentra en el derecho humano a la salud, consagrado en el artículo cuarto constitucional, que establece que toda persona tiene derecho a la protección de la salud y a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar, además subraya la obligación del Estado de velar por esta garantía.

En 2020, el gobierno federal publicó un decreto para prohibir la importación y distribución de estos dispositivos, para 2022, prohibió su venta, pero el mercado de vapeadores ha continuado su expansión. El número de usuarios pasó de 975,000 en 2019 a más de 1.5 millones en la actualidad. El incremento se ha visto impulsado por amparos presentados por fabricantes y comercializadores de estos dispositivos, así como por el surgimiento de un mercado negro. De acuerdo con la asociación civil Pro-Vapeo, las ventas de vapeadores y cigarros electrónicos generan entre 3,000 y 5,000 millones de pesos al año.

Hasta ahora, el argumento de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para otorgar los amparos recae en el discurso de que lo más prudente es la regulación y no la prohibición. En su proyecto de resolución, el ministro Laynez Potisek, por ejemplo, dijo que la posición del gobierno es incongruente, pues el tabaco es regulado, mientras los cigarros electrónicos “ofrecen un sustituto menos dañino que el tabaco”.

Para Graziele Grilo, program officer y líder regional para América Latina del Instituto para el Control Mundial del Tabaco de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, la dificultad a la que se enfrentan actualmente muchos países con recursos limitados para hacer cumplir las políticas existentes de control del tabaco, cuando hay interferencia de la industria, es alta. “Si el mercado de productos de tabaco y nicotina se expandiera, también aumentarían los desafíos regulatorios y de fiscalización”.

Agrega que las prohibiciones de venta y publicidad, adoptadas por países de todo el mundo, son formas de regulación que pueden ayudar a centrar los esfuerzos de fiscalización en áreas clave que respalden los resultados de salud pública sin exacerbar la escasez de recursos.

En entrevista con El Economista, asegura que los responsables de la formulación de políticas públicas en materia de salud y los reguladores pueden hacer frente a los productos en constante evolución y a las prácticas de mercadeo agresivas de la industria tabacalera con políticas basadas en la evidencia y en factores relevantes a nivel local, además de lecciones aprendidas de todo el mundo.

Por ejemplo, países como Argentina, Brasil, India, Noruega y Singapur prohibieron la venta de cigarros electrónicos. En el caso de Brasil, la agencia reguladora nacional, Anvisa, ha realizado un análisis de impacto regulatorio antes de decidir mantener la prohibición existente.

Otros países permiten la venta de estos productos mediante regulaciones, “muchas de las cuales se basan en el Convenio Marco para el Control del Tabaco”. Por ejemplo, Paraguay prohíbe el uso en lugares cerrados, exige advertencias sanitarias en la cajetilla y prohíbe el uso de declaraciones de propiedades saludables y para dejar de fumar.

¿Qué dicen las recientes investigaciones?

Grilo asegura que los hallazgos de los estudios recientes proporcionan evidencias que respaldan las políticas de control del tabaco existentes en México, además justifican la implementación de tácticas adicionales recomendadas para reducir el consumo de nicotina y productos de tabaco, especialmente entre los jóvenes.

“Además de mantener la prohibición actual de los cigarros electrónicos y la aplicación estricta de su prohibición integral de publicidad, promoción y patrocinio (incluida la venta y comercialización en línea de cigarros electrónicos) y los entornos libres de humo, las medidas sugeridas incluyen la prohibición de todos los productos de nicotina y tabaco con sabor, y la promulgación del empaquetado neutro y estandarizado. Combinadas, estas medidas reducirían efectivamente el atractivo y la comerciabilidad de los productos de tabaco y nicotina adictivos entre todos los mexicanos, incluidos los jóvenes”.

Uno de los principales argumentos a favor de los vapeadores es que para quienes ya son consumidores de tabaco, cambiar a estos dispositivos ha beneficiado su salud. ¿Podría tener esto algún argumento científico?

La especialista explica que ya existen productos y tácticas para ayudar a los consumidores de tabaco a dejar de fumar con éxito, y es imperativo que los profesionales de la salud y la comunidad de salud pública continúen impulsando a las personas que desean dejar de fumar hacia herramientas efectivas, como líneas telefónicas para dejar de fumar y terapias/tratamientos aprobados de cesación.

Es contundente: “Las únicas personas que deberían considerar el uso de cigarros electrónicos son aquéllos que los usan temporalmente, después de que se hayan probado y agotado todos los demás métodos aprobados para dejar de fumar, como un medio para un fin: dejar los cigarros (y, eventualmente, los cigarros electrónicos) para siempre”.

Al mismo tiempo, dijo, debemos evitar que la industria tabacalera promueva los cigarros electrónicos de maneras y en lugares que sean atractivos para aquellos que no usan ningún producto de tabaco, como hemos visto que sucede en diferentes países, alimentando nuevas epidemias cuando necesitamos reducirlas.

Vapeadores y cigarrillos, ¿son lo mismo?

De acuerdo con Grilo, estos productos pueden parecer diferentes, pero siguen siendo un recipiente para la misma nicotina altamente adictiva contenida en los cigarros, y se está utilizando “marketing engañoso”, como sabores y dispositivos coloridos que son más atractivos para los jóvenes, para venderlos.

Comparte que los datos representativos a nivel nacional de la Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos (GATS) de 2023, realizada en México entre la población con 15 años o más, muestran que solo el 2.1% usa actualmente cigarros electrónicos, mientras que la prevalencia actual del consumo de tabaco continúa estancada en el 15.6 por ciento.

“No deberíamos desperdiciar esta oportunidad de evitar que las generaciones futuras sean susceptibles a una vida de adicción a la nicotina y al consumo de tabaco, cuando tenemos políticas actuales basadas en las evidencias disponibles que han demostrado reducir el consumo de nicotina y tabaco”.

La especialista destaca que tenemos más de 100 años de investigación para demostrar el peligro de los cigarrillos.

“Si bien tenemos menos información sobre los cigarrillos electrónicos y los productos de tabaco calentado porque son relativamente nuevos, sabemos que cualquier cantidad de nicotina es adictiva y que hay otras sustancias químicas potencialmente tóxicas entre sus ingredientes. También tenemos datos claros que muestran que el alcance publicitario de estos productos es amplio y se dirige a los consumidores que no fuman, incluidos los jóvenes”, concluye.

nelly.toche@eleconomista.mx

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Periodista de ciencia en la sección Arte, Ideas y Gente de El Economista. Cuenta con maestría en periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE y es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UVM.

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