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Arte e Ideas

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Claudia Piñeiro cuestiona estructuras de poder en la Iglesia y la familia

El catolicismo está todavía muy enraizado en los mecanismos de poder en América Latina; después de la despenalización del aborto la lucha será por la verdadera separación de la religión y el Estado, dice la autora argentina.

EE: Archivo

“Richard Dawkins, que ha venido trabajando el tema del ateísmo hace mucho, dice que la próxima salida del clóset va a ser la de los ateos y algún día nos vamos a empezar a atrever todos y no va a ser tan grave decir que somos ateos. La Iglesia católica tiene una estructura de poder muy enraizada en los mecanismos de poder de los países latinoamericanos”, dice Claudia Piñeiro en entrevista desde Argentina.

Ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010, del Premio Clarín de Novela 2005 y del Premio Pepe Carvalho de novela negra 2018, entre otros galardones a su obra literaria, Piñeiro conversa con El Economista, vía Zoom, a propósito de Catedrales (Alfaguara, 2020), una novela polifónica sobre el dolor indescriptible e indeleble de la muerte violenta de una joven y, con ella, la dicotomía sobre una doctrina de fe que empieza a lucir recalcitrante.

La autora reconoce en el aborto y la violencia de género temas recurrentes en su obra, sin embargo, señala que en Catedrales ahonda en la influencia de las doctrinas religiosas en las decisiones públicas como la del propio derecho de abortar: “en cómo la Iglesia como institución viene a marcar a las personas para que se opongan a los derechos de otras personas, para que opinen cómo tienen que vivir”, explica.

Esencialmente, señala, la novela trabaja directamente sobre dos estructuras de poder: la Iglesia y la familia. “Porque la familia también es una institución que parece que no debería ser cuestionada por nadie”.

El argumento de la novela

Treinta años atrás, la paz en el núcleo de la familia Sardá se ve dinamitada y no vuelve más. Es una familia profundamente católica y conservadora. Ana, la hija menor de tres mujeres es hallada sin vida en un campo baldío, su cuerpo aparece cruelmente descuartizado y quemado. La manera tan violenta en que los restos de Ana fueron tratados dejó una huella indeleble en la familia.

Para Lía, hermana de Ana, la letanía del velorio fue un recuerdo terrible, un sinsentido frente a tal atrocidad y el punto de quiebre de su fe católica y del vínculo familiar.

Han pasado tres décadas, pero Alfredo, padre de Ana y de Lía, no ha claudicado en su búsqueda de razones y culpables. Treinta años atrás parecía que las autoridades eran azuzadas para terminar el asunto lo más pronto posible. Desde entonces la idea del encubrimiento de otro delito más allá del abuso sexual no dejó de ocupar los pensamientos de Alfredo. Pero, ¿qué otro tipo de delito puede ser más turbio como para encubrirlo con un supuesto abuso sexual?

Hay una testigo clave. Se trata de Marcela, la mejor amiga de Ana, quien el mismo día de la muerte sufre un accidente que le detona una amnesia anterógrada: no puede retener recuerdos después del accidente. Pero todo lo que sucedió antes lo recuerda como si fuera ayer. Está condenada a sufrir la muerte de Ana cada día por la mañana. Pero el testimonio entonces fue desechado por su condición.

Efectivamente, hubo mucho más detrás de la muerte de Ana, y cada página, la voz de cada personaje, van revelando un camino que se sospecha denso, que va descorazonando y obliga a repensar sobre eso donde uno pone la fe y en lo que fundamenta la moral. Ahora Alfredo, con la ayuda de su nieto Mateo, un joven que ha decidido romper con la hegemonía religiosa, tratará de resarcir la dignidad de su tía Ana.

Teorías sobre la religión

La primera parte de la obra de Piñeiro es un soliloquio donde Lía justifica su renuncia a la fe católica. La autora, a través de la voz disidente de Lía, retoma textos como El gen egoísta, de Richard Dawkins, donde propone que “la religión es un delirio que sufren millones” o como el Seminario 11, en el que Lacan postula: “porque la verdadera fórmula de ateísmo no es ‘Dios ha muerto’ (…), la verdadera fórmula del ateísmo es: ‘Dios es inconsciente’”. También hace referencia de El malestar en la cultura, donde Freud escribe: “Su técnica (la de la religión) consiste en reducir el valor de la vida y en deformar delirantemente la imagen del mundo real, medidas que tienen por condición previa la intimidación de la inteligencia”.

“Hay una relación evidente y muy marcada de cómo interviene la Iglesia en asuntos de Estado. Eso atenta no solo contra leyes como la del aborto (para su despenalización). Cada vez que una ley tiene que ver con ampliar los derechos, y si esos derechos tienen que ver con la vida sexual de las personas, la Iglesia siempre se mete. Es incomprensible. Por eso una de las próximas batallas que hay que librar es por la verdadera separación entre Iglesia y Estado”.

Dos extractos de la novela:

Así había sido educada, en el temor reverencial a Dios. Pero ahora habían matado a mi hermana, habían intentado quemar su cuerpo, la habían descuartizado, ¿qué cosa más horrorosa podía suceder si yo dejaba de creer?

’Abortar’ era una palabra que no usábamos. Una palabra sucia. Ni siquiera sabía si se escribía con be larga o ve corta: nunca había visto escrita la palabra aborto en ningún libro, en ninguna revista. Jamás la mencionó una profesora en el colegio. Su hubiéramos preguntado, nos habrían dicho que era pecado y, sin muchas más explicaciones, nos habrían mandado a la dirección o a rezar padresnuestros.

Catedrales

  • Claudia Piñeiro
  • Alfaguara
  • 2020
  • 336 páginas
  • Impreso: 319 pesos
  • Ebook: 139 pesos

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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