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Bestial como una niñita de cinco años
Con cuatro nominaciones al Óscar y una colección larguísima de premios en su haber, ésta es algo más que una película celebrada: es un verdadero portento fílmico.
Todo mundo pierde esa cosa que lo hizo. Así se supone que es en la naturaleza. Los hombres valientes se quedan. No corren . Esta frase no es de ningún rockero ni de un filósofo existencialista. No es de alguien que se está haciendo el machito. No. Estas palabras tan bonitas, dolorosas y valientes son de una niña de cinco años que vive en un mundo a punto de desaparecer.
No mide más de 1 metro y Hushpuppy apenas si es lo bastante grande para caminar y hablar. Pero es una maestra en el arte de vivir. Una niña maravillosa (qué horrible traducción del por demás bello y adecuadísimo título de Beasts of the Southern Wild) es la historia de Hushpuppy, su papá y el orden natural de las cosas.
LA ARDUA SUPERVIVENCIA COTIDIANA
Hushpuppy vive en una isla de la costa de Luisiana aislada del mundo civilizado por un enorme dique. Su única familia es su padre, Wink Doucet, un hombre a partes iguales violento y cariñoso. Cuando habla con ella, Doucet lo hace en masculino. Whos the man? , le pregunta su hija. Im the man! , contesta ella. Afuera, el cielo se cae como si Dios estuviera obstinado en destruirlos. Buena suerte, Dios, no la tienes fácil.
La vida es imposible en un lugar que en cualquier momento va ser borrado del mapa por un huracán. No importa. Hushpuppy y su padre pertenecen a una comunidad de seres que tienen cada músculo del cuerpo entrenado en la ardua tarea de sobrevivir. Cada uno de ellos vive en un absoluto entendimiento con la naturaleza. Ellos son las bestias del sur salvaje. Lo que podría ser una fábula de la lástima se convierte en una gran aventura en manos del director y guionista Benh Zeitlin, que al final tiene tonos de fantasía y resonancias de viaje espiritual.
Este domingo, cuando sea la entrega del Oscar, tenga esto en mente cuando Lincoln o Los miserables arrasen con las estatuillas (si eso pasa): ninguna de las cintas nominadas le llega a los talones a Una niña maravillosa. Ninguna. Su profundidad emocional, su gracia narrativa, la enorme dignidad de sus personajes, su originalidad en general la hacen una de las mejores cintas de los últimos 15 años.
No estoy exagerando. En el pasado Festival de Cannes se llevó el ambicionado galardón Cámara de Oro, que se da a la mejor ópera prima en competencia. Su vuelo a la gloria comenzó el Sundance 2012, donde le fue otorgado el Premio del Gran Jurado. La Asociación Fílmica Estadounidense (AFI) ya la nombró película del año. Sus cuatro nominaciones al Oscar (dirección, guión original, actriz protagónica -Quvenzahné Wallis, que a sus nueve años es la persona más joven en buscar el premio- y película) se sienten como una obligación de la Academia. ¿Ganará alguna? Ojalá, pero no le hace falta para ser memorable.
DE PANADERO A PROTAGÓNICO
Tan interesante como la propia trama es la historia de cómo se filmó esta ópera prima del cineasta neoyorquino Zeitlin. Filmada en 16 mm, el formato favorito de los estudiantes de cine por su bajo costo, la película se convirtió en algo así como el proyecto comunitario de la gente del pueblito de Luisiana donde se realizó.
Enfrente de las oficinas de la producción de Zeitlin, en Nueva Orleans, había una panadería donde el equipo iba a tomar café y platicar. Un día, desesperados porque no encontraban a su protagónico masculino, le pidieron al dueño que leyera unas líneas para hacer unas pruebas de video.
Lo hizo tan bien que acabaron pidiéndole que hiciera el papel. Así, las escenas del padre de Hushpuppy fueron filmadas cuando el panadero Dwight Henry podía tomarse unas horas lejos de su negocio. Es increíble que Henry no sea actor profesional: si la pequeña Wallis es como un trueno, Henry es como una tormenta eléctrica.
Una niña maravillosa es un milagro fílmico. Imposible ser un cinéfilo e ignorarla.
concepcion.moreno@eleconomista.mx