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Cincuenta años después de su publicación, desde ‘Momo’ con amor
“Pero el tiempo es vida y la vida reside en el corazón”.
Hace cincuenta años, desde la villa de El Unicornio, a unos kilómetros de Roma, se lanzaba Momo, un libro que sería la consagración de su autor, un escritor alemán que había dejado su país porque no estaba de acuerdo con las corrientes literarias del momento.
Se trataba de Michael Ende, Mijael Ende. Hijo de un pintor surrealista de renombre, Edgar Ende, Michael, nacido en 1929, pasó su infancia en el taller de su padre absorbiendo los colores, los olores, las imágenes y la simbología que más adelante plasmaría en sus libros.
Los orígenes de Michael
Durante muchos años, Michael no se sintió cómodo en el colegio. Su educación, además, se vio interrumpida por la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos de Alemania y la llamada a filas de los adolescentes para defender al país de los Aliados.
Durante la guerra, los cuadros de su padre fueron prohibidos por el gobierno nazi, por considerarse obscenos. Varias de las obras que tenía en el estudio fueron destruidas en un incendio en 1944. Fue una época muy dura. Muchos de los amigos del pintor desaparecieron y fueron enviados a los campos de concentración.
En 1946, tras finalizar la guerra, Michael empezó a estudiar en la Escuela Waldorf de Stuttgart. En ella se seguía la filosofía de Rudolf Steiner y se daba importancia a la libertad del individuo, a la creatividad, a la curiosidad, a la experimentación y al interés por la naturaleza, y allí pudo florecer la personalidad del joven.
Tras la escuela Waldorf, estudió en la Escuela de Otto Falckenberg asociada al Teatro de Cámara de Múnich. Durante un tiempo se dedicó a la actuación, compaginándolo con la escritura de obras dramáticas.
Conoció entonces a la actriz Ingeborg Hoffmann, con la que se casó. Hoffmann le facilitó diversos contactos en cabarés político-literarios de mucho renombre: Die Kleinen Fische, Lach-und Schiessgesellschaft… Esto le permitió dedicarse a guionizar sus espectáculos.
Literatura infantil de adultos
Su carrera como escritor de libros infantiles comenzó junto al dibujante Franz Josef Tripp. El resultado fue Jim Botón y Lucas el Maquinista, un manuscrito ilustrado “con demasiadas páginas” –según el editor Hansjörg Weitbrecht, de la editorial Thienemann– que dividieron en dos volúmenes. La segunda parte se llamó Jim Botón y los trece salvajes. Con esta novela divertida del género fantástico de aventuras cosechó un gran éxito.
Pero su triunfo definitivo, no solo como escritor para niños sino también para adultos, lo obtuvo con Momo.
“Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante, que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso, mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo”.
Momo es un cuento de hadas. Narra la historia de una niña que sabe escuchar, Momo, quien, junto con la tortuga Casiopea y el barrendero Beppo, tiene que conseguir salvar al mundo de los hombres grises que quieren robar el tiempo a la humanidad.
A través de la figura de Beppo, Ende pone de relieve valores como la contemplación, la meditación y la filosofía. Beppo es el símbolo del valor de la vida interior, que contrasta con la vanidad y lo absurdo de la sociedad materialista. Podríamos decir que es el precursor del mindfulness:
“Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso-inspiración-barrida. Paso-inspiración-barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguía paso-inspiración-barrida”.
Por otro lado, para el lector adulto Momo también es una metáfora de la manipulación del tiempo por parte de la sociedad.
La historia interminable
Tras este éxito, Ende publicó La historia interminable, otro libro dirigido tanto a niños como adultos.
En La historia…, los niños leerán un maravilloso relato fantástico en el que Bastián, un chaval obeso que sufre acoso en el colegio, encuentra su refugio en los libros. A través de uno de ellos, de tapas color cobre, accede al Reino de Fantasía. Allí conocerá a Atreyu, Fújur, la Emperatriz Infantil en su Torre de Marfil y la Vetusta Morla. Realidad y fantasía van de la mano para crear este bello relato en el que habitan buenos y villanos.
Pero también existe una lectura más compleja. En ella, el lector adulto puede identificar multitud de referencias literarias, desde la mitología nórdica a la hindú, símbolos, elementos de la Cábala y de la alquimia. La novela es una metáfora del robo de la imaginación.
El libro contiene letras y dibujos de la escritora alemana Roswitha Quadflieg. Además, está escrito en dos colores, verde y púrpura, para representar dos voces diferentes, la de la imaginación y la de Bastián.
Tras estas obras
En la literatura de Michael Ende se puede encontrar la influencia de los cuadros de su padre. Sus narraciones están llenas de símbolos e imágenes surrealistas, como estas descripciones de La historia interminable:
“Había faunos de pata de cabra y enormes silfos nocturnos, elfos y duendes, jinetes que cabalgaban sobre mariquitas y trípedos, un gallo del tamaño de un hombre, con botas vueltas, y un ciervo de cornamenta dorada que andaba erguido sobre dos patas y llevaba una especie de frac”.
“En la cabeza llevaban pantallas de lámparas, cubos para jugar en la arena, soperas, cestos de papeles, bolsas o cajas de cartón. Y se tapaban el cuerpo con manteles, alfombras, grandes trozos de papel de plata y hasta barriles”.
Igualmente, su obra también refleja sus estudios del budismo zen:
“Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Eso no es nada especial, dirá, quizás, algún lector, cualquiera sabe escuchar. Pero eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de verdad. Y la manera en la que sabía escuchar Momo era única”.
Ende escribió también, entre otras muchas, la obra de teatro para adultos Jojo, historia de un saltimbanqui, la novela infantil El ponche de los deseos y El espejo en el espejo, una recopilación de cuentos que tejen un laberinto literario.
En 1985 falleció Ingeborg Hoffmann, su mujer. Poco después, Ende conoció a Mariko Sato, una intérprete japonesa que tradujo sus principales libros. Con ella se casó y, posteriormente, regresó a Alemania. Allí murió de cáncer en 1995.
Patricia Martín Ortiz, Profesor del Departamento de Filología Inglesa, Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.