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Arte e Ideas

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Bob Schalkwijk detona reflexión fotográfica sobre el deterioro del agua

El agotamiento del agua en el país, dice quien ha documentado los cuerpos acuáticos de nuestro territorio desde su llegada de Países Bajos en los 50, parece lento, pero va tan rápido que no alcanza a recuperarse y nos condena.

Es el vital líquido, le reconocemos. El agua hidrata, purifica, bendice, disimula nuestro llanto bajo la regadera, le romanceamos. El agua es fuente, cascada, géiser, iceberg, motivo de delirio y baúl de los misterios más oscuros; endulza nuestro gusto por la vida y también lo envenena. Le consagramos poesía, novela, canto. Y, a pesar de todo, la estamos dilapidando, cualquier ajeno diría, como deseando su final.

¿Y qué nos puede quedar de algunos cuerpos de agua que se van retrayendo hasta desaparecer? Además de las grietas, la imagen, los recuerdos de lo que fue un río y hoy es una avenida a la que, con cinismo, le damos el nombre de lo que ya no es. ¿Qué vamos a hacer con esas aguas de las que un día solo quedará el nombre?

Es la reflexión que detona la muestra fotográfica Paisajes de agua, inaugurada el pasado fin de semana en la Galería 526 del Seminario de Cultura Mexicana, del roterdamés afincado en México Bob Schalkwijk (Países Bajos, 1933), ganador de la Medalla al Mérito Fotográfico 2019 por su registro fundamental en la memoria del patrimonio mexicano, porque su lente, desde que Schalkwijk era muy joven, se enamoró y se postró en los rostros, los parajes, el arte y las tragedias de nuestro país.

Técnicamente, Paisajes de agua es una exposición que itinera, hiberna y se enriquece desde hace 16 años. La primera versión de esta muestra, con fotografías que Schalkwijk tomó en Países Bajos, Myanmar, Vietnam, Antártica y, por supuesto, México, se llevó a cabo en 2006 en la Biblioteca Vasconcelos y el Museo Nacional de las Culturas del Mundo so pretexto del IV Foro Mundial del Agua, cuya sede fue la Ciudad de México. Un año más tarde, la exposición viajó a Venezuela, en 2008 se vio en Puebla y para 2010 estuvo en Baja California Sur.

Doce años después, Paisajes de agua vuelve como un fantasma de la conciencia a preguntarnos: ¿qué hemos hecho para preservar nuestro vital líquido? Y lo hace una añadidura en el título: “evocaciones para un mejor futuro”, ahora compuesta por 24 fotografías escogidas por su hijo Adriaan Schalkwijk, además de 42 imágenes inéditas, dice el fotógrafo a este medio, sobre las bajamares en Baja California, figuras estriadas sobre el desierto bajacaliforniano que son la muestra de cómo el agua se abre paso y moldea formas sobre la superficie que parecen sacadas de la cámara de un rover que sobrevuela el planeta vecino.

“Yo soy agua, como lo es usted”

“El agua es una de las bases de la vida. Tomo fotografías constantemente y muchas veces incluyo agua, porque me gusta, me fascina. Yo soy agua, como lo es usted. Por eso hay que mostrarla y decirle a la gente que debemos cuidarla bien, no hay que tirarla, no hay que ensuciarla y creo que la fotografía es buena para reforzar este mensaje”, declara Schalkwijk, de 89 años.

Hace un ejercicio de memoria y comparte que la imagen más antigua de esta muestra se remonta a 1973. Su modelo fue la esbelta Cascada de Basaseachi, en Chihuahua, un desfogue en la Sierra Madre Occidental de casi 250 metros de altura que la acreditan como la cascada más alta de México, tan alta que el agua se convierte en arcoíris. La tomó desde lo alto, como si el fotógrafo fuera un omnipresente casi cenital.

Desde entonces, comparte Schalkwijk, el paisaje acuático, esa comunión del agua con el resto de la tierra, han cambiado, se han transformado en detrimento de lo acuoso. “Claro que se ha deteriorado. Es un deterioro que va muy lento y a la vez es tan rápido”, lamenta del otro lado del teléfono. “La falta de agua en el país es tremenda, se mal utiliza mucha de ella y el nivel de los lagos baja y no puede recuperar su nivel. Esto resulta peligrosísimo para todos nosotros. Está claro que sin agua no vamos a sobrevivir”.

Por último, el entrevistado presume su amor por el oficio, declara que nunca se despega de su cámara. Adonde quiera que va la lleva consigo. “Digamos que tres cuartas partes de la vida ando con una cámara en el bolsillo y tomo muchas fotos. Varias son poco importantes, pero si uno no utiliza la cámara, uno pierde la sensibilidad para observar", aconseja.

Paisajes de agua: evocaciones para un mejor futuro

  • Bob Schalkwijk
  • Galería 526
  • Seminario de Cultura Mexicana
  • Vigente hasta el 6 de marzo
  • De martes a domingo, de 11:00 a 18:00 horas
  • Masaryk 526, Polanco

 ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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