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¿Cómo se logra el financiamiento de la tecnología para el campo en el país?
Promover la innovación tecnológica será clave para lograr los objetivos de autosuficiencia alimentaria de manera sostenible, refiere Jesús Alan Elizondo Flores.
Durante la convención de la Asociación Mexicana de Semilleros 2022, se dieron ejemplos de cómo nuestros cultivos son altamente vulnerables a los cambios extremos en el clima; el calor, las inundaciones, sequía, mancha de asfalto, pudrición del tallo, tizón de la hoja, entre otros agentes a los que se enfrentan nuestros agricultores.
Para hacer los sistemas de producción más resilientes hay prácticas agronómico/tecnológicas que amortiguan las condiciones que impone el cambio climático, entre ellas se encuentran la agricultura de conservación, agroforestería, diversificación del sistema de cultivo, selección de cultivos y predicciones meteorológicas, explicó Alberto Chassaigne, especialista en sistemas de semilla de maíz del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).
Incluso existe tecnología para la mitigación del cambio climático a través de la reducción de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), en general son estrategias para aumentar la eficiencia en el uso de los recursos y disminuir la emisión por tonelada, por ejemplo, disminuir la fertilización para bajar emisiones, reemplazar insumos sintéticos (uso de trampas con feromonas, composta e insumos orgánicos) en lugar de fertilizantes sintéticos, y reducir las pérdidas postcosecha.
Pero ¿cómo se logra el financiamiento de estas tecnologías para el campo en el país? En entrevista para El Economista, Jesús Alan Elizondo Flores, director general de Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA) habla al respecto.
FIRA son cuatro fideicomisos públicos constituidos por el Gobierno Federal Mexicano que operan desde el 31 de diciembre de 1954, para los cuales funge como fideicomitente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y como fiduciario el Banco de México. El 75% de lo que se financia para el campo en México sale de esta institución.
¿Cómo financiar proyectos sostenibles y basados en la ciencia y tecnología?
Hoy los financiamientos, además de otorgar dinero, lo que buscan es atender la emergencia climática con énfasis en la parte nacional. Para ello en FIRA se adoptaron tres objetivos prioritarios: Inclusión financiera, elevación de productividad y proyectos sostenibles.
Es decir, se busca una agricultura con responsabilidad no solo ambiental, sino también social. A esto le hemos dedicado mucho tiempo desde 2017, el pilar número uno es una actividad de financiamiento sin afectar el medio ambiente. En este sentido la metodología que seguimos para financiamientos por arriba de los 200 millones de pesos no puede ir sin una capa de análisis de los riesgos ambientales y que basado en los riesgos se inserten mitigantes o medidas de control.
Agricultura de conservación, uso eficiente del agua, infraestructura en parcelas, energías renovables, mejor conservación de energía, son algunas de las 55 tecnologías que se unen a la estrategia.
¿FIRA promueve la investigación científica con financiamiento?
Hay dos formas en las que FIRA se vincula. Hay empresas de semilleros, que bajo una lógica fructífera, busca que una investigación aterrice en una propuesta comercial y sea positiva para el productor, además de que sea sostenible para la empresa. Estas son inversiones hasta de 15 años y es la forma más tradicional en que hemos dado créditos para tal fin.
La otra forma más directa es a través de cinco centros de desarrollo tecnológico que tenemos como parte de la infraestructura de fomento, los cinco centros se encuentran distribuidos en la República Mexicana, como ejemplo está el laboratorio de Tezoyuca, Morelos, que se dedica a la micropropagación de plantas. Se trata de pequeñas universidades del campo, es una vertiente muy relevante de apoyar si se desea una producción resiliente, que resista a los cambios que vivimos en el entorno.
¿Cómo integramos a los pequeños productores a este tipo de programas?
Este es el punto al que más tiempo le dedicamos; los medianos y grandes créditos siempre encuentran los canales y la atención de FIRA es experimentada para llevarlos a que se muevan, pero los chicos requieren de un trabajo de estructuración más amplio.
Un ejemplo, es el trabajo con Veracruz, Tabasco y Chiapas, para incrementar la producción de leche. Lo que se hace son alianzas, con una empresa que requiera el insumo del campo y los pequeños productores. Con un vínculo de interés comercial mutuo, es la clave para establecer un buen esquema financiero y de acompañamiento técnico que se requiere para llegar al estándar de calidad.
¿El uso de tecnología en el campo, en este caso en la semilla, ayuda a la conservación?
El beneficio es amplio, por un lado para la reducción de agroquímicos y el otro para atender el tema de biodiversidad. En ambos la producción de semillas es un gran aliado de ambos objetivos. Por ejemplo, para los algodoneros del norte, tener una semilla resistente a plagas y condiciones estresantes hídricas hacen la diferencia. Quien no accede a tecnología, tienen que aplicar como seis veces plaguicidas a diferencia de quien aplica semilla mejorada. El impacto es de costo, medio ambiente y salud. Estos son beneficios tangibles y se replican. Cada que nosotros detectamos una medida que ayuda al productor a resistir el cambio climático o producir más de forma sostenible, le ponemos un crédito o damos descuentos en tasa.
Dinámicas en el sector semillero
Alberto Chassaigne explica que una de las piedras angulares para el campo ha sido el uso de variedades tolerantes, desde la experiencia del CIMMYT, se han centrado en investigación para ayudar a los pequeños agricultores a adaptarse a las crisis climáticas y aumentar y mantener los rendimientos de forma rentable y sostenible.
De acuerdo con datos de la institución, el 70% de las semillas de trigo y más del 50% de maíz sembrado en el mundo, derivan de materiales de mejoramiento de este Centro internacional, que dicho sea de paso, nació en México. La relación del costo-beneficio de investigación en trigo va de 73:1 hasta 103:1 y en maíz de 22:1 a 35:1
Las alianzas dinámicas entre el sector semillero y el de fitomejoramiento, dijo, han permitido poner a disposición de los agricultores mexicanos 70 nuevas variedades híbridas de maíz y 17 de trigo. “Hoy más de 300,000 agricultores siembran cultivos de rotación con tecnologías sostenibles”.