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Arte e Ideas

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Áshkenazy, leyenda viva en el Auditorio Nacional

Estuvo acompañado de la violinista Esther Yoo, una joven de 20 años, quien también mostró pasión frente a un Stradivarius.

Fue un concierto de grueso calibre, evocativo, brillante, conmovedor. La verdad es que el maestro Vladímir Áshkenazy al frente de ese tremendo orquestón conocido como la Philharmonia Orchestra de Londres, no necesitaba interpretar como encore el Cielito Lindo para estremecer a los mexicanos presentes en el Auditorio Nacional y convencernos de que sigamos siendo sus fans.

El maestro ruso, pianista y director, ya se había echado a la bolsa al público aún antes de ejecutar sus primeras notas, porque es una leyenda viviente de la música, quien refrendó su talento y fina dirección orquestal.

Como parte de su gira por México, Perú, Colombia y Brasil, el maestro Áshkenazy presentó su segundo concierto en la capital mexicana llevando como solista a la talentosa y muy joven violinista Esther Yoo de 20 años de edad , nacida en Estados Unidos y avecindada actualmente en Bélgica.

Se trató de un concierto cargado de evocaciones rusas llevadas de la mano y de la partitura de Piotr Ilyich Tchaikovsky (1840-1893), con el Concierto para violín y orquesta en re mayor, Op. 35; la Sinfonía núm. 5 en mi menor, Op. 64; y del también ruso Mikhail Glinka (1804-1857), cuya Obertura de la ópera Ruslán y Ludmila fue interpretada como primera pieza del programa.

De estas obras tan entrañables, había pasajes donde brotaba plena el alma rusa, que se podían imaginar los paisajes, pueblos, villorios, la gente, descritos con tanta grandeza y tan fielmente por Gogol, Lermontov, Pushkin y demás escritores brillantísimos.

Valdímir Áshkenazy, originario de Rusia, pudo escapar del régimen soviético en los tiempos de Nikita Kruschev y se instaló en Londres, luego de que fuera utilizado por la Nomenklatura en las intrigas de la Guerra Fría Cultural: los soviéticos necesitaban un músico de altísimo nivel para enfrentarlo al occidente capitalista y encontraron al virtuoso Áshkenazy.

Desde hace más de dos décadas ha sido director de la Philharmonia Orchestra de Londres (la primera que dirigió) y de la cual después fue designado Director Laureado . El maestro también es Director Musical de la Orquesta Juvenil de la Unión Europea (siente gran simpatía por las orquestas juveniles de América Latina, en especial por las venezolanas). Se desempeñó como Director Titular y Asesor Artístico de la Orquesta Sinfónica de Sídney (2009-2013), aparte de que ha sido director huésped de las principales orquestas del mundo.

Leemos en el programa de mano del concierto esta información útil para el melómano: Aunque la dirección ocupa gran parte de su tiempo, Áshkenazy conserva su devoción al piano, ejerciéndola en particular en el estudio de grabación, y ha construido un extraordinario catálogo que incluye los Preludios y Fugas de Shostakovich, laureados con un Grammy en 1999; el Concierto para piano núm. 3 de Rautavaara (obra que él comisionó); el Wohltempierte Klavier de Bach, las Transcripciones de Rachmaninov y las Variaciones Diabelli de Beethoven. En la primavera de 2013 fue lanzado un conjunto integrado por 50 cds. para celebrar la larga relación de Áshkenazy con el sello Decca Classics .

Infaltables

De esta leyenda viviente que es Vladímir Áshkenazy recordemos también varias grabaciones que son infaltables: de Beethoven, Los conciertos para piano, con Sir Georg Solti y la Orquesta Sinfónica de Chicago; los mencionados Wohltempierte Klavier de Bach I y II; de Chopin, Los Trabajos para Piano; y de Shostakovich, Sinfonías, con la Royal Philharmonic Orchestra, la St. Petersburg Philharmonic, y la NHK Symphony Orchestra.

Violinista de lujo

Áshkenazy había dicho de su solista, Esther Yoo, que era una ejecutante muy profesional, pero se quedó corto: la joven de aspecto oriental también es pasión; una pasión controlada que se reflejaba en la mandíbula tensa, los labios y ojos cerrados, y la respiración contenida. Y todo para que no se quedara sin tocar ni una sola nota. La interpretación de la joven artista le dio más cuerpo y brillo a las dos obras de Piotr Ilyich Tchaikovsky.

Además, Esther Yoo se da el lujo de tocar el violín Stradivarius conocido como Príncipe Obolensky , fabricado en 1704; instrumento valiosísimo que le presta un coleccionista privado.

La joven Yoo, quien empezara a tocar el violín a los cuatro años de edad, la noche del martes fue capaz de acometer con su instrumento un conjunto de abigarradas notas. Sus manos se movían a altas velocidades sin darle tregua al silencio con esos dedos delgados y largos que parecían quebrarse sobre las cuerdas en el diapasón. Lo vimos en la Canzonetta. Andante y sobre todo en el Finale. Allegro vivacissimo del Concierto para violín en el que sus dedos volaban. Cierto, es un intérprete un tanto fría, no tiene la gestualidad ni los aspavientos o poses de otros violinistas, pero ella es magistral. Magistral en su sencillez, humildad y eficacia interpretativa.

En cuanto a la Philharmonia Orchestra de Londres, es un ensamble de lujo que suena bien afinado, con potencia, con virtuosismo en sus ejecutantes. Son una masa sonora dirigida por una batuta certera. Nos dejó impresionados la manera tan escrupulosa, Tan honesta, como la cornista interpretaba un solo al principio del segundo movimiento de la Sinfonía núm. 5: ni un error a pesar del evidente esfuerzo que estaba haciendo, lo que se notaba en las venas de su cuello.

ricardo.pacheco@eleconomista.mx

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