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Alta mortalidad, contaminación y derroche de agua: el oscuro balance de las bebidas azucaradas en México
¿Sabía que el consumo de bebidas azucaradas ocasiona más de 40 mil muertes al año en México? Esto significa que el siete por ciento de todas las muertes de adultos mexicanos mayores de 20 años se atribuyen a problemas de salud asociados a este hábito.
El consumo cotidiano de bebidas azucaradas se ha relacionado con el desarrollo de enfermedades como obesidad, diabetes, hipertensión, enfermedades del corazón, problemas dentales y algunos tipos de cáncer. Por ejemplo, hay evidencia de que beber un refresco al día duplica el riesgo para desarrollar diabetes mellitus tipo 2.
Además de su cantidad de azúcar, la mayoría de estas bebidas contiene también una gran dosis de cafeína. Esto se ha relacionado con estrés, ansiedad y dolores de cabeza.
El consumo de bebidas azucaradas en el mundo ha ido en aumento
Un estudio publicado en 2023 analizó las tendencias de ingestión de bebidas azucaradas en 185 países. Se identificó un consumo global promedio de 2,7 porciones por semana, donde cada porción equivale a 240 gramos. El estudio revela, además, que México ocupa el primer lugar con un consumo semanal de 8,9 porciones, seguido por Etiopía (7,1), Estados Unidos (4,9) y Nigeria (4,9).
También se encontró que hay grupos con un mayor consumo que otros, en particular, las personas de sexo masculino, las personas jóvenes, y quienes viven en zonas urbanas.
Una lata contiene hasta 15 cucharaditas de azúcar
La Organización Mundial de la Salud recomienda consumir menos de cinco por ciento del requerimiento diario de energía a partir de azúcar añadida.
Esto equivale a un máximo de cinco cucharaditas para una persona que requiere dos mil kilocalorías al día. Una sola lata de refresco puede contener cerca del triple de esta cantidad.
Los refrescos son las bebidas que suelen identificarse dentro de la categoría de azucaradas. Sin embargo, hay otras de consumo frecuente que también se incluyen en este grupo. Por ejemplo, bebidas comerciales como jugos de frutas, leches saborizadas, bebidas energéticas o aguas vitaminadas.
También se incluyen bebidas preparadas en casa con azúcar añadida y las que tienen concentrados o polvos. Todas estas presentaciones contienen una gran cantidad de azúcar, que sería muy difícil de ingerir si se consumiera a cucharadas.
Las bebidas light no son una alternativa
Las bebidas light contienen edulcorantes sintéticos, modificados o naturales, que no se clasifican como azúcares. Los más comunes son acesulfamo de potasio, aspartamo, sacarina, sucralosa y estevia.
Estas bebidas se han utilizado como una alternativa al consumo de bebidas azucaradas, debido a que ofrecen un sabor dulce, sin aportar calorías. Por ello se han promocionado como un apoyo en la pérdida de peso o como parte de una alimentación saludable.
Sin embargo, estudios científicos recogidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) han identificado posibles efectos indeseables a largo plazo causados por el consumo de estos edulcorantes. Por ejemplo, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular e incluso mortalidad. Además de mayor riesgo de parto prematuro, si se consumen durante el embarazo.
Por lo anterior, la OMS propone que “no se utilicen edulcorantes sin azúcar como medio para controlar el peso o reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles”.
Por su salud, elija agua
El agua participa en muchas reacciones del organismo, promueve una piel saludable y previene el estreñimiento. También facilita la digestión, el transporte de nutrimentos a las células y mejora la función del cerebro.
Por otra parte, el consumo insuficiente de agua puede provocar deshidratación. Sus síntomas incluyen fatiga, sequedad de la piel, dolores de cabeza y dificultad para concentrarse. También ocasiona problemas más graves, como taquicardia, presión arterial baja y confusión.
Además, el consumo de agua se relaciona con una reducción de la ingestión total de calorías. Esto ayuda a mantener un peso saludable.
El consumo de bebidas azucaradas afecta al medio ambiente
Se ha identificado que los envases de plástico pueden tomar hasta cientos de años en descomponerse, contaminando el suelo y el agua. Además, con el tiempo, los plásticos se dividen en fragmentos más pequeños llamados microplásticos, que al ser consumidos por animales marinos pueden entrar en la cadena alimenticia humana.
¿Sabía que para producir tan solo medio litro de refresco se pueden requerir entre 150 y hasta 300 litros de agua? Esto incluye la huella hídrica por la producción de los ingredientes de la bebida, la botella, los materiales de embalaje, el etiquetado y la energía utilizada en las fábricas. A esto habría que agregar otros aspectos como el transporte a sus puntos de venta.
Un consumo que disminuye el agua potable disponible para las comunidades, además de las consecuencias que tiene la gran cantidad de envases que se desechan cada día.
¿Qué podemos hacer?
El consumo de bebidas azucaradas se ha relacionado con múltiples factores. Para muchas personas se han vuelto parte de su día a día, e incluso de sus tradiciones. Además, la alta disponibilidad y la publicidad que las promueve han influido de manera importante. Por ello, es necesaria la aplicación de diferentes estrategias para minimizar su consumo y los problemas que ocasionan.
México ha implementado algunas iniciativas para disminuir el consumo de bebidas azucaradas. Entre ellas, el etiquetado obligatorio de alimentos y bebidas, los impuestos y la regulación de su venta en las escuelas. Sin embargo, es urgente que estas medidas se fortalezcan, para lograr el máximo impacto.
También es necesario sensibilizar a las personas sobre el impacto de las bebidas azucaradas en la salud y en el medio ambiente. Además, se requiere reglamentar su producción para evitar la contaminación y el uso desmedido de recursos naturales.
Por otro lado, un elemento clave para el consumo de agua simple es su disponibilidad. Por lo tanto, es necesario que se cuente con dispensadores de agua purificada en espacios públicos, entornos laborales, escolares y recreativos.
Estos cambios podrían favorecer hábitos que mejoren nuestra salud y protejan nuestro medio ambiente.
Gabriela Macedo Ojeda, Investigadora en Alimentación, Nutrición y Salud Pública, Universidad de Guadalajara; José Francisco Muñoz Valle, Inmunogenética Funcional en Enfermedades Reumáticas y Autoinmunes, Universidad de Guadalajara y María Eugenia Torres Chávez, Doctorante en Ciencias de la Nutrición Traslacional, Universidad de Guadalajara
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.