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Arte e Ideas

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Cinema Nubo: lo que las salas alternativas deben sortear para permanecer

El proyecto de la cineasta Ambar Muñoz celebró tres años de existencia en febrero pasado, con un buen aparato de difusión y como parte de la primera generación de proyectos de exhibición beneficiarios del Focine, pero el empuje inicial no alcanzó para mantener una sala fija para exhibir cinematografía nacional.

Con este proyecto tratamos de demostrar que el cine mexicano es bien chido. Nos aplauden del otro lado del mundo, pero aquí no consumimos lo nuestro. La oferta define mucho nuestros gustos, por eso si algo no está en el duopolio (Cinépolis o Cinemex) o en las plataformas, tendemos a pensar que es malo”.

Ambar Muñoz, exhibidora y cineasta.

En febrero pasado, Cinema Nubo celebró tres años como un proyecto alternativo de exhibición de cine en la ciudad de Aguascalientes, con 80% de cine mexicano. Impulsado por Ámbar Muñoz, Nubo es uno de los 699 proyectos alternativos de exhibición en todo el país y uno de los 11 en su estado contabilizados en 2020 por el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine).

Ámbar estudió la licenciatura en Artes Cinematográficas y Audiovisuales en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Fue en la sala isóptica de su facultad donde Cinema Nubo dio sus primeras funciones y más tarde se convirtió en un cine itinerante hasta que el año pasado tuvo los recursos para rentar el espacio para una sede fija. Si bien su gestación se dio antes de la emergencia sanitaria, este proyecto alternativo de exhibición, a decir de su fundadora, pudo aprovechar la pandemia y la virtualidad para su crecimiento, difusión y la gestación de comunidad.

Tan bien iban las cosas para Nubo que, cuenta Ambar, “en febrero del año pasado se publicó la convocatoria para equipamiento y acondicionamiento de salas, del Focine, y afortunadamente fuimos una de las 13 salas apoyadas a nivel nacional. Con ese apoyo compramos el equipo y se nos presentó la oportunidad de rentar un espacio fijo”.

Con un monto de 200,000 pesos, Cinema Nubo fue parte de la primera generación de proyectos apoyados por el programa que sustituyó a los extintos fideicomisos Fidecine y Foprocine. El monto alcanzó para la adquisición de mobiliario para la sala, como sillones, una pantalla retráctil y un sistema de sonido. Octubre, en el arranque de operación en la sala fija, fue excepcional, pero los meses siguientes no fueron bondadosos.

Por contradictorio que parezca, el pasado 1 de marzo, Cinema Nubo anunció a su público el cierre definitivo de su sede en la sala rentada del centro cultural Artefacto, en el centro de la ciudad.

¿Qué fue lo que pasó?

“Desde diciembre pasado comenzamos a tener problemas por las fiestas. Después, en enero, Aguascalientes entró en semáforo rojo (por los contagios de ómicron) y eso nos detuvo mucho. Yo también me contagié y mucho menos pude abrir la sala. Llegó febrero, teníamos una buena cartelera e hicimos muy buenas promociones, pensábamos que ese mes íbamos a salir adelante, pero ya debíamos la renta de diciembre, más la de enero y la que corría. Se nos juntaron las deudas y tuvimos que tomar la decisión de pausar el proyecto”, comparte la exhibidora.

Ahora mismo Cinema Nubo no tiene una sala fija, su fundadora decidió frenar definitivamente ese flujo de deuda y, al menos por ahora, volver a la itinerancia. Su situación de salud impidió la postulación de Nubo a la convocatoria del Focine “Proyectos de formación de públicos y exhibición de cine mexicano", cuya convocatoria cerró el mes pasado, y los gastos se acumularon por distintos flancos:

“Tener una sala cuesta mucho dinero, independientemente del tamaño, porque, además de pagar la renta, tienes que pagar los derechos de las películas, los gastos de la dulcería, el servicio de luz y los sueldos. En la sala en sí éramos cuatro personas, una en taquilla, dos en dulcería y la persona encargada de proyección. Con todo y eso teníamos funciones en las que solo ingresamos 90 pesos. Muchas veces nos salía mucho más caro tener funciones que no tenerlas y ya no sabíamos qué hacer, porque pagamos publicidad en Facebook, íbamos al radio, nos compartía la universidad y el instituto de cultura. Había buena difusión, pero simplemente no llegaba la gente”.

Cumplir con el convenio

Ambar plantea un problema que los exhibidores alternativos enfrentan en sus inicios: una base financiera suficiente para sostener el periodo de construcción de públicos.

“Mi convenio con el Imcine termina hasta septiembre. Tenemos que cumplir con un tiempo en pantalla de cine mexicano durante todo un año y entregar reportes trimestrales. Así que Imcine me dio, por así decirlo, un tiempo de gracia hasta que vuelva a conseguir otro lugar o de lo contrario le tengo que regresar todo lo que compré. Me permitieron salir otra vez de itinerancia hasta encontrar una nueva sede. Y ya la encontré, es un poco más grande y más barata, pero primero tengo que pagar lo que quedó de adeudo en el otro espacio. Ahora estoy haciendo rifas, voy a la universidad a vender lo que me quedó de la dulcería y estamos aceptando donativos. Además, hay que pagar la desinstalación y reinstalación del equipo”.

En políticas públicas para facilitar el flujo sostenible de la cinematografía mexicana hacia las salas alternativas, la exhibidora propone poner como requisito que las cintas apoyadas por el Estado hagan circuitos en salas alternativas.

“Le tengo mucho afecto al Imcine porque me han apoyado mucho, pero somos la primera generación de este nuevo Focine y, al menos en mi situación, me toca decir: gracias por darme dinero, pero no viene la gente, ¿cómo quieres que lo mantenga? Confío en que a partir de esto vamos aprendiendo de ambos lados. Tengo pensado seguir itinerando y reactivar la sala hasta mayo”.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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